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La alarma del móvil de la morena las despertó a las dos, al día siguiente. Alba refunfuñó, dio un par de vueltas y se volvió a enganchar al cuerpo de su clic con la intención de seguir durmiendo.

- Mi amor... - susurró Natalia con dulzura-. Albi, me tengo que ir a trabajar.

- No - protestó agarrándole las manos, tratando de impedir su huida-. Quédate conmigo.

- Ya me gustaría, pero no puedo - le besó la mejilla-. Venga, no me lo hagas tan difícil. ¿Quieres desayunar?

- Sí.

- Entonces, ¿me dejas levantarme?

- Sí - afirmó, soltándola.

- Ay, el poder de un café y unas tostaditas... ¿No serás tu una interesada? - bromeó la navarra.

Minutos después, Natalia volvió al cuarto para destapar a su clic, tirar de sus tobillos hasta el borde de la cama y llevarla en volandas hasta la mesa del salón, con el desayuno preparado.

- Toma, anda - le tiró una camiseta larga.

- Qué rico, Nat. ¿Te he dicho ya lo que me encanta esta casa? - agitó las cejas mientras mordía una tostada.

- No aproveches estas horas intempestivas para hacer campaña - le advirtió, con el dedo en alto.

- ¿Dónde pone que no se puede? - rió la rubia-. Es que mira lo bien que estamos en este pisito las dos. ¿Estás segura que no quieres que me quede ya para siempre? - pestañeó exageradamente con cara de angelito.

- Chantaje emocional no vale - advirtió.

- No vale nada, ¡qué aburrido! - bufó Alba con voz de niña pequeña y cruzándose de brazos.

Natalia se mordió el labio y rodó los ojos. Sonrió.

- Me vuelves loca - le dio un pico-. ¿Vas a estar aquí cuando vuelva?

- ¿Es esta una manera sutil de echarme de mi futura casa? - frunció el ceño.

- No, no para nada. Yo no he dicho eso - se exculpó.

- ¿Estás admitiendo que es mi futura casa? - le dedicó una sonrisa victoriosa.

- No me líes, Albi. Solo intentaba saber cuántas horas me quedan.

- En realidad me tengo que ir, tengo una reunión esta tarde para unos diseños.

Natalia hizo un puchero, que su chica se encargó de besar.

- Me voy a vestir.

- ¿Te puedo elegir el traje? - pidió Alba con entusiasmo.

- Si te hace ilusión - rió la más alta.

La rubia corrió hacia su armario ligeramente caótico y examinó las opciones.

- Cuando venga a vivir aquí esto lo quiero más ordenadito, ¿eh, ingeniera? - vaciló, tendiéndole las dos piezas de un traje granate.

- Mimimi - protestó la navarra, dejando las prendas en la cama y rodeándola con los brazos para acabar dejando besitos en su cuello-. Un poco me pone tu vena de madre.

- Nat, qué grinch - arrugó la nariz-. ¿Tú no tenías prisa?

- ¿Me eliges las bragas? - pidió, conteniendo una risita.

Alba abrió algunos cajones y le lanzó la ropa interior.

- ¿Me dejas unas? No he traído nada - puso ojitos.

- Coge las que quieras. Lo mío es tuyo, mi clic - puso voz de doblaje de película americana.

- Acostúmbrate a esto - aconsejó la rubia, con Natalia ya lista para irse-. A partir de septiembre vamos a estar así todos los días.

- Ya veremos, nena. Yo aún no he jugado mis cartas.

- No tienes nada que hacer.

- Gracias por venir, Albi - se puso tierna, antes de marcharse.

- A ti, por hacer que tengan sentido estas locuras - le sonrió.

- Nos vemos el finde - la besó, antes de desaparecer hacia el ascensor.

La pareja paseaba por el centro de Madrid, el sábado de esa misma semana. Natalia había insistido en que madrugaran y acabaron sentadas en una cafetería preciosa de Malasaña para desayunar.

- ¿Te gusta, Albi?

- Me encanta. Está todo riquísimo, tienen muchas opciones sin lactosa y hacen dibujos de animales en el café. Es perfecta.

- Pues me alegro, porque va a ser nuestra cafetería de referencia a partir de septiembre - sentenció, sonriente.

- Pero...

- En ciudades tan grandes como Madrid es muy importante elegir una zona en la que te puedas sentir en casa. Ya sabes: tu cafetería, tu bar para irte de cañas, tu restaurante vegano - le guiñó un ojo-. Esas cosas... Y para tu suerte, yo ya lo tengo absolutamente todo controlado.

- ¿En serio? - flipó, con el corazón calentito.

- A ver si te creías que solo tú ibas a hacer un estudio de mercado para tu propuesta - se encogió de hombros-. Hoy vamos a pasar el día en nuestro futuro barrio, Albi.

- O sea, tú, que llevas Pamplona en el corazón me vas a enseñar Madrid a mí, que llevo cinco años viviendo aquí - rió la rubia, divertida.

- No, no. Te voy a enseñar nuestro futuro Madrid, el de las dos.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now