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Pocos minutos más tarde, entró Natalia por la puerta del local y buscó con la mirada a su clic, que le sonrió en grande desde lejos.

Cuando llegó a la barra y tomó asiento en uno de los taburetes altos, le sorprendió una voz más que conocida.

- ¡Pero bueno, si es Natinat la desaparecida! ¡Qué casualidad! - se acercó la nueva, desde el otro lado de la barra.

- Alicia... no puede ser - murmuró Natalia, llevándose una mano a la cara.

¿Qué posibilidades había?

- Uy, veo que no te alegras mucho de verme, morena - le apartó la mano del rostro con delicadeza-. No entiendo por qué, si tú y yo somos buenas amiguitas.

Alba, que había contemplado la escena, no supo más que negar con la cabeza y abrir la boca sorprendida. Pero no movió ni un músculo, sino que esperó a ver cómo se desarrollaba el encuentro.

- Ali... ¿No había más bares en toda Pamplona?

- Oye, que yo trabajo aquí, eres tú la que has venido a mi terreno, Lacunza. No me has echado de menos nada, ¿no? Porque ni una llamadita, ni un mensajito...

- La verdad es que no, ni un poquito te he echado de menos. Vengo a ver a mi novia.

- ¿A tu novia? - frunció el ceño y, sin perder la sonrisa, teatralizó-. Y, finalmente, la chica dura Natalia Lacunza cayó en las redes del amor. ¿Y quién es la afortunada, cariño?

- Pues yo - murmuró Alba justo detrás de ella, causando el shock de la pelirroja.

- ¡No me jodas! ¿En serio? Buah, Nat, pues te entiendo perfectamente. Esta chica es increíble y solo la conozco de un día. Bueno, y a ti también te entiendo, Alba. A Lacunza la conozco yo desde que éramos unas crías... Siempre fue así de espectacular. Todo natural.

- Qué fuerte... - se mordió el labio Natalia y Alba asintió.

- Toma, anda, una cervecita para digerir la sorpresa - le plantó Alicia un botellín delante, entre risas.

- ¿Te hace gracia?

- Muchísima. El mundo es un pañuelo, ¿verdad, compi? - le rodeó la cintura con el brazo.

- Yo estoy flipando todavía.

- Y yo, y yo. Qué inoportuna eres Nat, yo que pensaba que había encontrado mi crush en este bar... Y resulta ser tu chica - se lamentó.

- Tu crush número mil en este bar, ¿dices? - apuntó Alba, alzando una ceja.

- Mil ya, ¿tú crees? Que llevo solo dos días. Y ahora me tendré que buscar otro, ¿no os doy pena? - se hizo la inocente.

- ¿No te calmas nunca?

- Nunca - afirmó Natalia por la pelirroja.

- Anda, me voy a a atender a ese grupillo y os dejo intimidad para que cuchicheéis sobre mí. ¡Qué duro el cartel de "la ex", con lo maja que yo soy! - dramatizó.

En cuanto Alicia desapareció hacia la otra punta de la barra, ambas se miraron.

- Me lo tendría que haber imaginado - empezó Alba a enumerar-. Alicia, pelirroja...

- Ligona profesional... Sí, ahora que lo pienso encajaba bastante. Madre mía, amor...

- Que tu ex es mi compi de curro. ¿En qué momento?

Unos clientes reclamando la atención de la rubia interrumpieron la conversación.

Natalia observaba el panorama, apenas pudiendo contener una risa incrédula. Su clic y su primera novia, su clic y su ex-follamiga, mano a mano en la barra de ese bar.

Alba, por su parte también le daba vueltas a la cabeza mientras ponía las copas que le acaban de pedir. Le había sorprendido la manera tan abierta en la que Alicia no había dudado en confirmarle a Natalia su interés en ella o la cercanía con la que se hablaban.

Esa chica no tenía vergüenza ninguna y el hecho de verla venir desde lejos parecía que, de alguna manera, hacía la situación mucho menos violenta en cierto sentido.

- ¿Era ella la de los mensajitos del último día que nos vimos? ¿Cuánto hace? ¿Un año? - le preguntó Alicia a Natalia.

- Un poco más. Sí, era ella.

- Como lo sabía, Nat. Babeabas de una forma... Te veo feliz.

- Muchísimo, Ali, en serio - se sinceró.

- Y ella también, ¿eh? No paraba de mirar el reloj esperando a que llegaras, en plan Cenicienta.

- Estamos muy bien, viviendo juntas, con dos gatos y todo...

- Madre mía, mi pequeño padawan... cuánto has crecido - le revolvió el pelo y Natalia le apartó la mano, chasqueando la lengua en protesta.

- ¡Y tú qué poco, desgraciada! Directa a por mi amor, no sabes nada... - se la devolvió.

- Sabes que siempre he tenido un gusto exquisito. Y tu chica, ¡madre mía!

- Cuidadito, ¿eh? Que tienes un peligro...

Alba escuchaba sus risas y veía de lejos esa complicidad que compartían. Era extraña y no la había visto nunca en nadie más. Seguramente sería por la cantidad de fases distintas por las que habían pasado en su relación.

- ¿Quieres la última, amor? Vamos a empezar a hacer la caja - se acercó a dónde estaban.

- Quiero un besito - le puso morritos Natalia y se asomó a la barra para que la ilicitana llegara a sus labios.

- Estábamos hablando tu novia y yo de la fecha de la boda. Me vais a invitar, ¿no? Que ahí se liga un montón...

- ¡Qué boda, Ali, no líes!

- Anda, venga, vamos a contar dinero, chica nueva. A ver qué tal se te da - la apremió Alba.

- ¿Pero me invitarás o no? Alba, soy tu compañera de trabajo y puedo hacer de testigo del momento exacto en que se encoñó de ti... Mira, salía yo de la ducha en bolas y...

- No quiero detalles - la frenó la rubia, abriendo mucho los ojos.

- Bff, ¡qué aburrida! - bufó la pelirroja.

Con el pasar de los días y los turnos que compartían, la relación entre Alicia y Alba fue evolucionando a una bastante cómoda, aunque no faltaban comentarios sobre Natalia o algún que otro piropo que a la pelirroja se le escapaba más que intencionadamente, la ilicitana ya lo tenía normalizado.

Alba comentaba con su clic los avances y ambas trataban de hablarlo con la mayor naturalidad, sabiendo que la personalidad de la pelirroja a menudo podía ser demasiado arrolladora. Y cuando Natalia estaba presente, las fichas volaban en todas las direcciones y en ninguna a la vez, puesto que Alicia ya tenía una más que abultada colección de crushes, que también requerían de su atención.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now