Comieron entre risas, con Natalia más relajada y Alba también. Cada vez se sentía más a gusto en ese grupillo, que le estaba regalando una sobremesa tan eterna como divertida.
Sacaron unas cartas y pronto surgieron los piques.
- Nena, ¡que no me espíes! Te estoy viendo - se escondía la rubia de su mirada.
- Solo quiero un besito - disimuló la navarra poniendo morritos.
- Sí, un besito cada vez que te toca tirar. ¡No seas tramposa! - la apartó.
- ¿Tramposa yo? - frunció el ceño.
- Sí, sí, tú - secundó Marta-. Que son muchos años ya, Nataliuca. Deja a tu novia jugar.
- Es que me va a ganar - protestó.
- Y a ti no te gusta perder ni a las canicas - le tiró Damion una servilleta a la cara.
- ¿No decías que eras la mejor? - vaciló Alba-. Pues no juegues sucio, baby.
- Eso, eso - apoyó África-. Muerde el polvo, Lacunza. Perdedora.
- Ay, ¿a quién vamos a picar cuando te vayas a Madrid, Wonki? - preguntó melancólica la Mari, haciendo un puchero.
La morena se había encargado de informar a todo el mundo de su inminente mudanza, convencida como estaba de que iba a ser ella la que se fuera a la capital.
Pero ya no era así.
Natalia miró a su clic, se sonrieron y Alba asintió, dando pie a que les diera la noticia.
- Hablando de eso... - empezó la pelinegra-. No me voy a ningún lado.
- ¿Cómo que no?
- Eso era lo que nos tenías que contar, ¿que te has echado atrás? ¿Por qué? - se lamentó Africa.
- No exactamente. Va a venir Alba a vivir aquí, así que ya os podéis ir acostumbrando a la parrillada de verduras - anunció con una sonrisa enorme.
- ¿No te vas? - se ilusionó María.
- No me voy.
- Ay, venid aquí las dos - lanzó las cartas la anfitriona para levantarse a abrazarlas.
Todos se alegraron por la noticia y no se cansaban de decirle a Alba lo bien que se lo iba a pasar en Pamplona con ellos.
- ¡Pues la fiesta sorpresa de despedida tendrá que ser de bienvenida! - confesó Marta.
- ¿Ah, que iba a tener fiesta y todo?
- Claro, Wonka, con DJ Amores poniéndote música pepina - chuleó Pablo.
- Pues ahora tendrás que preparar setlist para Alba.
- Yo te paso una lista de imprescindibles, Pablo - rió la rubia-. Bien de mamarracheo.
- ¿Y te harás la sorprendida cuando te la hagamos? - pidió África.
- Por supuesto.
La conversación derivó rápidamente hacia las futuras rutinas de la pareja y lo que iba a tener que aguantar Alba, según ellos.
- Ici me ha contado un millón de veces que cuando vivía con ella se pasaba el día regañándole por dejar los calcetines apestosos por toda la casa.
- ¡Mari, no inventes! - amenazó Natalia.
- ¡Es verdad, a mí también me lo contó! - se unió Marta-. La de dinero que gastaba en ambientador, una pobre estudiante de ingeniería gastándose la paga en librarse de la peste a queso azul...
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Las noches mágicas | Albalia
FanfictionAlba canta todos los viernes en un hotel madrileño. Natalia se aloja allí precisamente un día de concierto. Y no puede apartar los ojos de ese ángel que brilla en el escenario.