Las tres bajaban del coche de la cantante cargadas de bolsas de playa, neverita y sombrillas incluidas.
- Bueno, niñas, yo me voy a poner con mis amigas, así os dejo un poquito de intimidad.
- Menos mal, ¡milagro! - celebró Alba.
La pareja seleccionó con cuidado su ubicación en la arena, asegurándose de que estaban fuera del campo de visión de la Rafi.
- Llevo viniendo a esta playa desde que era un moco. Me hace mucha ilusión que estés aquí, Nat.
- Y a mí. Es super bonita - la morena miró a su alrededor, a la vez que unos niños corrían justo por el lado y le llenaban la toalla de arena-. Y muy... familiar.
- Sí, eso sí - rió su clic, más que acostumbrada a la nula tranquilidad de esa playa, que al ser poco profunda era ideal para los niños.
- Perfecta para mini Lacuncitos navarricos llenando de arena las toallas ajenas - soltó Natalia como si nada.
- ¿Qué?
- ¿Qué? - se hizo la loca.
- Lo que acabas de decir.
- Nada. Era broma - le restó importancia.
- No era broma.
- Que sí, Albi.
- Nat - evidenció su incredulidad.
- Que me ha hecho gracia, los niños correteando, no sé qué... Ya está - se encogió de hombros.
- Estoy segura que hasta los has visualizado en tu cabeza. ¿Cuántos mini Lacuncitos eran exactamente? - alzó una ceja.
- Ven que te ponga crema - cambió de tema.
- ¡Nat! - se apartó de sus manos embadurnadas-. Contéstame.
- Que no he visualizado nada. Ven, que te vas a quemar - consiguió esparcir la crema por sus hombros.
- Vale, pues nada - se rindió, viendo que insistir no iba a surtir efecto.
- ¿Te has enfadado? - preguntó la morena un rato después, ya que Alba estaba más callada de lo normal.
- No.
- Sí te has enfadado.
- ¿Me pasas una cerveza, por fa?
- Eh... sí, claro - se la tendió-. Alba...
- Mm... ¡qué fresquita! ¿No quieres tú una?
- Albi...
- ¿Sacamos unas aceitunas también? Me muero de hambre.
Y Natalia entendió que estaba haciendo lo mismo que había hecho ella hacía unos instantes.
Qué vengativa. Cómo jode.
Las dos bebían cerveza y picaban algo en completo silencio.
- No sé si quiero tener hijos. Nunca he tenido un instinto maternal fortísimo, tampoco todo lo contrario... Pero sí, he visualizado en mi cabeza a dos criaturillas rubias correteando por aquí. ¿Contenta?
- Mucho. Verás cuando le diga a la Rafi que le quieres dar nietos - picó Alba.
- ¡No! Alba, por favor, eh - suplicó.
- ¿No es tu amiga?
- Amor... ¿Y tú? - preguntó la navarra con cierta timidez, mientras jugaba con el borde de la toalla sobre la que estaba sentada.
- ¿Yo qué?
- Que si tú... Que si a ti te gustaría tener hijos.
- En un futuro, puede que sí. Admito que si son mini Lacuncitos rubitos, la oferta es tentadora.
- Mamá, nos vamos a dar una vuelta, ¿vale?
- Acuérdate de ponerte bien guapa para esta noche, Rafi, que te invito a cenar fuera.
- ¿Tú y yo, Nati? - le guiñó un ojo.
- Ya me gustaría a mí, pero es que tengo a un piojo rubio pegado y mira que he hecho de todo, pero no se va de ninguna de las maneras.
- ¡Qué graciosa! - ironizó el piojo en cuestión.
- No hace falta que nos invites a nada, Natalia, te lo digo de verdad - se puso seria la Rafi.
- Ya se lo he dicho yo mil veces, mamá. No te vamos a convencer, ¿verdad?
- Nop, es lo mínimo que puedo hacer. Te dejo invitarme ahora a un heladito para merendar, si te quedas más tranquila.
- No es comparable, amor.
- Uno de dos bolas. Incluso de tres, si quieres.
Alba rodó los ojos.
- Anda, vamos.
Sentadas en una terracita, disfrutaba Natalia de un cucurucho más grande que su cabeza, mientras la rubia había preferido una horchata para refrescarse.
- Jo, se derrite super rápido - protestó Natalia, intentando evitar el inminente desastre-. Suerte que tengo práctica con la lengua.
- Sabía que ibas a decir eso - rodó los ojos.
- Maldita vena previsible - rieron las dos, mientras la morena seguía luchando por mantener la estabilidad de su helado-. ¿Me ayudas?
- Solo probar, que lleva lactosa.
La navarra le acercó el helado y Alba puso su mano encima de la suya para acercárselo y darle un buen lametón.
- Uy, uy, me estoy poniendo nerviosa - confesó la pelinegra.
- Sí, nerviosa, precisamente- ironizó la rubia-. Pues tú no es que chupes muy finamente, la verdad.
- ¿Has mojado braga? - agitó Natalia las cejas, con una sonrisa pícara.
- Somos unas salidas, baby - se avergonzó, tapándose la cara.
- Lo importante es aceptarlo - le guiñó un ojo.
Natalia lamió su labio inferior y tiró de él.
- No te vengas arriba que nos está mirando todo el pueblo, amor.
- Que miren, si les damos envidia - le dio un pico.
La pareja, junto a la Rafi, daban buena cuenta del postre en uno de los mejores restaurantes de Elche.
- De verdad que no hacía falta todo esto, Nati.
- Claro que sí, he estado a gustísimo en el Hotel Reche. Y eso lo tengo que agradecer de alguna manera.
- Me da mucha penita que te vayas mañana, nena - puso un pucherito Alba.
- Y a mí irme, de verdad. Pero vuelvo en agosto, ni os va a dar tiempo a echarme de menos.
- ¿Y por qué no te quedas todo el verano, Nati? ¿Dónde vas a estar mejor que aquí?
Natalia rió, no lo dudaba.
- Tengo que trabajar unos días y bajar a Murcia con mis amigas y pasarme por el pueblo a estar con mis papis. Soy una chica ocupada, Rafi. Y como Alba trabaja, no puede venir conmigo. ¡Qué triste! - dramatizó.
- Vamos a estar deseando que vuelvas, amor - le aseguró su clic.
- Además voy a aprovechar para hacer cambios en casa y organizar todo para que Queen y tú estéis cómodas cuando os mudéis.
- Ay, que ya casi se me había olvidado - exageró la Rafi, dramática.
- No te vuelvas loca que nos conocemos, intensita - advirtió Alba.
- Puedes estar tranquila. En agosto cuando vuelva lío a Marina para que se venga y así estamos todas.
- Uy, hija, la niña esa es muy difícil de convencer. Yo no sé qué tiene en Madrid pero este año no hay quien la traiga.
- Déjamelo a mí, suegri - le guiñó un ojo.
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Las noches mágicas | Albalia
FanfictionAlba canta todos los viernes en un hotel madrileño. Natalia se aloja allí precisamente un día de concierto. Y no puede apartar los ojos de ese ángel que brilla en el escenario.