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A la rubia se le cortó la respiración en cuanto se activó la cámara de su clic.

- Hola - saludó, con voz más que sugerente la morena, mientras se masajeaba el cuello con sensualidad.

- ¿E-estás desnuda? - preguntó Alba, mirando la imagen y tratando de imaginar aquellas partes de su cuerpo que no salía en el encuadre.

- Nop. Llevo tu tanga favorito. ¿Quieres verlo?

- Sí - afirmó en un tono que le salió mas agudo de lo normal.

La navarra se alejó de la cámara y caminó de nuevo hacia ella, como si estuviera en una pasarela.

Alba se mordió el labio y suspiró.

- ¿Cómo puedes estar tan buena, Nat? No me lo explico.

La navarra rió, sin dejar de contonearse, y a Alba le pareció aún más sexy. Como una autómata, se quitó la camiseta y llevó la mano a su pecho, acariciándose con delicadeza.

Natalia se acercó al móvil para poder recrearse mejor en esa imagen.

- Uf, Alba, me pones tanto - gruñó, acomodándose en su colchón y llevando la mano a su centro, por encima de la tela.

- Como te mordería esa clavícula ahora mismo, nena - se relamió Alba, sin dejar de masajearse los pechos, con las dos manos.

- ¿Solo la clavícula? - jugó Natalia y se pellizcó un pezón.

- Sería un comienzo - rectificó, con una risita.

- Quítate los pantalones - exigió.

- ¿Eso quieres? - se hizo la interesante Alba, bajando la cámara y se dio la vuelta para enfocar esa parte de su anatomía.

- Me encanta tu culo - se relamió, colando sus dedos por el interior de su tanga-. Déjame verlo.

- Deja de tocarte mientras me desnudo. Si yo tengo las manos ocupadas, tú tampoco las puedes usar.

- No te tenía por una egoísta - protestó.

- Saca las manos de ahí, Nat. O no empiezo.

- Vale, vale, mandona - obedeció.

La ilicitana jugó con la cinturilla de ese pantalón vaquero que le quedaba como un guante. Movió el culo con lentitud, girando la cabeza como podía para ver la cara de deseo absoluto de su clic.

El pantalón iba bajando, junto con la ropa interior a la vez que la respiración de Natalia se aceleraba más y más. Había disfrutado de ese espectáculo decenas de veces en vivo y en directo, pero no se acostumbraba. Ni siquiera los píxeles le bajaban la intensidad al momento.

- Alba... Me encantas.

- ¿Satisfecha? - le preguntó, ya desnuda.

- Muchísimo, baby. Estoy chorreando, te lo juro - informó, volviendo a tocarse.

- Te creo - se volvió a acercar al móvil-. Ese tanga sobra.

- Pero si te encanta - vaciló la morena, jugando con el elástico del mismo.

La ilicitana estaba entrando en combustión. El cuerpo escultural de su chica no necesitaba lencería para destacar, pero ese tanga negro realmente le resaltaba su anatomía de una manera que...

- Me encanta verlo en el suelo.

Natalia le regaló una risa sensual y se deshizo de la prenda, dejándola deslizarse por sus piernas kilométricas.

Alba ya tenía sus manos ocupadas, una tirando de su pezón y la otra causando estragos en su centro.

La navarra la imitó, recorriendo sus pliegues con dos dedos.

- ¿Las dos a la vez? - propuso la rubia.

- Pero si no me aguantas el ritmo, nena - picó Natalia.

- Eres... - murmuró entre dientes, poniendo los ojos en blanco.

- ¿Qué soy? - la provocó, con una sonrisa de suficiencia.

- Una hija de puta - soltó, clavándole la mirada.

La navarra subió el ritmo de sus estocadas, más que excitada.

- Uf... Un dedo más, Alba... Más fuerte.

Ambas podían escuchar el sonido de sus dedos chapoteando en sus respectivas intimidades.

- Baja la cámara y acércate, quiero verte bien - demandó la rubia.

Unos minutos más tarde, Natalia llegó al orgasmo, desatando el de la rubia poco después.

Recuperaron el control de la cámara, volviendo a enfocar sus rostros sofocados por la intensidad del momento, para dedicarse una mirada cargada de placer.

- Me encanta tu carita de orgasmo - piropeó Natalia-. Esos labios brillantes y entreabiertos, las chispitas en tus ojos...

- Pues anda que la tuya, ligona perdonavidas... - se mordió el labio-. Me dan ganas de coger el coche y plantarme en tu casa para hacerte gritar mi nombre hasta que te quedes afónica.

- Uy, uy, uy - rió la morena-. No crees esa necesidad, que me hago ilusiones y luego no vienes.

- Tú no pierdas la esperanza - le guiñó un ojo, vacilona.

- ¡Qué mala persona! No vale jugar así con mis sentimientos, Albi - puso un pucherito.

Cuando casi cinco horas después sonó el timbre de su casa, lo último que se esperaba Natalia era que fuera ella.

- Te dije que no perdieras la esperanza.

- ¡Mi amor! - exclamó, sonriendo todo lo que le permitían los músculos de su cara.

Atrapó su pequeño cuerpo entre sus brazos y la alzó para dar vueltas, emocionada.

- Bájame, Nat, me vas a matar - decía la rubia entre risas.

- Es que no me lo puedo creer - frenó, sin bajarla al suelo.

La ilicitana rodeó su cuello con los brazos y la besó intensamente.

- No lo he podido evitar - confesó sin moverse ni un milímetro del filo de su boca.

- ¡Qué puta felicidad!

- No sabes la adrenalina que llevo encima, no me aguantaba ni yo metida en el coche.

- Menuda paliza, estarás super cansada - le rozó la nariz con la suya.

- Cansada vas a acabar tú, ya te lo he advertido antes - le lamió el labio inferior sensualmente.

Natalia la llevó a la cama. Y la ilicitana cumplió su palabra.

- Alba, Alba - gemía tirando del pelo de la rubia, quien recorría sus pliegues con la lengua-. Me corro, Alba.

Y explotó, exhausta. La rubia escaló por su cuerpo, relamiéndose una sonrisa victoriosa.

Natalia se lanzó a sus labios, deleitándose con su propio sabor.

- Te quiero, Albi.

- Y yo, amor. Mucho - le cubrió la sonrisa de besos enanísimos.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now