Epílogo I

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"Amor, hoy cenita romántica"

"¿Hoy?"

"Sí, ¿te va bien?"

"¿Hoy es EL día, Albi?"

"¿Quién sabe?"

"Oye, ya vale, que llevas tres meses usando la estrategia de la cenita romántica y nunca es"

"Pero no te quejes, si te encanta. Ponte guapa"

"¿Más todavía?"

"Exacto"

"¿Cocinas tú, por fi? Llegaré sobre las 22.30?"

"¿Alguna preferencia, nena?"

"Lo que te apetezca, chef"

"Venga pues te voy a sorprender"

"Miedo. Ojo con las fusiones"

"Deberías empezar a valorar mi cocina creativa"

"Luego te lo digo"

- Uf, qué guapa, mi amor - le hizo un escáner completo Alba a su morena al asomarse a la cocina.

- ¿Te gusta? - giró sobre sí misma.

- Mucho - se acercó la rubia a besarla.

- A mí también. Yo me pediría matrimonio, si fuera tú - insinuó agitando su dedo anular en el aire.

La rubia rió y besó su mejilla.

- Tú te pedirías matrimonio siempre, egocéntrica. Por cierto, huele super bien - ronroneó escondida en su cuello.

- Y sabrá mejor. Hoy: cocina asiática - puso voz de presentador de televisión mientras agitaba el wok con verduritas con fingida maestría.

- Ella, cocinera internacional. Tu madre estará orgullosa. Tres meses de convivencia después...

- Oye, cada una a su ritmo.

Natalia emplató como una chef profesional y las dos juntas pusieron la mesa.

- ¿Vino del bueno o del normal? - buscó pistas la navarra.

- Del que tú quieras, amor - rió Alba.

- A ver, ven, mírame a los ojos.

Natalia agarró su mentón, dejó un pico en sus labios y se concentró en descifrar su mirada.

- Te estás poniendo nerviosa - murmuró.

- Siempre me pones nerviosa, baby. No es ninguna novedad - justificó Alba.

- Ya, pero hoy tengo yo una corazonada - se decidió por descorchar la botella del vino del bueno.

- Pitonisa Lacunza, mi favorita.

- Por las noches mágicas - alzó la copa Natalia.

- Por las noches mágicas, mi amor.

La morena estaba nerviosa, como en todas las cenas románticas y eventos similares desde que hablaron de planes de futuro, pues a la rubia le encantaba jugar con ese as en la manga. Y Natalia nunca lo olvidaba, siempre estaba en tensión en ese tipo de situaciones.

Alba se acabó apiadando de ella.

No, tampoco ese era el día.

- Voy a dejar el Garazi, Nat - sonrió en grande, hacia el final de la cena.

Las noches mágicas | AlbaliaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz