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El primer día oficial de convivencia pasó entre cajas y orgasmos, tal como tenían planeado.

- ¡Ya! - gritó Natalia al terminar de colocar el contenido de su sexta caja.

Se dirigió hacia al dormitorio, donde Alba seguía desembalando cosas. La abrazó por detrás, haciendo que dejara en el suelo lo que tenía en las manos para prestarle toda su atención.

- Ya estoy - le susurró al oído y dejó un lametón en la zona.

- No te he visto tan productiva nunca - rió la rubia, girándose para besarla, mientras que las manos de su clic se posaban en su culo para que enredara las piernas en su cintura.

- Con este incentivo todo se me da mejor. Podríamos extenderlo a las tareas de la casa - le guiñó un ojo y mordió su labio inferior.

- Podríamos, sí. ¿Dónde vas a querer disfrutar de tu premio?

- En la ducha, que estamos sudando como unas cerdas.

- ¿Por qué será? - ironizó la cantante.

Se desnudaron a la velocidad de la luz y, bajo el chorro del agua más bien fría de la ducha, Alba le hizo llegar al clímax con sus dedos.

- Me encanta este juego - dijo Natalia con una sonrisa pícara mientras se secaba con la toalla.

- Ya puedes ir relajando el ritmo porque no voy a llegar viva ni a la hora de comer, mi amor - protestó, contando una decena de orgasmos entre las dos en la mañana que llevaban.

- Ya... igual sí que había demasiadas cajas, ¿no? - se mordió el labio, valorando el panorama.

- Pues sí, es que tengo muchas cosas, baby.

- Ya lo estoy viendo, no sé dónde vamos a meterlo todo - se pasó la mano por el pelo-. Suerte que estoy aprovechando para hacer aún más limpieza.

Esa misma tarde, Alba estaba colocando sus cosas en el armario del baño cuando le sonó el móvil.

Cuando colgó, con una sonrisa de oreja a oreja, se dirigió al salón donde su clic colocaba algunos discos de Alba.

- ¿Otro? ¿Ya? - flipó Natalia, alucinada con su velocidad y la agarró de la cinturilla del chándal-. Ven aquí.

- No, Nat - la frenó-. No es eso...

- ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan contenta?

- Puede que no te contara una cosita para no gafarla - se hizo la interesante.

- ¿El qué? Es bueno, ¿no? Dime que es bueno.

- Es muy bueno. ¿Te acuerdas de la lista que me pasaste con sitios para cantar?

- Claro - le asomó a Natalia una sonrisilla al imaginarse por donde iban los tiros.

- Pues estuve llamando y enviando correos y vídeos a casi todos... Y tengo una oferta casi cerrada.

- ¿En serio? - la achuchó con fuerza y le llenó de besos la mejilla-. Buah, Albi, eso es genial. Cuéntamelo todo ya.

La propuesta era cantar semanalmente en un hotel, a piano y voz, los fines de semana. En un par de semanas harían una noche de prueba y, si todo iba bien, Alba tendría contrato para toda la temporada.

- Eres la mejor - la besó Natalia-. Verás como va a ir genial.

- Dios, es que no podríamos haber empezado esto mejor, ¡que ya tengo dónde cantar, Nat!

- Espero que tengan una barra bien larga y sillas cómodas para mí. ¡Qué ilusión, mi amor!

Con esa genial noticia, afrontaron el resto de la mudanza con energías renovadas.

- Hola, Wonka - la llamó María, al día siguiente-. ¿Cómo vas con tus nuevos inquilinos?

- Ay, genial, Mari. Ya tenemos prácticamente todo colocado y esto no se ha parecido tanto a un hogar nunca, en serio.

- Bueno, bueno, qué blandita te veo, ¿no?

- Solo un poquito.

- Un muchito - corrigió-. Oye, yo llamaba porque me parece que tres días de nidito de amor e intimidad son más que suficientes. Os quiero mañana a las ocho en el bar de Damion.

- ¿En el bar de Damion?

- Sí, poneos bien guapas, que hay fiesta sorpresa.

- ¿Y si es sorpresa por qué me lo dices?

- Porque es para Alba, no para ti, pedazo de egocéntrica. ¿O ya te has olvidado de la fiesta de bienvenida?

- No, no. Claro que no. Allí estaremos, tía - confirmó sonriente.

- Así me gusta. No seais muy puntuales tampoco que seguro que se nos va el tiempo.

- Menuda organización - se burló Natalia.

- Haber escogido otros amigos, Wonka.

- Ni de coña. Seguro que a Alba le hace muchísima ilusión y a mí también. Sois los mejores, de verdad.

- Anda, anda, no es para tanto - se quitó méritos-. Te dejo para que sigas follando, pelota.

- ¡Mari, tía!

- ¿Es mentira acaso?

- No, pero...

- Disfruta cabrona, nos vemos mañana.

- Nos vemos mañana - se despidió la morena, antes de colgar.

Cuando al día siguiente Alba entró en el bar y vio a toda esa gente gritándole "Bienvenida" en coordinación con explosiones de confeti del chino, no se lo podía creer.

En ese bar enano había mucha más gente de la que ella conocía y absolutamente todos tenían una sonrisa de oreja a oreja para recibirla.

Le entró la vergüenza y se pegó a Natalia, que rodeó su cintura con sus brazos y la alzó en el aire.

- Bienvenida a tu casa, mi amor - el beso que vino tras esas palabras desató la euforia de su, ya de por sí, animado público.

- Deja para los demás, Lacunza - le recriminó obviamente María-. Bienvenida a Pamplona, furby.

El pequeño local, decorado hasta los topes y con música de DJ Amores de fondo, fue el mejor contexto para que la recién llegada pudiera ir entablando conversación con la gente y soltándose cada vez más de la mano de su clic a medida que la barra libre de cerveza hacía efecto en su organismo.

Los asistentes se le acercaban de grupito en grupito, haciendo que se sintiera totalmente integrada. Natalia controlaba desde la distancia que todo fuera bien y se iba acoplando a las conversaciones de vez en cuando.

Las noches mágicas | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora