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Aquel mismo día por la noche, Natalia inició una videollamada con su chica.

- Hola, preciosa - la saludó Alba.

- Hola, nena - le dedicó una media sonrisa.

- ¿Cómo ha ido? ¿Te ha perdonado María?

- Sí.

- Y, entonces, ¿por qué tienes esa carita? - le preguntó con un pucherito.

- ¿Tú crees que desde que estamos juntas he descuidado a mis amigas? Es que dicen que me... que me ciegas, no sé. Que soy como de esas personas que empiezan a salir con alguien y se olvidan de todo lo demás - relató Natalia.

- ¿Y tú te has olvidado de todo lo demás? - cuestionó, frunciendo el ceño.

- No, Albi, pero María me ha dicho que puede que sí me haya despegado un poco de las chicas y de sus cosas... He estado dándole vueltas desde que lo hemos hablado y, joder, igual sí que he desconectado un poco de sus problemas - se llevó las manos a la cara.

- ¿Por mi culpa? - cuestionó la rubia, llevándose la mano al pecho con preocupación.

- No - negó frenéticamente Natalia-. En todo caso por mi culpa. Por no saber gestionar el tiempo o la atención o no sé. Pero tú no tienes la culpa de nada - le quiso dejar claro.

- No sé qué decirte, Nat... Tú sí me has hablado de tus amigas, de ellas, de los del trabajo, de todos...

- ¿Ves? - hizo un gesto de obviedad-. No paso de ellos, es solo que ahora también estás tú.

- Igual es que te echan de menos, nena. ¿Has cambiado tu forma de ser con ellas? ¿Has dejado de hacer cosas importantes con las chicas desde que estás conmigo?

- Bueno, están quedando los viernes todas porque Marta está pasando un mal momento... - se mordió el labio.

- Y tú no has ido ninguno... - le terminó la rubia la frase.

- A ver, no los viernes, pero yo intento verlas por separado, aunque últimamente sí que es verdad que me cuesta hacerles un hueco y debería haberme preocupado más por cómo estaban, igual que lo hacen ellas conmigo... ¡Pero no me he olvidado de mis amigas, joder! - explicó con frustración.

- No te agobies, baby.

- Jo, es que me siento mal - dijo con la voz tomada, de repente sentía incluso ganas de llorar y se salió del alcance de la cámara-. No quiero que tengan esa visión de mí.

- No te escondas, déjame verte - le pidió, quería verle la cara-. Mírame. Mírame, Nat. Estoy aquí.

- Te miro - volvió a ponerse frente a la cámara, tragando saliva.

- Joder, pagaría por poder darte un abrazo ahora...

- Y yo - sorbió la otra.

- Lo puedes arreglar, ¿vale? Puede que no veais la situación de la misma manera, pero eso se habla y se soluciona - trató de tranquilizarla.

- ¿Sí? - dudó, tenía ya muchas cosas en la cabeza.

- A ver, para empezar este viernes te vas con tus amigas al plan que tengan - resolvió la rubia-. Y les demuestras lo importantes que son en tu vida. Y a Madrid vienes el sábado, si quieres, al concierto mamarracho.

- Pero...

- Pero nada - la interrumpió-. Y les dices también que en dos semanas voy a ir a Pamplona a conocerlas, para que me pongan cara y vean que te quiero bien, que no tienen de qué preocuparse.

- ¿Cómo? - abrió los ojos en grande-. ¿Vas a venir?

- Era una sorpresa pero, dadas las circunstancias, te lo digo ya.

- ¿En serio?

- Claro. Además creo que hace falta. Si una amiga mía llevara meses haciéndose cientos de kilómetros por una chica y dándolo todo desde el minuto uno a mí me tranquilizaría conocerla y saber de primera mano que merece ese esfuerzo por tu parte.

- Pero tú trabajas, Albi, no puedes venir.

- He pedido noches libres, viernes y sábado. No puede ser que yo todavía no haya conocido nada de tu casa y tú hayas comido paella con mi madre.

- Ay, me hace mucha ilusión - le regaló una sonrisa, con los ojos aún llorosos.

- A mí también. Así que ya puedes cuidar a tus amigas y hablarles muy bien de mí. No vaya a ser que me odien antes de conocerme.

- Eres la mejor. ¿Lo sabes? - Alba negó con la cabeza.

- No es para tanto.

- ¿Entonces este viernes no nos vemos?

- Te tengo que compartir, Nat. Si tú entre semana estás ocupada trabajando, está visto que hay que cuadrar mejor los findes.

- Nunca he estado en una relación a distancia y quiero que salga todo perfecto. No quiero cagarla contigo, Albi.

- Yo tampoco sé muy bien cómo se hace esto. Pero hay muchísimas parejas que por pasta o lo que sea se ven menos que nosotras y funcionan igual. Obviamente, quiero verte todas las veces que se pueda, pero el equilibrio es lo más importante.

- La verdad es que me hace ilusión volver a salir con todas...

- Es que no entiendo por qué no lo has hecho antes, baby.

- Porque un poco cegada sí me tienes, Alba Reche. Me potencias la intensidad - recuperó la pose sexy por un instante, tratando de bromear.

- ¿Más todavía? - le siguió la broma.

- Mucho más, nena.

- Ay, Nat - suspiró, tras un silencio-. Cuida a tus amigas de la misma manera que lo has hecho siempre. Pregúntales cómo les va, que tengan claro que estás ahí para ellas. Y verás que se acabarán todas las dudas.

- Eso haré. Gracias por ayudarme, Albi.

- Gracias a ti por contármelo y no guardártelo.

- Te quiero mucho, nena.

- Te quiero más.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now