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Al día siguiente, después de desayunar, con Marina y Rafi en la playa, fue el momento de dar el paso.

- Te dejo tranquila, ¿vale? Estoy en el salón - besó Alba su frente, para irse, pero Natalia atrapó su muñeca.

- Quédate, por fa - le puso un puchero.

- Claro, como quieras.

Al tercer tono, fue María Sanabdón la que descolgó el teléfono fijo.

- ¡Hola, hija! ¡Cuánto tiempo! - ironizó, pues normalmente no se llamaban precisamente a diario.

- Hola, mamá. Es que... es que ayer se me olvidó deciros algo - se mordió el labio, Alba le acarició la pierna y Natalia entrelazó sus manos.

- Dime, cariño.

- Pues te dije que estaba de vacaciones en Elche, ¿no? Pues... pues estoy en casa de... de mi novia.

- ¿En casa de tu novia? - repitió su madre, extrañada.

- Sí, ya sé que nunca hablamos de estas cosas pero... Se llama Alba y es... es bisexual. Y, bueno... yo también - soltó con una risa nerviosa por lo desestructurada y sin sentido que le había salido la frase.

Alba le sonrió y Natalia hizo lo mismo, suspirando mientras esperaba respuesta al otro lado de la línea.

- Natalia, mi amor, ¿y me lo dices así? ¿De sopetón y por teléfono? - en su tono no detectó ni un ápice de decepción ni demasiada extrañeza, tan solo algo de sorpresa.

- Pero que... ¿que te parece, mamá?

- ¿Que me va a parecer, chiqui? Me parece muy bien... Todo. ¿Tú estás contenta?

- Mucho, mami. Ya llevamos un tiempo juntas y estábamos en una relación a distancia pero ahora vamos a vivir juntas en Pamplona, en mi casa. Bueno, nuestra casa. Ya sé que son muchas cosas nuevas... - admitió.

- ¿Y por qué no venís un día, comemos los cuatro y nos lo cuentas bien? Que así es muy frío, cariño...

- Eh... vale. ¿Se lo puedes decir tú a papá? - se mordió el labio.

- Papá ha estado escuchando todo el rato, Natalia. No ves que en el fondo es un cotilla - rió.

- ¿Cómo? - abrió los ojos como platos-. ¿Y qué dice? ¿Se lo ha tomado bien?

- Dice que ya lo sabía y que se te notaba mucho que estabas enamorada - le retransmitió las palabras de su marido.

- ¿Ah, sí?

- Muchísimo, hija - exclamó Mikel, para que le oyera-. Estamos muy contentos de que estés feliz.

- También... también tengo un gato, bueno, tenemos dos.

- Madre mía, ¿algo más? ¿Vamos a ser abuelos? - subió la apuesta María, en vista de todas las novedades.

- No, no, creo que ya está. ¿No? - le preguntó a Alba, que asintió sonriente-. Sí, ya está.

- Pues en cuanto se mude tu novia, tú nos llamas y os vamos a buscar.

- Alba tiene coche, mamá. No hará falta.

- Ay, con la ilusión que nos hacía siempre a nosotros recogerte como si fueras un bebé - lamentó su madre, en broma.

- Bueno, pues ya no lo soy.

- Ya lo vemos, ya. Estamos muy orgullosos de ti, cariño. Eres una persona maravillosa y nos alegra mucho que nos cuentes todo esto. Que nos cuentes tus cosas.

- Ay, mamá, os quiero muchísimo.

- Y nosotros a ti - le correspondió antes de finalizar la conversación.

- Estoy muy orgullosa de ti, baby - le susurró Alba antes de envolverla en un abrazo infinito.

- Ellos también, Albi - le dijo con un hilo de voz y brillito en sus ojos-. No era para tanto.

- Pues claro, amor. Era solo romper la barrera de la comunicación... Ahora ya está.

- Ya está. Ya lo saben todo - suspiró.

- Pero todo, todo - rió la rubia-. Me ha encantado que me hayas sacado del armario a mí antes que a ti. "Mi nivii is bisixiil y yi timbiin". Maravilloso.

- No te burles, cabrona - le golpeó el hombro, riendo también-. Estaba nerviosa.

- Lo has hecho perfecto, nena, de verdad - le besó la nariz.

Natalia la agarró de la cintura para que dejara su silla y se sentara en su regazo.

Alba, encantada, la llenó de besos con todo el amor que tenía dentro.

- ¿Sabes que estamos solas? - ronroneó Natalia.

- ¿Ahora quieres? - rió la rubia.

- Siempre quiero. Y he estado muy en tensión - le besó el cuello, dejando también algún que otro mordisco.

- Pues habrá que relajarse - coló la cantante su mano por debajo de la camiseta de tirantes de su clic-. Además me apetece muchísimo comerme un algodón de azúcar.

Cuando se acercó a besarla, Natalia retiró la cara negando con la cabeza.

- Nada de algodón de azúcar - le mordió el lóbulo y araño su espalda, levantándole la camiseta a su paso.

- Vaya - se lamentó falsamente, tratando de atrapar sus labios, en un juego que no hacía más que encenderlas.

Natalia se levantó, con su clic en brazos y la llevó hasta su cuarto para continuar con lo que habían empezado.

Con Alba tumbada en la cama, Natalia se desnudó a la velocidad de la luz y se encargó de librarse también de la ropa de la rubia.

Alba se sentó en el borde de la cama y posó sus manos en el culo de su clic para atraerla hacia ella. Recorrió con la lengua su trabajado abdomen y acarició y arañó sus muslos con ganas.

Poco tardó en llevar sus atenciones allí donde la morena las necesitaba más.

- Alba... - gimió la morena al sentir el ansiado contacto.

Lamió su clítoris con avidez y se ayudó de sus dedos para hacer temblar las piernas de su novia en un orgasmo más que liberador.

Natalia la hizo caer sobre el colchón para devolverle el favor.

Dejó un beso húmedo en su boca, acariciando con su lengua cada recoveco, que se sabía de memoria.

Después atacó su cuello, unió sus lunares con saliva y le dedicó una mirada ardiente antes de lanzarse a sus pechos.

Encajó su muslo entre las piernas de la rubia y se movió haciendo que la fricción desatara jadeos en su clic.

- Más, Nat.

- No tengas prisa - murmuró.

Alba suspiró.

- No te vengas arriba, algodón de azúcar - provocó.

Natalia frenó su vaivén y sus movimientos. A la rubia la invadió el frío de repente.

- ¿Qué me has dicho? - enarcó una ceja y se acercó a su boca, sin rozarla.

- Algodón de azúcar - repitió con una risita, a pesar de la respiración entrecortada-. Pero lo retiro.

- ¿Lo retiras?

- Sí - atrapó su labio inferior-. Folláme, Nat.

La morena la besó con intensidad y llevó sus dedos al sexo de la rubia.

Le tenía demasiadas ganas como para estar jugando.

Recorrió sus pliegues y la penetró con decisión, estocadas fuertes y rápidas que llevaron al límite a Alba.

- ¿Y ahora qué?

- No pares... Nat, por favor...

- Córrete, mi amor.

Esas palabras al oído y un toquecito en su clítoris fueron suficientes para que Alba alcanzara el clímax.

Las noches mágicas | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora