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Para cuando su jefe terminó de hablar, la rubia se había hecho pequeñita y luchaba por contener las lágrimas sin mucho éxito.

La morena se acercó, sin pensárselo dos veces y solo frenó su avance cuando Alba se lo pidió con un gesto de su mano.

El señor se despidió de la rubia con un falso apretón de hombro, pocos minutos después, y a la navarra le faltó tiempo para llegar hasta ella.

- Mi amor, ¿qué...?

- S-sácame de aquí, por favor, no quiero montar un espectáculo delante de todo el mundo - pidió limpiándose una lágrima y aferrándose a la cintura de la morena como si fuera su salvavidas.

Lo era.

Salieron del hotel y caminaron un par de calles, con Natalia totalmente pendiente de la expresión de su clic para no agobiarla y darle el tiempo que necesitara.

Alba paró de andar y se abrazó con fuerza a la navarra, que correspondió hasta que le dolieron los brazos y más.

- No... No... - trató de hablar la rubia.

- Tranquila, mi amor, estoy aquí - le acarició el pelo y dejó un beso en su frente.

- Nat... - se enterró de nuevo en su abrazo, buscando refugio con la respiración agitada.

- Estoy contigo, amor - la abrazó aún más fuerte-. ¿Quieres ir a casa? ¿Paro un taxi?

- S-Sí.

El viaje en coche, de apenas quince minutos lo pasaron con las manos entrelazadas y Natalia dejando caricias allí donde llegaba.

- Pensaba... pensaba que había ido todo genial - empezó la rubia, a media voz, cuando llegaron a casa.

Natalia la dejó hablar, asegurándose de que sintiera su contacto y su mirada de apoyo y amor absolutos.

- Me ha... ha dicho que muy bien pero que... que llamo demasiado la atención. Que no es lo que esperaban porque tengo que s-saber cual es mi papel... Que esperaba que me limitara a... cantar y no a creerme una estrella. Que soy... soy solo una cantante de hotel, casi de d-decoración y que no lo parecía...

La morena chasqueó la lengua, en desaprobación.

- ¡Qué coño! - masculló en un susurro.

- Que el repertorio no era el adecuado que si... que si no sabía que tenía que cantar las típicas... las que pide la gente. Y quimera... - hipó, negando con la cabeza, incapaz si quiera de verbalizar su opinión al respecto.

- Respira, mi amor... - le colocó Natalia un mechón de pelo tras la oreja, con la mandíbula apretada de la rabia y el corazón destrozadito por ver a su amor así.

- Me ha dicho que las canciones propias me las guardara para mí y más la mía que no... - se llevó una mano a la cara - ...que es muy mediocre.

- ¿Muy mediocre? - gruñó Natalia, indignada.

Ese hombre le había matado la ilusión de un plumazo. Y de paso, con sus argumentos absurdos, el autoestima. La había hecho sentir de menos, y sabía bien que no era la primera vez que le pasaba y lo que le podía estar rondando la cabeza.

- No tiene ni idea. Ni puta idea, Albi. Ni criterio, ni nada. Ese señor...

- Lleva un hotel - la interrumpió la cantante.

- Pues no tiene ni idea. Gilipollas talentófobos hay en todas partes y tienes la mala suerte de que te has topado con uno.

- Pero, Nat...

- A ver qué dice cuando sus clientes le pregunten quién era el ángel que les ha iluminado una horita de sus vidas - le acarició un moflete, llevándose alguna que otra lágrima.

- Me moría de ilusión... - se lamentó.

- Lo sé, mi amor, pero está claro que no era tu lugar. Bueno, ni el tuyo ni el de nadie. No tiene ni pies ni cabeza lo que te ha dicho. Es ridículo, Albi.

- Que... que solo necesitaba que quedara bien de fondo... Que no me creyera lo que no era. Que soy una cantante de hotel sin más - insistió.

- A mí una cantante de hotel me cambió la vida, Alba - le alzó el mentón con un dedo para que la mirara-. Y, aunque a ti te parezca que no, hay muchísima gente que igual viaja sola o ha tenido un día de mierda lejos de casa y es por artistas mágicos como tú que pueden acostarse en una fría cama de hotel con una sonrisa y una melodía bonita reptiéndose en su cabeza. O la típica pareja que se da el lujo de una cenita romántica con música en directo y que años después se acordarán de la rubita preciosa que les puso los pelos de punta cantando La Llorona aquella noche. Alba, lo que tú haces, en un hotel y donde sea, es evadir a la gente de sus problemas, y en eso, mi amor, nunca puedes resultar excesiva. ¿Sabes? A nadie nunca le hace falta menos Alba Reche.

- Nat... - suspiró.

- No tiene sentido nada de lo que te ha dicho - repitió-. Si quiere una actuación sin alma y programada que ponga un hilo musical. Es que qué puta chorrada de argumento... Es increíble.

- Yo no había hablado con él antes de hoy, la chica que me llamó no era para nada así y yo... no me esperaba... esto.

- Lo sé. Ay, ven aquí, mi amor - la abrazó aún más fuerte, dándose cuenta de que los gatos se habían quedado a los pies de ambas, mirándolas fijamente-. Regálales una sonrisita a los niños, que están preocupados por su mamá.

Alba se deshizo del abrazo de Natalia y tanto Queen como Fígaro se abalanzaron sobre ella para darle amor. Despacito, como si supieran que en ese momento llevaba un cartel de "muy frágil" colgado.

- Si te agobian les echo, ya sabes que tengo un imán - trató de mantener esa sonrisita en su cara el máximo tiempo posible.

- No lo hacen, pero ven tú también.

Un rato después, se metieron en la cama enredadísimas.

- Qué chasco, Nat... - suspiró Alba-. Era todo demasiado perfecto.

- Encontrarás tu lugar, amor. Uno en el que te den el espacio y te valoren como te mereces - le acarició la cara-. Eres increíble, Alba Reche. Que no se te olvide nunca.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now