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Alba suspiró, todavía en shock, cuando cerró la puerta de la habitación a sus espaldas.

A Natalia le entró la risa floja.

- No te rías - le pegó la rubia en el hombro-. Voy a matar a Marina con mis propias manos.

- Que tenía las manos en tus tetas, Albi, agarrándolas con las dos manos - imitó su propio gesto la pelinegra sin poder dejar de reír.

- ¡Qué pillada! - se pasó las manos por la cara-. Es que no me lo puedo creer.

- Marina nos ha hecho una encerrona y se ha ido a dormir tan pancha - apuntó la morena, abriendo mucho los ojos-. ¡Qué personaje!

- ¡Es una cabrona! ¡Se va a enterar! - aseguró indignada.

- No me gustaría estar en su pellejo ahora mismo - hizo como que temblaba.

- Ni yo en el tuyo, sinceramente. Verás el desayuno mañana... - la puso en preaviso.

- ¡Qué animos me das! Muchas gracias, Albi - ironizó.

- Es que es verdad. Mi madre te va a acribillar a preguntas.

- No será para tanto - dejó un besito en su nariz.

- Créeme que sí.

- ¡Pero si parece super simpática! Hasta me ha limpiado el pintalabios - rió de nuevo.

- Mañana me lo cuentas, después del tercer grado - murmuró antes de darle un beso, que la navarra intesificó.

- ¿Por dónde íbamos tú y yo? - preguntó Natalia con picardía, a la vez que buscaba de nuevo sus tetas, esta vez por encima del vestido.

Alba le agarró las manos y se las apartó.

- Uy, no, no, no. Ni lo sueñes, con la Rafi en casa, no.

- ¿Se te han quitado las ganas? - alzó una ceja.

- Eso nunca, nena, pero como nos oiga...

- No nos va a oír - se empezó a desvestir.

- Tiene una antena parabólica, te aseguro que sí. Si es que no está ya con la oreja pegada a... - la morena la acalló con otro beso.

- Vas a ser muy silenciosa - le susurró al oído, mientras se deshacía de su vestido, acariciándola a conciencia.

Alba jadeó cuando sus caricias llegaron a su clítoris.

- Nat - jadeó, agarrándose a su nuca, para mantener el equilibrio.

- Shhhh.

- Esto es una... locura.

- ¿Quieres que pare? - le susurró la navarra al oído, sin dejar de tocarla.

- No.

Acabaron en la cama, con la pelinegra encima de la cantante, besándola con ansias y rozando ambos cuerpos en un intenso vaivén.

- Gírate, contra la almohada no se van a oír los gemidos.

La rubia, totalmente encendida, obedeció. Natalia fue besando toda su anatomía, sin dejar de atender su clítoris.

Mordió sus nalgas y dio un toque en sus piernas, para que las alzara.

Con ayuda de su lengua, le regaló a su chica un orgasmo descomunal, que trató de silenciar al máximo.

Una vez hubo recuperado la respiración, Alba se ocupó con sus dedos de la humedad que mojaba el sexo de la morena.

- Un poco turbio que la pillada de mi madre te ponga tan cachonda, ¿no crees? - murmuró con voz ronca.

- Tú me pones cachonda - le clavó una mirada de fuego.

La ilicitana la tumbó sobre el colchón y le cubrió la boca con una de sus manos para que no hiciera ruido.

- No queremos que te oigan. Sería una pésima primera impresión. Peor de la que ya has tenido...

Natalia mordisqueó y lamió los dedos que cubrían su boca, juguetona.

Con la otra mano, Alba buscó su coño y con habilidad le hizo llegar al clímax en pocos minutos. Natalia gimió contra su dulce mordaza, extasiada de placer.



Marina se despertó de golpe, debido al vaso de agua que su hermana le tiró a la cara. Ahogó un grito y se llevó las manos a la cara.

- ¡Qué coño haces, Alba! Casi me da algo del susto.

- ¿Qué coño hago? ¡Qué coño haces tú invitando a mamá sin avisar! - se cruzó de brazos, enfadada como estaba.

- Hacía mucho que no la veíamos - se encogió de hombros-. Y quería conocer a tu chica.

- Joder, Mini, nos pilló de lleno ayer.

- ¿De lleno? - abrió los ojos en grande, tratando de contener una carcajada.

- Eres muy mala persona, Marina. Todo esto te hace gracia, ¿no?

- Hombre, lo he organizado yo.

- ¡Dios, te odio! - le tiró uno de los cojines.

- No me ataques - se lo devolvió-. ¿Vamos a desayunar? ¿En familia?

- Es que te voy a matar, Marina. Va a ser un cuadro, pobre Nat - se lamentó.

- No es para tanto.

- Ni is piri tinti - la imitó-. Esta te la guardo, te lo juro.

Su hermana rió, ante las amenazas de la cantante.

- ¡Niñas, ya está preparado el desayuno! - las llamó la Rafi, que se había apropiado de la cocina-. ¡Venga!

- No he acabado contigo, Mini - enfatizó.

- Mira cómo tiemblo - se burló ella.

Alba rodó los ojos y fue en busca de Natalia para despertarla.

- Baby - le susurró con dulzura, mientras le acariciaba la cara-. Buenos días.

La pelinegra ronroneó y se dio la vuelta.

- ¿Cómo puedes estar durmiendo así de tranquila y en paz teniendo a la Rafi en casa? - murmuró dejando besos en su mejilla.

- Mm... Albi - abrió un ojo la morena, sonriente-. Buenos días.

- Buenos días, Nat. Venga, a la ducha, que ya está el desayuno.

- ¿No puedo ir oliendo a sexo? - bromeó.

- Entre Marina y tú me tenéis de los nervios.

- Mimimimi.

Natalia se desperezó y se incorporó para darle un pico.

- ¿Te duchas conmigo? - puso un pucherito.

- ¿Pero tú qué quieres? ¿Que hablen todavía más? No sabes el par de cotillas que tienes esperándote con el café con leche y las pullitas preparadas.

- Por eso deberías mimarme un poquito y ducharte conmigo - le recorrió el hombro con besitos.

- Ya te he mimado lo suficiente, ¿no crees?

- Venga, Albi - le puso un puchero.

- Solo para ir más rápido - se dejó convencer-. Nada de sexo, que nos conocemos.

- Con lo que me relajaría eso, en estos momentos de tensión... - fantaseó la pelinegra.

- No tienes remedio - negó con la cabeza y se mordió el labio.

- ¿Eso es que sí? - alzó una ceja.

- ¡No! Venga, tira. Que necesitas tener el cerebro activado. Agua fría te voy a poner.

- La voy a necesitar - admitió Natalia, guiñándole un ojo.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now