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- Mañana nos espera un día movidito - dejó un beso Alba en el hombro desnudo de su clic y miró a su alrededor, repleto de sus cosas sin desembalar.

- Suerte que ésta me hace especial ilusión, porque en general odio las mudanzas. De hecho, he pensado unas cosas para hacerlo más entretenido...

- No digas más: cosas sexuales - alzó una ceja Alba.

- Pues sí - le mordió el labio con suavidad-. Y bien que te gustan, no me hagas quedar a mí sola como una salida.

- Nunca, mi amor. El buen sexo que no falte - se relamió-. ¿Cuál es esa idea tan maravillosa, a ver?

- ¡Concurso de orgasmos! - dijo con voz de presentador de televisión y Alba estalló en una carcajada.

- ¿Cómo?

- Muy facilito, Albi. Por cada caja que cada una vacíe, vale por un orgasmo inmediato. O sea, tú terminas de colocar todas las cositas en su sitio, avisas y, pum, orgasmo pa ti - explicó con toda la seriedad que le fue posible, causando el aumento del volumen de la risa de su clic.

- Deberías patentar ese concurso - negó con la cabeza.

- Entonces, ¿vas a querer jugar? - rozó su nariz con la de la otra.

- Yo contigo quiero jugar a todo, Nat - le dio un pico-. Pero hay muchas cajas y vamos a estar incluso más reventadas que hoy.

- Bueno, pues... - improvisó- si no apetece el polvo en ese momento, se dice y apuntamos los orgasmos pendientes en la pizarrita esa que hay en la nevera.

- Así, en plan íntimo - ironizó-. ¿Y si lo ve alguien?

- Le podemos poner nombre en clave, eso se nos da bien. Además, te aseguro que las cuentas pendientes no van a durar mucho en esta casa, que nos conocemos.

- También es verdad. ¿Vamos a dormir? - ronroneó-. Hay que reponer fuerzas para mañana.

- Vamos.

Se aseguraron de que los gatos estuvieran cómodos, alimentados y tranquilitos y se dirigieron hacia el dormitorio principal, cayendo prácticamente en plancha sobre el colchón.

- Que digo yo que alguna caja hemos abierto hoy, ¿no? - le susurró la rubia al oído, para después morderle el lóbulo-. Y tú estás así tan mojadita en albariño...

Alba dejó un lametón en su boca y fue bajando en busca del vino ya seco que había impregnado su pecho.

- Esto me recuerda al hotel - apuntó Natalia, que gimió al sentir un pequeño mordisco en su pecho derecho-. Uf, Alba.

- Qué tiempos... aquellos - susurró la ilicitana, aprovechando para rozar su muslo con el centro de la más alta.

- Desnúdame - pidió, a la vez que ella hacia lo mismo, como podía, con la ropa de su clic.

- Me encantas, Nat - arañó sus costados.

- Y tú a mí - masajeó  Natalia su culo ya desnudo, guiando la intensidad y el ritmo del vaivén que ya la estaba volviendo loca.

Alba recorrió con sus dientes los salientes de sus caderas y poco tardó en bucear en su intimidad, haciendo que a la morena se le entrecortara la respiración.

- Alba... S-sí, así - la animó a seguir enredando su dedos en el pelo de su novia.

La rubia aprovechaba para masturbarse, alimentándose de la mirada fogosa que cruzaba con Natalia, de sus expresiones de placer y de la excitación de tener todo el poder sobre ella en ese instante.

- Alba, me... me corro.

- Hazlo - murmuró contra su clítoris antes de atraparlo suavemente, haciéndola explotar en un intenso orgasmo que la acercó al suyo.

- Déjame a mí, amor - pidió la morena, cuando recuperó la respiración.

En un rápido movimiento, se colocó arriba y la penetró con dos de sus largos dedos, desde atrás y con intensidad.

- Nat... Nat...

- Sí, así, grita mi nombre - le gruñó al oído, mordisqueando y lamiendo la piel que quedaba a su alcance.

Las estocadas fuertes y decididas hicieron llegar al clímax a la rubia, que se desplomó sin fuerzas contra el colchón, sin dejar de recibir mimos en la espalda por parte de su clic.

- Queda inaugurada oficialmente la convivencia - susurró Natalia.

- ¿Ha sido un polvo de salida en vez de pistoletazo? - rió la rubia.

- Si quieres pistoletazo también tengo... - sugirió Natalia alzando una ceja.

- ¿Es esto una propuesta indecente? - le lamió el labio inferior.

- Soy tu Romeo Santos particular, sí. ¿Te apetece que saque la pistola o no?

- Me apetece - afirmó la rubia, entre besos-. Pero a saber en qué caja está la pistolita, baby...

Natalia trepó por la cama para llegar a los cajones de la mesita de noche.

- A ver, nueva inquilina, en este cajón están todos los juguetitos, para que vayas aprendiendo lo importante.

- Ya lo sabía, pava - le mordió una nalga, que justo quedaba a su alcance-. Pero tú no tienes arnés, mi amor.

- Yo no tenía arnés - corrigió sacando la cajita a estrenar.

- ¿En esto consistía equipar la casa como me dijiste?

- ¿Lo dudabas? - le guiñó un ojo mientras lo sacaba de la caja.

- La verdad es que no, baby.

- ¿Lo limpio y me lo pones?

- Claro.

Alba se encargó de lubricar innecesariamente el sexo de la morena que ya chorreaba a causa del orgasmo anterior.

- Me estoy poniendo cachondísima, amor - murmuró Natalia.

- Yo también, estoy deseando que me folles.

Una vez lo tuvo colocado, Natalia se tumbó encima de la rubia y recorrió a mordiscos y lametones su cuerpo, a la vez que con sus manos se ocupaba de su clítoris.

- Nat, me voy a correr antes de que...

Alba no pudo acabar la frase, puesto que la estocada precisa de su clic le cortó la respiración.

- ¿Bien? - se quiso asegurar Natalia.

- Mejor.... que bien - la agarró del culo para que se hundiera aún más en ella.

La ilicitana solo pudo gritar su nombre y gemir. Y seguir gimiendo a medida que seguían las embestidas, acabando con la poca resistencia que le quedaba a la rubia.

Explotó en mil pedazos, que a la morena le supieron a poco y continuó el vaivén hasta que Alba llegó al clímax de nuevo. Exhausta.

Natalia también había conseguido correrse por el roce del dildo en su sexo, las atenciones de Alba en sus pechos y sus besos ardientes.

- Te quiero mucho, compi de piso - la besó Alba, minutos después.

- Yo también te quiero mucho, mi clic.

Las noches mágicas | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora