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Sola en casa y con todos los diseños acabados, Alba no tenía ningunas ganas de componer. Así que jugó con Queen y Fígaro hasta que fue interrumpida por una videollamada a tres Reches.

Su madre y su hermana se habían dado cuenta de su estado de ánimo y, aunque se morían por estar cerca, debían conformarse con ofrecerle su apoyo a distancia.

Las palabras de amor y los consejos de su madre, que ya la había visto pasar por esa situación, le sirvieron para desahogarse e intentar abrir la mente.

- Con Nat lo hablo, claro, pero me da cosa que piense que no estoy a gusto o algo... Si en realidad no tengo ninguna queja de nada, se está portando genial conmigo y sus amigos también. Todo es perfecto menos... esto - bufó.

- Llegará, mi vida, seguro. Pero tú lo tienes que hablar todo con la Nati, que ella es la que está fisicamente y puede abrazarte y cuidarte. Y lo va a entender.

- Mamá, quédate tranquila que me desahogo con ella también, pero me sabe mal estar todo el rato con cara de mustia... Por eso intento estar bien. Si yo sé que a ella le pasa igual, que se sentirá responsable, si la conozco...

- Tienes que intentar tomártelo con más calma, tata. No es fácil encontrar curro a la primera y es completamente normal, solo es cuestión de tiempo.

- Ya...

- Alegra esa cara, salid por ahí, disfrutad. Y el resto vendrá solo y muy pronto.

- Ojalá tengas razón, mamá.

- Yo siempre la tengo, Albita - chuleó su madre.

Marina les contó cómo iba todo por Madrid y la Rafi los últimos cotilleos de Elche, para que Alba pensara en otra cosa. Y lo consiguieron.

Siempre lo hacían.

- ¿Quieres ser mi pinche para hacer lentejitas veggies? - propuso Natalia días más tarde sabiendo que Alba acababa de recibir otro "no" por parte de otro de los hoteles de las afueras de la ciudad.

- ¿Para cenar? - frunció el ceño.

- No, no, en cantidades industriales para poder congelar.

- Ella, previsora - sacó una sonrisa-. ¿Has hecho alguna vez lentejitas veggies, chef?

- Nunca, Albi, pero se me da bien.

- Uy, uy, no me fío. Mejor yo la chef y tú la pinche - reformuló.

- Jo, que no quiero estar todo el rato cortando cosas - le puso un puchero.

- Yo no soy tan mala como la Rafi - la besó.

- Bueno, vale.

Estuvieron cocinando tranquilamente, con música de fondo y una copita, sin prisas y con mucho amor.

- Me encanta cocinar contigo - dejó un besito Natalia en su hombro.

- A mí también, además es como que me relaja, así hacerlo sin receta, como nos apetezca, con tranquilidad...

- Lo sé.

- Pues claro que lo sabes - suspiró-. Me estás cuidando muy bien, baby.

- ¿Sí? - la miró con ojitos preocupados.

- Claro que sí.

- No... No te quieres ir, ¿verdad? - bajó la mirada.

- Mi amor, vas a necesitar bastante más que una decepción y semanas de negativas para echarme - le acarició la cara.

- Yo le puedo preguntar a... - propuso Natalia con la boca pequeña.

- Quiero conseguirlo yo sola, Nat - la interrumpió.

- Es una ciudad pequeña y a veces no está, digamos, plagada de oportunidades pero...

- Pero encontraré la mía, amor. No te preocupes. Voy a dar unas semanas más de margen y si no buscaré otra cosa.

- No - protestó tajante la navarra-. Eso no.

- Nena, necesito sentirme útil, tener mi trabajo fuera de casa, más allá de los diseños. Y no pasa nada por trabajar de otra cosa mientras me sale algo de lo mío, lo he hecho muchas veces.

- La prioridad número uno era que cada una hiciera lo que le gustara - le recordó.

- Y lo sigue siendo. Pero si no me sale nada, no puedo permitirme quedarme parada.

- Sí podemos...

- No. Y no es negociable, Nat - aclaró, muy seria.

- Está bien. Pero si quieres dejarte ayudar, siempre voy a estar dispuesta, ¿vale?

- Vale. Gracias, mi amor, por todo.

- No es nada, nena - dejó un besito en su sien, achuchándola con fuerza.


Natalia se tomaba su café en el área de descanso, perdida en sus pensamientos, así que se sobresaltó cuando Ici posó la mano en su hombro.

- Hey, Natinat.

- Me has asustado - le sonrió.

- Es que estabas ida. ¿Todo bien?

- Bueno... - se encogió de hombros.

- No le ha salido nada todavía, ¿no?

- No y de verdad que no lo entiendo. Tú la viste cantar, es un ángel. No me explico por qué no hay ni una sola oportunidad para ella - se desahogó, apretando los puños.

- Ay, Nat...

- Pf, Ici, es que me siento mal, culpable, impotente... Le prometí que sería la más feliz viniendo aquí y mira - gestualizó, abatida.

- Oye, no te pongas así que esto solo es el principio. Tú estás para ella y Alba lo sabe. No puedes sentirte responsable por algo que no está en tu mano - le acarició la cara.

- ¿Pero y si está en mi mano? Quiero hablar con Damion para que ponga un esecenario en su bar, eso sería maravilloso.

- ¿No te ha dicho Alba que no te metas? - le advirtió.

- Ya, pero no puedo quedarme de brazos cruzados.

Efectivamente, Natalia se escapó un rato a hablar con su amigo para poder llevar a cabo su idea.

- Nat, me sabe fatal pero, ¿no ves que aquí no cabe un escenario? - evidenció lo pequeñito que era el local.

- Si movemos esa mesa hacia la pared se puede usar ese rinconcito. No hace falta ni que sea un escenario. Dam, por fa - le puso un pucherito.

- Tú sabes que yo estoy encantado de ayudaros pero es que aquí no hay espacio. Si tú quieres se puede probar, tratamos de enchufar un micro, pero no creo que sea lo más adecuado...

- Déjame probar. Yo me encargo, mañana te traigo todo y vemos - insistió.

- Está bien - aceptó su amigo, aunque no estaba muy convencido de que fuera a funcionar.

- Eres el mejor - se subió a la barra para besar su mejilla-. Y otro favorcito... ¿A ti te importaría tocar la guitarra? Yo te sustituyo de camarera. Te prometo que no rompo nada. No tengo mucha experiencia pero voluntad me sobra.

- Siempre me lías, Natinat - rió-. Yo le toco a tu novia lo que quiera.

- ¡Oye! - frunció el ceño, fingiendo indignación-. Pues mañana probamos a ver si se puede apañar algo.

- No sé yo...

- Seguro que sí. Gracias, tío.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now