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En otra ocasión, Alba le daba los últimos mimos a Natalia antes de llevarla a la estación, llenándola de los besos que no le iba a poder dar en dos semanas.

La morena tenía salida con sus amigas, escapada familiar y cenas de trabajo, entre otros compromisos que le hacían imposible escaparse a verla. Alba, por su parte, había confirmado ya sus horarios y seguramente no podría sacar un hueco para desplazarse.

Así que, más dramáticas de lo normal, se colmaban de atenciones en sus últimos ratos juntas.

- ¿Por qué se me hace siempre tan corto? - protestó con un puchero la ilicitana.

- Porque lo disfrutamos mucho, baby - la besó.

- Ojalá no viviéramos tan lejos - enredó sus dedos en los ricitos que se le formaban a su clic en la nuca.

- ¿Cómo crees que sería nuestra relación si viviéramos en la misma ciudad?

- Diferente - fue todo lo que dijo Alba, tras pensarlo unos segundos.

- ¿Crees que no funcionaría? - arrugó la nariz.

- ¡Claro que funcionaría! - aclaró la rubia-. Sería muy diferente, pero a mejor aún.

- Yo también lo creo.

- Me lo imagino igual de maravilloso pero más fácil. Sobre todo para ti que vives cuadrando agendas y metida en un tren, pobrecita - le acarició la mejilla.

- ¿Te imaginas poder vernos cuando quisiéramos? - fantaseó Natalia, abriendo mucho los ojos-. Mandarte un Whatsapp y decirte "en diez minutos paso a por ti". Buah, sería increíble.

- Tener un mal día y poder ir a tu casa a que me abraces, por ejemplo... Eso lo apreciaría mucho - apuntó Alba-. Cuando estoy así más triste me hace mucha falta tocarte...

- ¿Tocarme? - alzó una ceja la morena.

- Que me mimes y me cuides, me refería - le golpeó el hombro.

Natalia le beso la sien y la abrazó.

- A mi también me hace mucha falta eso.

- Pues claro, si en el fondo eres blandísima, Nat - la acusó, la aludida hizo una mueca fingida de desacuerdo.

- O tener rutinas - agregó, tras un silencio -, podríamos quedar para salir a correr juntas todas las mañanas...

- ¿Esa es la mejor rutina que se te ocurre, baby? - protestó la rubia.

- ¿Tu culo en unas mallas de deporte así a primera hora de la mañana? Por supuesto que sí - rió.

- Interesada - la acusó Alba, dejando otro besito en su boca.

- Solo un poquito... Pero, ahora en serio, sería muy guay tenerte más cerca.

- En realidad, igual y hasta te cansarías de mí si me vieras tanto - le contradijo.

- ¡Qué dices, Alba! Tú de mí, en todo caso.

- ¿Yo de ti? - exclamó la rubia y negó con la cabeza-. Imposible.

- ¿Tanto te gusto? - bromeó, fingiendo sorpresa.

- Que va, solo un poquito- evidenció la pequeña cantidad juntando sus dedos-. Eres buena en la cama y eso... pero no te flipes.

- ¡Oye! - se hizo la indignada.

- Es la verdad - picó Alba.

- ¿Eso piensas? - se llevó la mano al pecho.

- Nat, ¡que es broma! - le apretó los mofletes.

- Entre broma y broma... ¿Solo estás conmigo por el sexo?

- ¡Nat! ¿Qué dices? - abrió los ojos en grande, contrariada.

- Dime la verdad, Alba - se puso seria.

- ¿Cómo puedes pensar eso, Natalia? - le dijo con preocupación.

La morena estalló en una carcajada enorme.

- Te estaba vacilando, nena. ¡Has caído de lleno! - la picó, sin dejar de reírse.

- ¿Seguro?

- ¡Pues claro! Si solo estuvieras conmigo por una cosa sería por mi maravilloso sentido del humor, no por el sexo - le guiñó un ojo.

- Eres imbécil - le golpeó el hombro.

Natalia agarró su mano tras el impacto y entrelazó sus dedos.

- Pero me quieres - le dijo con dulzura.

- Menos mal que eres guapa - chasqueó la lengua.

- Y que follo bien - le recordó, haciendo que rodara los ojos.

- Y que eres graciosa.

- Y muy lista.

- Y muy creída - rodó los ojos-. Que te encanta que te eche flores.

- Sobre todo porque son de verdad - la besó, con una sonrisa ladeada.

- No tienes ningún remedio, Natalia.

- No me hace falta - murmuró dejando besos ahora por su cuello.

- Ay, Nat, el tren - exclamó, al revisae la hora en el móvil.

- Jo, ya son las doce otra vez, Cenicienta - se lamentó con un pucherito, que la rubia imitó.

En la estación, la pareja volvió a despedirse con efusividad.

- Nos vemos en dos semanas.

- Deja de repetirlo - pidió la más bajita.

- Se pasarán rápido, ya verás.

- Eso espero. Pásalo bien, disfruta mucho...

- Pareces mi madre cuando me iba de campamentos - se burló Natalia-. Hiz michis imigis.

- Nat, no me digas eso. ¿Sabes qué? Ahora, con lo que me has dicho, no te voy a echar nada de menos - se cruzó de brazos-. Ya hemos estado dos semanas sin vernos y no se ha acabado el mundo.

- No te lo crees ni tú. Además, yo quiero mi despedida bollodramática, Albi.

- Tira, anda, que vas a perder el tren - la apremió.

- No, así no me voy. Dime que me quieres y dame un beso con bien de lengua y dramatismo - exigió.

- Nat, deja de hacer el tonto, sale el tren en diez minutos.

- Pues ya sabes - se cruzó ahora ella de brazos.

- Ay, de verdad, eres un personaje - rió y se lanzó a besarla.

Natalia correspondió apasionadamente y se separaron con un suspiro.

- Te quiero, Nat.

- Te quiero, Albi.

¿Vamos a estar a distancia para siempre?

Esa pregunta, aunque no formulada, les rondaba en la cabeza a la dos. Las despedidas cada vez pesaban más y las fantasías de una vida sin cientos de kilómetros de por medio se habían hecho hueco en sus pensamientos.

Y se agrandaban, sin control alguno, tras cada sonrisa a través de una pantalla.

- Te estoy echando mucho de menos - murmuró la morena, por videollamada.

- Y yo, Nat... He pensado que quiero escaparme contigo a algún sitio bonito - propuso Alba.

- ¿De vacaciones?

- Sí.

- ¿Tú puedes pedirte unos días? Que podamos disfrutar una semana seguida por lo menos...

- Puedo preguntar, sí - sonrió, encantada con la idea.

- Si me das una fecha yo lo organizo todo - le aseguró, ilusionada.

- ¿De verdad?

- Claro. Pero tiene que ser antes de que llegue julio y agosto, que es cuando más conciertos tengo.

- Albi, me hace mucha ilusión - le confesó entusiasmada.

- Y a mí, nena. No sabes cuánto.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now