46

6.8K 582 84
                                    

- No quiero irme de esta isla - susurró Natalia al oído de su clic, la última noche.

Estaban desnudas y enredadas en la cama del apartamento, a horas de que sonara la alarma para poner fin a esos días de ensueño.

- No quiero separarme de ti otra vez, baby - le besó el hombro Alba.

- Yo tampoco - hizo un puchero la navarra.

- No, pero lo digo en serio, Nat - se incorporó, apoyándose en el cabecero de la cama, su clic se acomodó en su regazo-. No quiero separarme de ti.

- Ni yo, mi amor - le repitió, acariciándole la cara.

- Es que no... No quiero estar contigo a distancia, Nat - sentenció.

- ¿Cómo? - se incorporó también la pelinegra, quedando ambas cara a cara.

- Que no. Que cada vez que te vas me pregunto por qué tenemos que estar tan lejos. Que te echo de menos siempre. Quiero disfrutarte sin reparos, sin tiempos, como ahora...

- Albi...

- Quiero que vivamos juntas - redobló la apuesta, totalmente seria.

Natalia sonrió, inevitablemente. Ella sentía lo mismo. Era cierto que cada vez se les hacía más enemiga la distancia, más si lo comparaban con esos días que habían disfrutado juntas.

- Di algo, nena - se impacientó Alba.

- Yo... - empezó Natalia, dubitativa, pasándose una mano por el pelo.

- ¿No estás preparada? ¿Crees que es pronto? ¿No... no quieres? - se agobió.

- Claro que quiero, baby. Pero hay que pensarlo bien.

- Nat...

- No te estoy diciendo que no, mírame a los ojos - le alzó la mandíbula-. Solo digo que hay que hacerlo bien, no con prisas.

- Ya... - aceptó, no muy convencida.

- Sabes que me muero de ganas, ¿no? Que no es que quiera cortar el rollo, si no que me aterra dar un paso tan importante en falso y que tire por tierra todo lo que hemos construido.

- Lo sé. Pero es que de verdad siento que verte los fines de semana solo no me alcanza. O sea - rectificó- sí que me alcanza, me sobra. Un minuto contigo me sobra. Me estoy explicando fatal...

- Te estoy entendiendo perfectamente - la tranquilizó, realmente sentía exactamente lo mismo.

- ¿Seguro? Igual tú estás bien así, a distancia...

- Seguro, amor - la miró a los ojos y rozó su nariz con la suya-. Nada me haría más feliz que vivir contigo, pero no quiero cagarla. Hay que darle vueltas.

- ¿Podemos poner un plazo por lo menos? - pidió la rubia, lo necesitaba.

- ¿Como para hacerlo real aunque haya que planearlo bien?

- Sí.

- ¿Después de verano? - propuso Natalia.

- Eso es muy ambiguo, ingeniera - le dio un toquecito en la nariz.

- El uno de septiembre. Septiembre es un mes de nuevos comienzos.

- Aceptamos septiembre ya que no puede ser mañana mismo - se resignó, rodando los ojos.

- Me muero de ganas, Albi, de verdad - le dio un pico.

- Y yo, mi amor. Voy a estar contando los días.

- Mi amor... - repitió el apelativo en un ronroneo.

Natalia la besó despacito y tiró de ella para volver a tumbarla en la cama. La rodeó con los brazos y la rubia unió sus manos a las de la morena, ancladas en su vientre.

- Te quiero - le susurró Alba, mientras disfrutaba de los besitos pequeñísimos que su clic repartía con ternura por sus hombros.

- Te quiero más, mi amor.

- No vas a parar de decirlo, ¿verdad? - rió la rubia.

- No, mi amor - le dio la razón.

- ¿Otra vez? - se regodeó Alba, cerrando los ojos-. Dímelo otra vez.

- Mi amor.

Natalia no paró de mirarla hasta que sintió su respiración acompasada, y también ella se rindió a los brazos de Morfeo.



- ¿Quién eres tú y dónde está el gusiluz de mi hermana? - exclamó Marina al ver entrar a Alba por la puerta.

- ¿A que estoy un poco morena? - le tendió el brazo para que lo comprobara-. Natalia no paraba de picarme con que no lo estoy, la muy zorra.

- Para ser tú, estás morena caribeña, tata - le dio la razón, para su satisfacción-. ¿Cómo ha ido?

- Ay, Mini, es que no tengo ni palabras para explicártelo - expresó con una sonrisa que lo decía todo.

- Tía, Mari, una tranquilidad, una paz, una libertad, un amor... La mejor semana de mi vida.

- La verdad es que se te nota en el cutis, ¿eh? Los rayos de sol, las horas de sexo... - bromeó-. No, ahora en serio, Nat, estás más guapa que nunca con esa felicidad encima.

- ¿Y esta pulserita? No me digas que cierta morenaza pibón tiene la misma... - adivinó Marina.

- Sí - confesó Alba con la boca pequeña, sabiendo lo que vendría a continuación.

- ¡Qué cursis mi parejita de enamoradas! - se burló, por supuesto.

- Quién te ha visto y quién te ve, Wonka, con matching pulseritas como los niños pequeños en el patio del colegio.

- ¡Ay, déjame! - le apartó la mano, que María le había secuestrado para examinar la pulsera de cerca-. También hemos hablado de cosas bien de adultas, ¿eh?

- ¿Ah, sí? Sorpréndeme - se cruzó de brazos la Mari.

- Nos vamos a ir a vivir juntas.

- ¿Qué?

- Pues eso. Que vamos a dar el paso - aclaró Alba.

- Nos lanzamos a la piscina, Mari - anunció con entusiasmo.

- ¿Pero cuándo va a ser eso? Solo lleváis...

- Ocho meses, llevamos ya casi un embarazo.

- Se ha pasado rapidísimo, ¡madre mía! - comentó Marina-. ¿Cuándo dices que me dejas la casa para mí sola?

- El uno de septiembre - aplaudió su hermana entusiasmada.

- Aun falta para que llegue, pero hemos decidido esa fecha porque lo queremos hacer con calma y sin precipitarnos. Para que todo salga bien - explicó la navarra.

- ¿Y dónde vais a vivir?

- En Madrid - dio por hecho Natalia.

- En Pamplona - le confirmó Alba a su hermana.

Las noches mágicas | AlbaliaOnde histórias criam vida. Descubra agora