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- Gracias por venir, pensaba que no lo harías - se acercó Alba a la morena, nada más bajar del escenario, el viernes siguiente-.

- Tenías el beneficio de la duda, ¿no?

- Pensaba que salir corriendo equivalía a no superar el periodo de prueba.

- Fue por una causa justificada, no cuenta - se encogió de hombros-.

- Me alegro.

- Has estado increíble - hizo alusión Natalia a su actuación, tendiéndole una copa de vino que había pedido para ella-. Me ha gustado mucho la última.

- Gracias, es mía - se sonrojó la cantante-.

- Pues es preciosa.

Alba sonrió con sinceridad, normalmente sus conciertos eran de versiones de otros artistas pero, desde hacía ya un tiempo había optado por terminarlos con algún tema suyo. Aunque fuera para un público poco entregado, mostrar un trocito de sí misma le reconfortaba.

Y que Natalia se hubiera fijado le había encantado mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir.

- ¿Cómo está tu hermana? - cuestionó la pelinegra tras unos segundos de silencio, pues dudaba si sacar el tema, no se conocían como para preguntar por cosas tan personales-.

Alba rodó los ojos antes de contestar.

- Se le fue la mano con el alcohol esa noche y acabamos en el hospital. Pero ya está. Recibió la bronca de su vida y seguro que le ha servido de escarmiento.

- Me alegro de que esté bien.

- Gracias por preocuparte.

- ¿Sabes? Esta semana he estado reflexionando - indicó Natalia, apoyando el codo en la barra, haciéndose la interesante-.

- ¿Ah, sí? - se cruzó de brazos la rubia, con una sonrisa pícara, imitando su cambio de actitud-. A ver, cuéntame.

- Creo que exageré el primer día al decirte que me gustaba lo difícil e imprevisible. Es más, de hecho, rectifico. En realidad quise decir que si puede ser todo fácil y sencillo, mucho mejor.

Alba no pudo evitar reír y negar con la cabeza ante la ocurrencia de la morena.

- ¿Fácil y sencillo? - alzó las cejas-.

- Sí, como para niños de tres años, más o menos. Lo que viene siendo sota, caballo y rey, vamos - ejemplificó-.

- Entonces eso tan intenso de lo imprevisible y lo complicado, ¿dónde queda? - imitó Alba su mirada misteriosa y su pose seductora-.

- Lo podemos dejar para más adelante,  cuando consigamos burlar los imprevistos, las pérdidas de memoria...

- Es surrealista, esto - señaló el espacio entre ellas-.

- Un poco. Ya no sé si es mejor pedirte que subas, si no pedírtelo y dejarlo correr... - sopesó la más alta, llevándose una mano a la nuca-. Si simplemente soy gafe o lo eres tú...

- Me debes una noche mágica de verdad, así que tú sabrás.

- ¿Yo? Me la debes tú.

- Dejémoslo en que nos la debemos ambas - sentenció la ilicitana-.

- Además, dicen que a la tercera va la vencida - explicó Natalia, acercándose a ella hasta que sus cuerpos se rozaron-.

- Eso dicen, sí - se relamió el labio, nerviosa-.

- Pues... ¿Vamos? - propuso Natalia, quitándole la copa vacía de la mano y posándola en la barra, junto a la suya-.

- ¿Así, directamente? - sonrió de lado la cantante-.

- Directamente. Ya te he dicho que no me apetecen más rodeos. No contigo - le tendió la mano la morena y Alba entrelazó los dedos con los suyos-.

Un chispazo.

- Está bien. ¿315? - preguntó la rubia, guiñándole el ojo-.

- Sí, 315 - sonrió-.

Ya en la puerta, Natalia sacó su móvil y, ante la atenta mirada de la cantante, lo apagó.

- Sin interrupciones esta vez.

Alba asintió e hizo lo mismo con el suyo.

- Adiós, mundo exterior - murmuró la rubia-.

- ¿Crees que poniendo el cartel de "no molestar" en la puerta bastará?

- Estás exagerando un poco. ¿Quién va a querer entrar en tu habitación en plena noche? - rio Alba-.

- A juzgar por las otras noches, ya no me sorprendería nada - alzó las manos, justificándose-.

- A la tercera va la vencida, Natalia.

- Confiemos - suspiró la más alta-.

En cuanto entraron en la habitación, Natalia se deshizo de su americana y se abrió un botón más de la camisa negra que llevaba.

Alba por su parte, se sentó en un sillón para bajarse de los tacones.

- Son preciosos - apuntó la navarra, mientras descorchaba una botella de vino de la nevera-.

- ¿Los zapatos? ¿Quieres que me los deje puestos? - se mordió el labio la rubia, clavándole la mirada-.

- No. Estarás más cómoda sin ellos, aunque me encantan.

Alba asintió y se descalzó para avanzar hacia Natalia.

- ¿Quieres? - le ofreció la navarra la botella, tras darle un sorbo-. Está fresquito.

- ¿Para este calor?

- Exacto - se pasó Natalia la mano por el pelo, sin dejar de mirarla-.

- Entonces, sí. Dame un poquito.

La más alta le pasó la botella y se dedicó a observarla.

Desde cómo la rubia agarraba el cuello del envase con delicadeza hasta cómo dejaba su garganta a la vista. Y la manera en que posaba sus labios en el vidrio para beber.

Impresionante.

Natalia tragó saliva ante esa imagen.

Se había obsesionado tanto con esa mujer que le parecía incluso irreal que esa noche, incomunicadas del mundo, fueran a dar rienda suelta al deseo que las envolvía desde el primer cruce de miradas.

Las noches mágicas | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora