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- ¿Entonces tú estás cómoda con la situación? No es muy normal que digamos - le puso Natalia un mechón de pelo tras la oreja a su clic, sentada a horcajadas sobre ella en la cama.

- Sí. A ver, es raro, ¿no? A Alicia le encanta jugar, la seriedad no está en su diccionario y, bueno al principio es confuso - admitió-. Vuestra relación es... peculiar.

- Ya - se mordió el labio.

- La complicidad que tenéis, cómo te habla, cómo bromeáis sobre absolutamente todo... al principio choca bastante.

- ¿Te molesta? A ver, yo podría hablar con ella y decirle que se corte un poco. De verdad que no lo hace con ninguna intención, de hecho, en el fondo es super respetuosa y nunca se metería entre las dos ni mucho menos...

- Nat, ya lo sé - la frenó-. Con conocerla un poco me basta para entender cómo se relaciona. No quiero que cambies absolutamente nada. Yo sé perfectamente lo que hay entre nosotras y lo que significa Alicia para ti y tú para ella. Siempre me habla maravillas de ti y es super maja conmigo.

- Le caes bien, me ha dicho que le gustas para mí.

- A mí también me me lo ha dicho, concretamente dice que soy su digna sucesora - imitó su tono de voz y ambas estallaron en una carcajada.


Alba llegó especialmente cansada al bar una tarde de lunes. Alicia limpiaba la barra, en cambio, más fresca que una lechuga.

- ¡Buenas tardes, rubia! ¿Y esa carita de cansadita?

- Nada, que no he dormido mucho este finde - le restó importancia con un gesto de su mano.

- Pero tienes buen cutis, ¿eh? ¿Un finde ajetreado, quizás? - alzó una ceja, con una sonrisa tan pícara como acusadora.

- Puede ser - se mordió el labio tratando de reprimir una sonrisa.

- ¡Maldita Lacunza! - alzó las manos-. Vivís mejor que podéis, cabronas.

- ¿Tu finde no ha sido tan... ajetreado? - se interesó Alba.

- Abundante en cantidad, pero la calidad... - hizo una mueca-. Bastante mejorable, la verdad. Como me quitaste a mi mejor contacto de la agenda...

- Oye, supéralo, que eso ya ha prescrito - le golpeó el brazo con un trapo.

- Jamás lo superaré, rubita - se llevó la mano al pecho-. Lo único que me consuela es que me consta que su talento no está siendo desaprovechado.

- ¿Te consta? - frunció el ceño la ilicitana.

- El sexo embellece a las personas y, no es por nada, Albita, pero tú estás cada día más espectacular.

Alba rió y negó con la cabeza.

- Me has dado con la ficha en todo el ojo, Ali. Voy a tener que pedir la baja.

- Bueno, ya sabes, si te falla la enfermera... - sugirió.

- Anda, vamos a trabajar, lianta.

Alba había entendido que esa mujer no tenía ni remedio ni filtro y, a decir verdad, le hacía los turnos la mar de entretenidos con sus comentarios y las historias que le contaba sobre sus múltiples rollos con sus compañeros, a los que tenía revolucionados.



- ¿Estás bien? - le preguntó Natalia a su clic un domingo al mediodía.

Habían salido el día anterior, que Alba había tenido libre, con los amigos de la morena. La mañana la habían perdido durmiendo y se habían despertado con una leve pero más que soportable resaca.

La navarra notaba rara a la cantante, más callada de lo normal.

- Sí. No he dormido muy bien - le sonrió.

- Pero si hemos dormido mil horas y no bebiste tanto, ¿no? - le dio un pico y le acomodó el flequillo.

Queen, celosa, se subió al sofá a reclamar atención, que Alba le dio encantada.

- Ya... - se mordió el labio.

- Te pasa algo - confirmó-. Me puedes decir lo que sea. Lo sabes, ¿no?

- Sí...

- ¿Pasó algo a noche? ¿Alguien te hizo un feo o algo?

- No, para nada, lo pasamos genial - le mostró una sonrisa sincera.

- ¿Entonces? - frunció el ceño.

- A ver... - suspiró-. He tenido un sueño un poco raro.

- ¿Una pesadilla?

- Eh... No, precisamente - se sonrojó involuntariamente.

- ¿Un sueño guarro? ¿Tan guarro que te da vergüenza? - alzó una ceja, regalándole una sonrisa ladeada y sosteniéndole el mentón para que la mirara.

- Algo así... No... no es nada.

- No, no... Ahora quiero detalles, nena.

- De verdad que no hace falta.

- ¿Cómo empezaba? ¿Desnudas?

- Sí.

- ¿Y quién arriba?

- Tú... Tú arriba y yo tumbada - respondió.

- Me encanta - se mordió el labio Natalia-. ¿Y qué te estaba haciendo, a ver?

La morena recreaba en su mente los detalles que Alba le iba contando, empezando a calentarse.

- Tenías las manos en mi culo y me estabas comiendo el coño.

- Ah... Vaya - rió por la cruda sinceridad-. ¿Y lo estaba haciendo bien?

- Muy bien, pero...

- ¿Pero? ¿Te despertaste y por eso estás de mal humor? ¿Te dejé a medias?

- No, no... Eh... Noté otra mano - soltó en un suspiro.

- Otra mano, ¿cómo? - frunció el ceño la navarra.

- Otra mano, bajando por mi tripa, miré y...

- Alicia - adivinó Natalia, cambiando su sonrisa ladeada por una expresión indescifrable.

- Sí - confirmó la rubia en un hilo de voz-. Y luego me desperté. Solo ha sido un sueño. A veces soñamos cosas raras, ¿no?

Alba llevaba desde que se había despertado con una sensación extraña, por un lado tenía claro que iba decírselo, porque se lo contaban todo, pero por otro no quería crear paranoias absurdas o enrarecer el ambiente.

Ni siquiera ella entendía el porqué de ese sueño subidito de tono.

- Nat... - le acarició la cara-. Lo siento, yo...

- No tienes que disculparte por soñar - evidenció-. Eso no se puede controlar.

- Ya, pero... no quiero que pienses cosas raras porque...

- ¿Te gusta, Albi? - le preguntó en un tono relajado, mirándola a los ojos-. Puedes ser sincera, ya lo sabes.

- No, no, Nat - le aseguró-. ¿Me parece guapa? Sí. ¿Me parece atractiva? Pues también. Pero no me gusta, no me he planteado en ningún momento nada parecido al sueño. Ni nada, en general.

- Vale. Es que yo sé que Ali es de una manera que te... te atrapa. Le es muy fácil y uno no se da cuenta y cae. A mí me pasó en su momento, por eso puedo entender que te pueda pasar a ti... Somos humanas - desvió la mirada, pero Alba no le dejó cortar el contacto visual, alzando su mentón con un dedo.

- No me ha pasado, amor, de verdad. Yo ya me enamoré de una ligona perdonavidas, ¿sabes? Ya no puede hacerme el lío ninguna otra. Yo te quiero a ti, estoy enamoradísima hasta las trancas, Nat. Lo que tengo contigo es un engranaje perfecto. Y no se compara con nada.

Alba la besó, lento. Largo y tendido, sin ninguna prisa y con todo el amor.

Y Natalia se dejó hacer, perdida en esas atenciones que le seguían poniendo los pelos de punta más de un año después.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now