17

8.4K 689 71
                                    

- Para ti, pa quién si no - le dedicó Alba la última canción con un guiño de ojo, el viernes siguiente.

Natalia sonrió y simuló un teatral desmayo, causando una carcajada contenida en la rubia.

- Qué feliz te veo - observó al llegar a la barra, dándole un pico.

- Es que la cantante me ha dedicado su canción más bonita - le explicó con secretismo.

- Uy, eso es de primero de ligar, Nat.

- ¿Tú crees que le gusto? - le acarició el cuello.

- Fijo que le gustas.

Natalia humedeció su labio inferior y a Alba le faltó tiempo para atraparlo entre los suyos.

- Mm... Parece que sí, le gusto un poco.

- Aprovecha entonces, Lacunza.

Ya en la habitación, Natalia atrapó el cuerpo de la pequeña entre uno de los muebles y sus brazos. Sin escapatoria, la rubia se dejaba acariciar por esos dedos largos que ya la conocían increíblemente bien. Ella tampoco se quedaba atrás, deshaciéndose de la americana de la navarra y desabrochando los primeros botones de su camisa.

- Te queda increíble este vestido - susurró en su oído, recorriendo sus curvas.

- Es nuevo.

- Lo sé - lamió ahora su cuello-. ¿Cómo se quita?

Alba rió por la impaciencia de la más alta y se giró para que pudiera bajar la cremallera.

Natalia fue besando la piel al descubierto, hasta encontrarse en la parte cercana al hombro con unos arañazos y marcas que ciertamente no eran suyas.

Otra vez.

Se mordió el labio y cerró los ojos. Recordó las palabras de María.

Pregúntale como quien no quiere la cosa.

Suspiró.

- Has tenido una semana movidita, ¿eh? - dejó caer con toda la indiferencia que supo.

- ¿Yo? ¿Por qué lo dices? - giró la cara Alba para mirarla.

- Unos arañazos preciosos - los repasó con los dedos, intentando sonar despreocupada.

- Son del martes, creo - apuntó.

- Ah.

El sonido salió de la boca de la morena como una derrota. Algo se le retorció dentro.

En la mierda, Natalia. Estás en la mierda.

- ¿Todo bien? - se volvió del todo la rubia, poco acostumbrada a ese tipo de respuestas secas de parte de la navarra.

- Sí, sí... Puedes hacer lo que quieras, por supuesto.

Contestó con rapidez, alzando las manos.

- ¿Y tú?

- Yo también, claro.

Se quedaron en silencio, mirándose simplemente.

Bajo la indiferencia que ambas querían mostrar, se escondían sensaciones totalmente contrarias.

Las terceras personas. Nunca habían hablado de ello, de la misma manera que habían obviado cualquier tema relativo a los términos de su relación.

Igual había llegado el momento.

- ¿Y lo haces? ¿H-hay alguien más? - fue Alba la que preguntó, finalmente, incapaz de dejar pasar la oportunidad.

- No. Había, las primeras semanas, pero ya hace mucho que no... Pero tú puedes hacer lo que quieras, ¿eh? - se encargó de enfatizar, no quería condicionarla.

- Nat, tengo una gata. Se llama Queen y es bastante fan de mi espalda. Me extraña que no te hayas dado cuenta antes, la verdad.

Natalia no reaccionó, en un principio. Segundos después soltó una carcajada.

- Una gata. ¿Entonces...?

- Solo me apeteces tú.

Lo soltó sin filtro y se agobió, de repente. La morena lo notó.

- ¿Qué pasa? - le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y la miró, más adentro que nunca.

- No tiene sentido este... enganche tan fuerte. Me asusta, ni siquiera te conozco.

La morena se llevó la mano al pecho, haciéndose la ofendida y tiró de la mano de Alba hacia la cama, dejándola sentada en el borde.

- ¿Ese es el problema? ¿Que no me conoces? Tiene fácil solución.

Sacó una infaltable botella de albariño de la nevera y llenó dos copas para después sentarse justo a su lado.

- Primero, brindemos por las noches mágicas - chocaron sus copas y bebieron el primer sorbo sin dejar de mirarse-.Y ahora, ¿qué quieres saber de mí?

La rubia aprovechó la ocasión para conocerla más y Natalia hizo lo propio, acribillándola a preguntas.

Cada anécdota o dato curioso desencorsetaba el ambiente, convirtiendo la tensión que arrastraban en una velada distendida por las confesiones.

- No te pega nada - rió Alba escandalosamente.

- Oye, pero no te rías de mí, maldita. Tengo un poquito de trauma con eso.

- Yo que te imaginaba conduciendo una moto gigante, preciosa y super sexy. Toda imponente vestida de cuero...

- Pues suspendí. Bueno - rectificó, con el dedo en alto-, me suspendieron el examen cinco veces. Así que ni moto, ni coche, ni nada. Paso.

- Vaya, tú siendo torpe para algo. ¿Quién lo diría? - picó Alba, tratando de contener la risa.

- ¿Quién lo diría, no? Con la buena fama que tengo... - volvió la morena a su actitud seductora.

Dejó las copas de ambas en la mesita y atrapó los labios de la rubia entre los suyos, posando una mano en su cuello.

- Ahora que sé que eres una feminazi de cuidado me gustas un trillón de veces más - confesó tirando de su labio inferior para después humedecerlo con su lengua.

- Yo estoy deseando que me demuestres la flexibilidad que te dio el ballet - apuntó la cantante, ocupándose de deshacerse de la camisa de la otra, que le estorbaba.

- Vas a flipar - le guiñó un ojo la pelinegra, con una sonrisa chulesca que la ilicitana convirtió en gemido cuando buscó su sexo con los dedos, por encima de la ropa.

- Eso espero.

Un total de cuatro asaltos las dejaron jadeando, sudadas y enredadas en las sábanas blancas de esa habitación de hotel, que ya era un poco suya.

Las caricias de Natalia recorrían una y otra vez el torso de la cantante, sin rumbo fijo. Alba hacía lo propio con la piel de su espalda.

- ¿Te vas pronto mañana?

- Sí - puso su mejor puchero la morena y Alba le dio un pico-. Aunque me quedaría aquí todo el fin de semana.

- ¿Y por qué no lo haces?

- ¿A ti te apetecería? - preguntó, a la rubia le sorprendió el atisbo de duda que recorrió a la navarra por un instante.

- Claro, Nat - afirmó con obviedad.

- Pues puedo... puedo organizarme y dejarme libre el fin de semana que viene, por ejemplo - propuso.

Alba sonrió con ganas y le besó el hombro.

- Me parece bien. Podrías, si quieres, quedarte en mi casa - fue ella la que habló con la boca pequeña esta vez-. Te tiene que estar costando una fortuna tener esta habitación cada semana y...

- Eso no es un problema - le restó importancia Natalia-. Pero acepto tu propuesta. Los hoteles siempre me han parecido muy fríos. Por lo menos, antes de que aparecieras tú.

Lo que dijo y la manera en que lo dijo dejó a las dos desconcertadas. Como si de repente fuera demasiado evidente que el juego de cuerpos sin etiquetas que se traían se había colado por una rendija un poco más profunda.

Las noches mágicas | AlbaliaKde žijí příběhy. Začni objevovat