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Entraron de la mano al bar de Damion, en el que iban a cenar. Llegaban justo sobre la hora y ya estaban todos esperándolas.

- ¡Cuánta gente, Nat! - se asustó la rubia al ver que la mesa más grande del local estaba totalmente ocupada a falta de sus dos sillas vacías.

- ¡No es para tanto! Ya lo verás, son majísimos - la tranquilizó.

Natalia le presentó a sus amigas, sentadas junto a Pablo y Damion. También a Ici y a Jon, otro de sus compañeros de trabajo.

Al ser bastantes, la conversación fluía de manera fácil. Ici había tomado asiento al lado de Alba, mientras que María y África ocupaban los asientos de en frente. Natalia confiaba en que hicieran la conversación distendida y Alba se pudiera sentir una más.

No por nada había estado dando la turra en el grupo de WhatsApp que compartían con la intención de que hicieran gala de sus mejores habilidades sociales.

- ¿Y te está gustando Pamplona, Alba? - se interesó Ici con una sonrisa, tratando de hacerle preguntas que la hicieran sentir cómoda y rompieran el hielo.

La ilicitana miró a Natalia con cara de circunstancias, pues no habían visto ni la calle principal.

- Bueno, no nos ha dado tiempo a mucho...

- ¿Dónde la has llevado, Nat? ¿La Plaza del Castillo y eso? - preguntó Jon.

- En realidad a ningún sitio todavía - admitió la morena.

- No sé por qué no me sorprende - rió la Mari y le guiñó un ojo-. No esperaba menos de ti, Natinat.

Natalia hizo una mueca de fingida ofensa.

- ¡Oye! ¿Por quién me tomas? Soy una anfitriona maravillosa. ¿O tienes alguna queja, nena? - se dirigió a su clic.

- Ninguna - contestó, con las mejillas sonrojadas pero sonriente, pues las caras de María e Ici esperando su respuesta eran bastante cómicas.

- Bueno, aún tenéis tiempo - intervino África, tratando de reconducir la conversación y que no se desviara a temas sexuales tan pronto.

- Claro, claro. Lo acabaremos viendo todo - afirmó Alba.

- Que no se te olvide llevarla a la Ciudadela, Nat. Eso está tan pepino que te hará quedar como una reina. Unas litronas ahí al atardecer... Planazo.

- ¿Ahí llevas tú a la Mari, Pablete? - cuestionó Damion.

- Pues claro, la altura de los muros es perfecta para... - hizo un gesto obsceno y Natalia rodó los ojos.

De vuelta al sexo.

Se fijó en Alba, que se había reído con el notas de su amigo y se relajó. Había tantos personajes juntos en esa cena que no sabía cual de ellos podía asustarla más.

- ¿Y que es lo que más te gustó de nuestro chopo? - la interrogó esta vez María-. A parte de lo buena que está.

- Pues no sé... fuimos descubriéndonos la una de la otra de tantas formas que no sabría decirte - dudó la cantante.

- Ah, ¿o sea que no sabrías decirnos nada que te guste de ella? - soltó Marta, en un tono poco amistoso.

Natalia la atravesó con la mirada, advirtiéndole por su dureza. África le reprochó el tono con un codazo poco discreto.

- Eh, no, no quería decir eso... - respondió Alba con nerviosismo-. Me encanta su personalidad, lo segura que es, su humor, su constancia... Me encantan demasiadas cosas, por eso me cuesta decidirme por una.

Su chica besó su mejilla en señal de apoyo y María rápidamente introdujo un nuevo tema de conversación, que difuminara la tensión que se había creado en un momento.

Rápidamente, Alba y María conectaron. La de los tatuajes sonreía a Natalia con aprobación y esta le correspondía, orgullosa.

Fue hablando sobre las salidas en grupo y sus noches de borrachera, llenas de anécdotas tan graciosas como vergonzosas, cuando volvieron a volar cuchillos.

- Dios, qué desfase fue tu cumple - hizo referencia África a la fiesta de los treinta de María-. Íbamos todos como si fuéramos adolescentes en su primer botellón.

- Todos, todos, no. Que Natalia se lo perdió. ¿Lo pasásteis bien en Madrid, por lo menos? - le lanzó Marta la pregunta a Alba, que se revolvió en la silla, incómoda.

- Ehh...

- Claro, es que no es suficiente con que Natalia se haga cientos de kilómetros cada semana, perdiendo su tiempo y su dinero, tú quieres retenerla, como si no tuviera vida más allá de ti.

- Marta - le llamó la atención la pelinegra-. ¿Me acompañas al baño un momento?

La pregunta, que era más bien una orden, hizo que la malagueña se levantara y la siguiera hasta el aseo.

- ¿Se puede saber qué coño haces?

- No me gusta esa chica para ti, Nat.

La más alta abrió los ojos como platos.

- No tienes ningún argumento para opinar eso. Está siendo simpatiquísima con todos, se adapta a las conversaciones, es educada y, joder, me quiere y la quiero. ¿Qué le ves de malo?

- No me fío de ella, te quiere alejar de nosotros.

- ¡Pero si ha venido aquí a conoceros! - se pasó las manos por el pelo, desconcertada.

- Porque sabe muy bien lo que hace. Ha estado meses dejando que tú hicieras el esfuerzo todas las semanas. ¿A ti te parece que da lo mismo que tú?

- Mira, Marta, no sé que mosca te ha picado pero no voy a consentir que vayas a cuchillo contra una persona que no ha hecho absolutamente nada malo.

- Te crees que tienes una relación perfecta, ¿no? Pues, ¿sabes qué? Las relaciones perfectas no existen y Alba te acabará fallando. Como hacen todos

- ¿A qué viene esto? Estoy flipando.

- No quiero que te ilusiones, te alejes de nosotras y luego te acabe dejando. ¿No lo ves? ¿Que solo quiere quedar bien con nosotros? Seguro que ha venido solo porque se piensa que te estamos comiendo la cabeza en su contra.

Natalia negó con la cabeza.

- No estás siendo objetiva, Marta. No sé por qué la odias pero no tienes ninguna razón para hacerlo. Y no quiero que le hagas pasar una mala noche. Así que o cambias tu actitud o será mejor que te vayas.

- ¿En serio, Nat? ¿Me vas a echar de la cena?

- Solo te invito a irte si no vas a saber tratar a la gente con el respeto que merecen.

- La estás eligiendo a ella antes que a mí, que soy tu amiga.

- El resto de mis amigos se están portando como lo que son, amigos. De ti no puedo decir lo mismo - espetó enfadada.

- ¿No? Pues no te preocupes, me voy yo antes de que me eches - sentenció y salió del baño.

Cuando Natalia volvió a la mesa, ya no había ni rastro de la malagueña.

- ¿Qué ha pasado? - le preguntó Alba con preocupación.

- Si te digo la verdad, no tengo ni idea - se encogió de hombros.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now