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Casi dos meses después, a finales de mayo, las dos daban vueltas por el aeropuerto en busca de su puerta de embarque.

- No me creo que vayamos a ir en avión.

- Tampoco te pienses que vamos al Caribe, ¿eh? - intentó bajarle las expectativas la rubia, para evitar decepciones.

- Sea donde sea me va a gustar, Albi - la besó, tras colocarle el flequillo.

- Eso espero.

Encontraron la puerta correspondiente y a Alba le fue imposible evitar que la morena viera la pantallita que se chivaba de su destino.

- ¿Ibiza, en serio? ¿Nos vamos de fiesta? - se sorprendió, alzando una ceja.

- No, exactamente. Aunque podríamos ir a desfasar un día si nos apetece...

- ¿Entonces? - frunció el ceño, confundida.

- No hay que ser muy listo, Nat... Mucha ingeniería pero luego de geografía poco - la picó-. Piensa, venga.

- ¿Formentera? - adivinó, Alba asintió sonriente-. ¡Qué guay, me encanta!

- ¿Has estado?

- No, pero me flipa. ¡Qué ganas! - celebró, achuchándola con efusividad-. ¿Tú has estado?

- Tampoco.

- Nos tocará descubrirla juntas, entonces.

- Lo estoy deseando.

De la mano, recorrían el enano pero acogedor Airbnb en el que iban a pasar su semana de vacaciones.

- ¿Es a tu medida? - bromeó Natalia-. ¿La casita de Pin y Pon?

- Imbécil. He elegido este por algo, ¿sabes?

- ¿Ah, sí?

- Sí - abrió la puerta del dormitorio-. Tachán. ¡La cama apta para el presupuesto más grande de toda Formentera! King size, ¿eh? Ocupa más que el salón.

- Me gusta como piensas, nena - la felicitó, con una pícara sonrisa.

- Prioridades - le guiñó un ojo.

Poco tardó Natalia en tumbarla sobre el colchón y empezar a besarla.

- Gracias por traerme a este paraíso - le susurró Natalia entre besos-. Estoy segura de que vamos a pasar la mejor semana del mundo.

- ¿Y cómo estás tan segura? - preguntó pícara, con la voz rugosa que sabía letal para la morena.

- Me iba a poner romántica, ¿sabes? Pero, bueno, ya veo que no lo valoras así que... - susurró a la vez que le quitaba la camiseta y se lanzaba directamente a sus pechos.

- Sí que lo valoro, Nat - intentó sonar seria a pesar de las atenciones de su chica, que le aceleraban las pulsaciones-. ¿Qué ibas a decir?

La navarra negó con la cabeza y atrapó su pezón con los dientes.

- Tarde - gruñó, dedicándole una mirada abrasadora.

Subió de nuevo a su boca, conquistándola una vez más, mientras sus manos se movían tratando de deshacerse del resto de su ropa.

Alba también se ocupó de desnudarla, sin ninguna prisa, recreándose en el cuerpo perfecto de su clic.

Apenas llevaban una hora en esa isla pero ya parecía que el tiempo pasaba más lento; que las manos recorriendo piel, las lenguas mezclándose y el incesante aumento de temperatura era lo único que existía en ese momento.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now