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Ese viernes, Natalia abría la puerta de la 315 más nerviosa que nunca, aunque sabía disimularlo a la perfección.

Se quitó la americana y Alba fue a por una botella de albariño.

- Por las noches mágicas - le tendió la copa la rubia.

- Por las noches mágicas - brindaron.

Se miraron en silencio mientras disfrutaban de la copa de vino.

Alba se recreaba en esa morena que llevaba ya casi dos meses metida en su cabeza. Su cuerpo de ensueño, sus facciones perfectas y esos ojos color chocolate que esa noche se le antojaban más profundos que nunca.

Natalia, en cambio, la miraba como si la viera por primera vez. Intentaba leerla, descubrirla, resolver el enigma.

Una vez se terminaron las copas, fue la cantante la que se acercó primero. Le acarició el cuello con lentitud y rozó su nariz con la de la otra.

Natalia recorrió con sus manos las curvas de la rubia, recorriendo cada centímetro de piel cubierto de tela.

Alba se deshizo de la camisa y del sujetador de la más alta. Masajeó sus tetas y estimuló sus pezones.

Natalia gimió y la besó, aumentando la intensidad.

- Alba...

La navarra la llevó hasta la cama y le quitó el vestido con lentitud, lamiendo la piel que iba descubriendo.

- Nat... - gimió la rubia, cuando la tuvo entre sus piernas.

Después de un par de orgasmos en cada marcador, Alba recorría con un dedo el abdomen de la pelinegra en silencio, distraída.

- ¿Por qué no subiste el día que vino mi compañero de trabajo?

Esa pregunta, que le quemaba en la lengua a Natalia, congeló el movimiento de Alba.

Se quedó paralizada, había llegado el momento que había querido evitar desde que sucedió.

- Y-yo - carraspeó, ganando tiempo - yo no...

Natalia giró su cuerpo para estar cara a cara.

- No esquives la pregunta, por favor - pidió la morena, intuyendo que iba a cambiar de tema.

Alba suspiró, entre la espada y la pared, no le quedó más remedio que contarle la verdad.

- Te vi muy entretenida - apuntó la rubia, en un tono que denotaba más reproche del que pretendía.

- Bueno, sí, estaba con Miki, mi compañero, el que te dije que vendría. Él lleva la sede de Barcelona y... - trató de explicarse.

- Y le gustas - interrumpió Alba su discurso.

- ¿Eso crees? - alzó las cejas la otra, restándole importancia.

- Sí. Te comía con los ojos y esa sonrisita seductora de machito... Te agarró de la cintura - hizo memoria la rubia, aunque no le fue difícil, pues tenía esas imágenes bien grabadas en su mente.

- Te pusiste celosa - sentenció Natalia, cruzándose de brazos.

- No, yo... No...

- No era una pregunta, Alba, es obvio que te pusiste celosa. Sigues celosa, de hecho.

- Olvídalo, ¿vale? - se cubrió la cara con una mano y negó con la cabeza-. Borremos esta conversación, por favor.

- Alba...

- Ya, ya lo sé. No tengo ningún derecho a estar celosa y te juro que no quiero tenerlo. Sé perfectamente lo que hay entre nosotras...

Natalia la besó para frenar su verborrea, cogiéndole la cara con ambas manos.

- Déjame hablar.

- Es que ya sé lo que me vas a decir y no quiero escucharlo.

Alba sabía que había metido la pata hasta el fondo, que la primera regla no escrita de las relaciones como la que ellas tenían era evitar las escenitas de celos. Porque enrarecían la situación y ponían en evidencia sentimientos que no deberían estar.

Natalia en realidad no sabía muy bien qué sentir ni qué quería decirle.

- No me gustan los celos... - empezó.

- A mí tampoco. No sé lo que me pasó, lo siento. Entiendo que te enfades.

- No estoy enfadada.

- ¿No lo estás? - se sorprendió.

- No, no sé...

- Pero te he reprochado algo que...

- Somos humanas, Alba - se encogió de hombros-. No pasa nada.

- No pasa nada - repitió.

- No podemos controlar absolutamente todo lo que sentimos, pero es mucho mejor hablar las cosas que dejarme sola en una triste habitación de hotel, ¿no crees?

- Sí, no sé, lo siento... - la morena buscó sus ojos, regalándole una sonrisa tranquilizadora.

- Habla conmigo, no soy un satisfyer. Te juro que se me da bien escuchar.

Alba desvió la mirada y suspiró. Ya había mostrado parcialmente sus cartas, no perdía nada abriéndose del todo.

- ¿Qué es esto, Nat?

- ¿El qué?

- Esto - repitió Alba, señalándolas a las dos-. ¿Qué estamos haciendo?

Natalia se quedó muda por un momento, no tenía respuesta para eso. No tenía ni idea, ni se atrevía a mojarse demasiado.

- Lo que nos apetece.

- Lo que nos apetece - paladeó, mirándola interrogante.

- Sí. Disfrutar. De nosotras, de nuestros cuerpos, de nuestra conexión - la navarra se acercó y rozó su nariz con la de la otra-. Pasar noches mágicas juntas.

- Ya, pero...

- No me gusta Miki. Me gustas tú. Y me moría por dejarle cuanto antes en su habitación para poder estar contigo - susurró Natalia, clavándole la mirada-. Pero no viniste.

- No quería ser el segundo plato, os había visto y...

Alba se quedó callada y apartó sus ojos del chocolate intenso de la otra, sitiéndode un poco ridícula.

- Pienso en que llegue este momento de la semana todos los días a todas horas, Alba - le dijo, encargándose de que la mirara.

- Yo tampoco puedo sacarte de mi cabeza - confesó en un susurro la rubia, aferrándose a la otra y dejándose caer contra su hombro.

Natalia buscó su boca y la besó con intensidad, la cantante se rindió, entregándose a ese contacto.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now