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Natalia salía de las aguas cristalinas del Mediterráneo cual diosa griega.

En topless, revolviéndose el pelo mojado y con el cuerpo lleno de gotitas de agua salada que invitaban a ser seguidas con la mirada.

Cuando llegó a la toalla, la rubia todavía no había logrado cerrar la boca.

- Te veo impactada - observó la navarra con sorna, agachándose para dejar un pico en sus labios entreabiertos.

- Nunca quedarme cuidando de nuestras cosas había tenido mayor recompensa. ¡Qué espectáculo, baby! - se relamió.

- Muchas gracias, me alegro de que lo hayas disfrutado - hizo una teatral reverencia.

Alba apresó su cuello y la atrajo hacia ella para besarla con lengua y con ímpetu. Tanto que acabó cayendo sobre ella en la toalla y tuvo que valerse de sus manos para no aplastarla.

- Qué saladita - ronroneó mientras le peinaba los mechones mojados.

- Está buenísima el agua, Albi. ¿Vienes?

- ¿Otra vez quieres ir al agua? Eres peor que un niño, sirenita - le mordió un moflete.

- Y tú una lagartija, todo el rato al sol.

- Quiero ponerme morena, Nat - protestó, en un pucherito.

- El blanco nuclear no se va a ir - la picó-. ¿Quieres evolucionar a cangrejo?

- ¿Quieres evolucionar tú a mi ex clic? - rodó los ojos.

- ¡No, no! - alzó las manos de inmediato-. ¡Qué drástica! ¡No me puedes dejar por esto!

- Pues no te metas con mi moreno - advirtió.

- ¿Ni un poquito?

- ¡No! Bastante tengo con tenerte al lado, que me haces parecer menos morena.

- Menos morena - repitió tratando de contener una risa, Alba la fulminó con la mirada como adevertencia.

- Venga, vamos a bañarnos, Albi - insistió, persuadiéndola con besitos en el cuello-. Sé hacer muchas cosas en el agua...

- ¿Sí? - le dejó mayor acceso a su constelación de lunares, acariciándole a su vez la espalda.

- Sí. Venga, que te lo demuestro - se incorporó y la cogió en brazos, mientras la rubia pataleaba.

- ¡Bájame! - vociferaba entre risas, ya en la orilla-. ¡No me tires!

- ¿Que te baje o que no te tire? Aclárate, nena - vaciló mientras hacia el amago de soltarla, sin hacerlo finalmente.

- De golpe, no - advirtió.

- De golpe, sí. Coge aire.

- ¡No! - le agarró una teta como maniobra de distracción.

Natalia hizo caso omiso, riéndose, avanzó unos cuantos pasos y las hundió a las dos en el agua.

- ¡Qué fría, Nat! - le salpicó, en una inocente venganza.

- Fría está la de las playas del norte, no seas quejica, valencianita.

- Me has tirado - se hizo la enfadada.

- Y tú me has agarrado una teta - se acercó, acechando a su presa.

- Era cuestión de vida o muerte.

- Pues yo te veo muy vivita - alzó una ceja.

Alba aprovechó que estaban en el agua para cogerla en brazos, enroscando las kilométricas piernas de su clic en su cintura. La agarró del culo por cuestiones de seguridad.

- Hace un segundo la teta, ahora el culo... Cualquiera diría que te encanta meterme mano - bromeó Natalia.

- Pues no sé por qué - se hizo la loca y atrapó el labio inferior de la morena entre los suyos-.

- Mm.. - ronroneó del gusto la navarra-. Me encantan tus besitos.

- ¿Qué era eso que sabías hacer en el agua, a ver? - alzó una ceja la rubia.

- Me transformo - se hizo la interesante, entre beso y beso.

- ¿Te transformas? - trató de contener una risa, ya que no sabía por donde le iba a salir esa vez.

- Ajá. En un tiburón. Pero no un tiburón cualquiera... - le araño la espalda y rozó su cuerpo contra el de la rubia.

Justo ahí donde el contacto se convertía en descarga eléctrica.

- ¿Y qué tienes de especial? - acarició la línea de su mandíbula, sin separarse ni un milímetro.

- Pues que... soy un tiburón muerde culos - dijo con rapidez, escabulléndose hábilmente de su agarre para sumergirse y cumplir su cometido.

Alba se llevó la mano a su nalga derecha y esperó a que saliera del agua.

Natalia lo hizo sonriente, volviendo a la posición anterior.

- ¡Bruta, me habrás dejado una pedazo de marca!

- El tiburón muerde culos no mide su fuerza, ya lo siento - se exculpó.

- ¿Se puede saber cómo se te ocurren estas cosas?

- Otro talento de los muchos que tengo - se encogió de hombros.

Alba se mordió el labio y rodó los ojos. Le superaba su falso ego y esa sonrisa chulesca.

Le daban ganas de arrancarle la parte de abajo del traje de baño y hacerla gritar en medio de esa playa, no lo suficientemente vacía para tal propósito.

- Esta noche te vas a enterar, tiburona - soltó con una mirada felina, ante la satisfacción de su novia.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now