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- Me niego a volver a trabajar - se dio la vuelta Natalia, para caer sobre la almohada, cuando el despertador sonó por segunda vez.

Alba se movió para tumbarse sobre su espalda y dejar besos en sus hombros y en su nuca y caricias en el pelo.

- Venga, baby. Vamos a desayunar juntitas y te llevo en coche como una reina - la animó.

- ¿No puedo estar aquí contigo de vacaciones para siempre?

- No, mi amor. Además yo también tengo que ponerme con unos diseños que al final no voy a llegar a tiempo.

- Albi... - ronroneó, tras darse la vuelta.

- A la ducha y hacemos el desayuno.

- Tú primero.

- Las dos juntitas. ¿Quieres? - le dio un besito.

- Claro que sí - se incorporó.

Un poco más de media hora más tarde, tras desayunar y vestirse entre besos y ñoñerías, salían por fin de casa.

- ¿Vas a ser mi chófer todos los días?

- Todos no, solo cuando te portes bien.

- Siempre me porto bien, nena.

- No te puedo mimar todo el rato, te vas a mal acostumbrar.

- ¿Y qué hay de malo? - puso una sonrisa angelical, que derritió su clic.

- Ay, nada - se mordió el labio y aprovechó un semáforo para darle un pico.

- ¿Quieres subir un momento y te enseño mi friki mundo?

- ¿Puedo?

- Vamos bien de tiempo y, oye, soy la estrella del departamento, puedo hacer lo que quiera.

- Madre mía, el ego.

- Es la verdad - se encogió de hombros.

Aprovechando los diez minutos de margen, Natalia le hizo un pequeño tour por las instalaciones, modernas y llenas de luz natural. Con más pantallas que personas y un salita con un par de sofás para los momentos de descanso.

- Me flipa. ¿Dónde está tu sitio?

La morena la guió hacia su puesto y Alba se fijó en un pequeño cactus justo bajo la pantalla de su ordenador.

- ¿Oye, este no era de mi habitación?

- Puede que lo robara un día...

- ¡Nat!

- Pero si tenías un montón, de hecho, te acabas de dar cuenta ahora de que te lo he pedidoprestado. Y te has mudado y todo - evidenció.

- ¿Pedido prestado? ¿Cuánto lleva aquí? - frunció el ceño Alba, intrigada.

- No quieras saberlo.

- Dímelo.

- Uy, las nueve, te tienes que ir, amor.

- Pero, Nat...

- Nos vemos en casa, baby - la acompañó amablemente hasta la puerta, arrancándole el cactus de las manos.

- No es justo - se enfurruñó y Natalia la llamó para frenarla.

- Lleva aquí lo mismo que mi encoñamiento. Así que calcula - le guiñó un ojo y cerró la puerta.

Alba estaba inmersa en terminar un logotipo cuando le sobresaltó el tono de su móvil.

- Hombre, pero si mi hermana está viva - dramatizó Marina al otro lado del teléfono.

- Hola, Mini.

- Hili Mini, menos mal que me llamas, porque si tengo que llamar yo nos dan las uvas. ¿Eso es lo que querías decir? - reformuló la menor de las Reche.

- Ay, quejica, te iba a llamar luego, hemos estado muy ocupadas.

- Sí, muy ocupadas...

- ¡Oye, que es verdad!

- Voy a hablar con mi cuñada para quejarme de esta falta de comunicación conmigo.

- Pero si hemos hablado por WhatsApp, te he enseñado fotos de todo, ¿qué más quieres?

- Tus charlitas, que te echo de menos, tata.

- Ay - se ablandó-. Venga, hazte un café y pon la cámara.

Más de dos horas estuvieron las hermanas Reche entre cotilleos y novedades que ya sabían. Echaban de menos compartir espacio, pero siempre estaban en la misma sintonía.

Alba se retocaba por vez número mil el maquillaje y Natalia le repetía por vez numeró mil uno que estaba preciosa.

- ¡Dios, estoy atacada! - suspiró la rubia.

No era para menos, pues en unas horas se subiría a un escenario nuevo, de prueba, en un hotel que estaba a punto de convertirse en su primer trabajo en la ciudad.

- Lo vas a hacer genial, Albi - la abrazó por detrás y le besó el hombro-. Como lo haces siempre.

La rubia se giró para mirarla, sabía que esos ojos que la miraban con sincero amor y admiración eran lo único que podía tranquilizarla.

- Eres la persona con más talento que conozco. Vas a hacer que los del hotel quieran hospedarse allí toda la vida solo para escucharte.

- ¿Cómo tú?

- Pero con menos éxito en el ligoteo, espero.

Ambas rieron y Alba tomó la delantera, ya más segura.

- Vamos.

Natalia sostenía entre sus manos una copa de albariño que temblaba, porque ella también estaba nerviosa. Observaba desde la barra cada detalle de ese lugar, que seguramente sería más que habitual para ellas a partir de ese momento.

Le gustaba.

Y más cuando los focos se iluminaron y su clic emergió de las sombras. Como la primera vez, parecía un ángel. Natalia asintió para darle ánimos y la rubia le cantó la primera estrofa solo a ella.

Fueron cincuenta minutos de pura magia a piano y voz, con algunos cambios en el repertorio habitual, pero con todo lo que Alba Reche era sobre un escenario.

No había nadie en aquel espacio que no hubiera flipado con su actuación.

Alba bajó contenta y miró hacia la barra con una sonrisa que Natalia replicó.

El que iba a ser su jefe la llamó antes de que pudiera ir hacia el abrazo de su clic. Así que la cantante le lanzó un beso a su mayor fan y se dirigió hacia el rincón del hall donde la esperaba aquel hombre.

Natalia observaba con atención desde la distancia y frunció el ceño al notar cómo la sonrisa de Alba se iba deshaciendo poco a poco, a medida que pasaban los minutos y su discurso.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now