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Alba arrancó la motillo que habían alquilado para recorrer la isla y Natalia se aferró con fuerza a su cintura.

- Precaución, amiga conductora.

- Relájate.

- Me dais miedo, tú y la moto. Y la combinación ya ni te cuento - apretó fuerte su agarre.

- Confía en mí, baby. Solo tienes que dejarte llevar y disfrutar del paisaje.

Los trayectos en busca de las mejores calas no eran largos, pero a Natalia le eran suficientes para dejar el miedo atrás y perderse en el contacto de su cuerpo con el de la conductora.

Si lo pensaba, Alba al frente de la dirección de sus pasos era una metáfora bastante cercana a la realidad. Y la morena se sentía feliz, dejándose guiar hacia lugares preciosos que, de su mano, siempre se convertían en mágicos.

Formentera y su oasis de paz les estaba haciendo mirarse con ojos tan cristalinos como las aguas de sus playas. Sin agujas del reloj cronometrando las horas que les quedaban para disfrutarse, sin obligaciones que las distrajeran de lo esencial: su conexión.

La ruta turística a seguir era relajada, pensada en la justa medida para que todos sus momentos de no hacer nada más que pasar tiempo juntas gozaran de entornos de ensueño.

Los atardeceres eran el momento favorito de ambas. En silencio, o con Alba canturreando bajito alguna canción. Siempre revueltas, contemplaban la caída del sol con la gratitud de quien sabe que está en el sitio adecuado con la persona adecuada.

- ¿Si te digo algo te asustas? - preguntó la rubia durante el tercer desayuno en la terracita de su apartamento.

- ¿Qué clase de pregunta es esa, Albi? - frunció el ceño.

- Bueno si te asustas, pues haces como que no he dicho nada, ¿vale?

- A ver, dispara - agitó las cejas.

- Nunca en mi vida me he sentido tan en sintonía con el universo como cuando estoy contigo.

- ¿En sintonía?

- Me he dado cuenta de que cuando estás tú, no es que tu engranaje y el mío encajen, es que se activan y todo lo demás funciona en armonía. Todo hace clic.

- Baby, esta teoría ya te la dije yo hace meses y cabe recordar que te reíste en mi cara - le dio un toquecito en la nariz.

- Te dije que sentí el clic y de verdad lo hice. Pero aquí, juntas, es como que lo llego a entender de verdad. Todo lo haces cómodo y bonito, Nat.

- Bueno, el encanto de esta isla también tendrá algo que ver con tu momento de plenitud.

- En medio de la discoteca más heavy de Ibiza tendría la misma sensación, si puedo colgarme de tu cuello.

- ¿Quieres que nos vayamos esta noche de fiesta a comprobarlo? - Alba chasqueó la lengua.

- Tómame en serio, no soy de las que dicen estas cosas por decir - protestó, Natalia se apresuró en besar su pucherito.

- Lo sé, siempre lo hago. Me lo estoy llevando al humor porque si te digo lo que me pasa aquí ahora mismo - se señaló el pecho-, nunca más voy a poder usar mi faceta de chulita.

- La ligona perdonavidas no quiere perder su reputación, ¿eh? - la picó.

- Ven, acércate - tiró de su silla.

- ¿Para qué?

Natalia buscó su oído.

- Soy muy feliz. No sé ni dónde tengo el corazón con eso que me has dicho. Estoy flotando.

- Nat...

La morena la acalló poniendo el dedo índice sobre sus labios.

- Es un secreto. No he dicho nada.

Alba asintió y la imitó, desvelándole otro secreto.

- Siento... siento que tú y yo vamos a estar juntas para siempre. O por mucho, mucho tiempo, por lo menos.

Tras ese tímido susurro, volvió a mirarla. Y reconoció el reflejo del brillo de esos ojos chocolate en los suyos propios.

Natalia se mordió el labio, casi en un pucherito.

- Ven - la acogió entre sus brazos, Alba se acomodó en su pecho-. Te quiero mucho, baby.

- Y yo a ti. No te puedo mirar más rato porque estoy muy blandita.

- Ay, ¿a ver? - se encargó de alzar su mentón para que volviera a mirarla.

- ¡Nat! - protestó, golpeándole el pecho sin fuerza.

- Estan siendo unos días... - buscó la navarra palabras que ni siquiera existían.

- Ya - asintió Alba-. Va a resultar que los días mágicos se nos dan igual de bien que las noches...

Natalia sonrió y la besó lento.

Estaban en ese paraíso para disfrutar juntas, para relajarse alejadas del mundo, para conectar más que nunca entre ellas y desconectar del mundo, así como de la distancia que normalmente las separaba. Y lo estaban consiguiendo. Y cómo de bien se sentía.

Horas más tarde, recorrían de la mano uno de los famosos mercadillos de la isla, disfrutando como dos niñas pequeñas de cada puestecito. Alba ya había aprovechado para comprarse un vestido playero típico de la isla y Natalia no paraba de curiosearlo todo.

- Habrá que comprar algo de recuerdo, ¿no? - propuso la morena.

- Pero algo especial, que nos guste. No comprar por comprar.

- Bueno, a la Rafi yo le quiero llevar un imán.

- ¡Pero qué pelota eres! - rió, golpeándole el hombro.

- La cocina ya es mi lugar especial con tu madre, qué menos que un imán para tenerme siempre en su nevera.

Alba rodó los ojos.

- Mira esto - acarició unas pulseras finas de estilo marinero.

- Son súper bonitas.

Se miraron y estallaron en una carcajada.

- Vamos a comprarlas y ser como esas parejas super ñoñas, ¿verdad? - evidenció Natalia.

Alba asintió, rindiéndose a lo chicloso del momento.

Dos minutos después sus manos entrelazadas ya tenían sendas pulseras rodeando sus muñecas.

- Marina se va a reír de mí muchísimo.

- ¡Y la Mari! Si nos estamos riendo hasta nosotras, Albi...

- Pero a ver, no pone tu nombre, ni corazones, ni nada. Yo creo que es una cursilez medianamente aceptable.

- Medianamente - carcajeó Natalia-. Parece mentira que empezaramos esto con "solo sexo" - hizo las comillas en el aire.

- Pues sí, parece mentira.

Las noches mágicas | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora