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- ¿Te gusta el camarero, Albi? - agitó las cejas, Natalia para llamar su atención, junto a una sonrisa ladeada.

- ¿El camarero? - la miró, frunciendo el ceño-. ¡Qué va!

- Como no paras de mirarle...

- Uy, ¿eso que huelo son celitos? - vaciló rascándose la barbilla.

- ¡No! - se exculpó, alzando las manos.

- Lo miro porque me ha llamado la atención, ¿sabes? - se hizo la interesante.

- Ah, mira qué bien - le siguió Natalia también con la mirada.

- ¿Tú cómo crees que se le aguanta el bigote ese de Dalí? ¿Cuántas veces al día se lo peinará?

A la morena le entró la risa al ver que le preguntaba esas dudas existenciales realmente preocupada.

- ¿En serio estás pensando eso?

- Totalmente en serio, el look hipster tiene lo suyo pero... el bigote en concreto - dejó de mirar al chico y dirigió su atención de nuevo a la morena-. Tú, como profesional experta, ¿cómo valoras esa obra de ingeniería capilar?

La navarra se inventó algunos tecnicismos sobre el proceso de tal intrincada operación y les fue difícil a ambas contener la risa cuando dicho camarero les trajo la cuenta.

- ¿Te vienes conmigo a beberte unas litronas a la Ciudadela, rubia? - imitó Natalia a su amigo Pablo, un rato después, dejando de caminar y pegándose a su espalda para rozar la pelvis con su culo-. A escondernos en los muros para...

Alba carcajeó y se dio la vuelta.

- Si me llevás tú, mejor que Pablo - le dio un beso.

- ¿No te gusta mi plan pepino, muñeca? - agitó las cejas, agarrándole el culo con las dos manos.

La rubia negó con la cabeza entre risas, la besó de nuevo y tiró de sus manos, que parecían unidas a esa parte de su anatomía con pegamento extra fuerte.

- Vamos, anda.

Recorrieron el precioso enclave a su manera, haciendo que la invitada se maravillara aun más con lo bonita que era la ciudad y que la anfitriona no borrara en ningún momento su sonrisa de felicidad.

Y celebraron el éxito del Lacunza Free Tour con una botella de albariño descorchada en el sofá de la morena.

- Por las noches mágicas, mi clic - alzó la copa Alba.

- Por las noches mágicas - sonrió Natalia, disfrutando especialmente de ese brindis en el que jugaba, por primera vez, en casa.

Ligeramente achispadas, la distancia física entre ellas iba desapareciendo. Cuando se quisieron dar cuenta, Alba se encontraba ya a horcajadas de su chica y con la lengua recorriéndole el cuello.

- Albi...

- Gracias por enseñarme tu hogar - le susurró la rubia al oído.

- De nada, baby - murmuró, recorriendo la piel de su espalda bajo su camiseta.

- Insisto en agradecértelo - repitió con voz arenosa.

- No voy a protestar entonces, si insistes - entró al trapo rápidamente.

La ilicitana lamió lentamente el labio inferior de la morena, que se lo mordió.

- Me haces cosquillas si me besas tan lento...

- ¿No te gusta?

- Sí me gusta, me encanta, pero...

- ¿Hoy no estás romántica, ligona perdonavidas? - alzó una ceja, frotando su pelvis contra su centro.

- Cuando me llamas así... - se mordió el labio.

- ¿Te pone? - coló la rubia sus dedos bajo la ropa interior de la más alta.

- S-sí.

- A mí también me pone - le gruñó Alba, penetrándola de una estocada.

Natalia gritó su nombre.

- Shhh, tus vecinos - vaciló la rubia, contra su boca.

Alba podía sentir su respiración entrecortada mezclarse con la suya, que también se alteró cuando Natalia atacó su clítoris, masajeándolo en círculos.

- Quiero que grites mi nombre - le pidió esta vez la morena.

- Mm... - se mordió el labio Alba, tratando de contenerse y no darle el gusto.

- No te oigo...

- Mmm... Nat, más - pidió, tratando de hacer desaparecer cuanto antes la ropa de ambas.

- Más - demandó también la pelinegra, finalmente desnuda.

Alba obedeció y Natalia alcanzó el orgasmo unos minutos después, gracias al ritmo perfecto que los dedos de su clic marcaban en su interior.

Nada más recuperar el aliento, tumbó a la rubia en el sofá y recorrió a besos su cuerpo para acabar aterrizando allí donde más la necesitaba.

Lamió y jugó con su centro, clavándole una mirada de depredadora que erizó la piel de la ilicitana. Esta se dejó hacer, agarrada al pelo de su chica y llegó al clímax gimiendo su nombre.

Definitivamente, la sesión de sexo les arrebató las pocas energías que les quedaban, haciendo que acabaran dormidas hechas un ovillo en el cómodo sofá.

- Me estás mirando - murmuró la rubia, sin abrir los ojos, la mañana siguiente.

- ¿Cómo lo sabes si tienes los ojitos cerrados, listilla? - recorrió Natalia su costado con un dedo.

- Porque lo noto.

- ¿Con tu sexto sentido? - se burló.

- Puede ser. También sé que estás sonriendo como una estúpida ahora mismo, porque te parezco monísima dormidita en tu sofá y con el rayo de sol asesino que entra por la ventana iluminándome como si fuera yo un angelito caído del cielo - argumentó todavía con voz adormilada.

- Pero, ¿qué dices, creída? - le buscó las cosquillas-. En todo caso tú estás sonriendo como una estúpida enamorada porque te has despertado abrazada a mí en este precioso sofá de Pamplona.

- Bueno, las dos estamos sonriendo como estúpidas - cedió.

- Como estúpidas enamoradas - corrigió Natalia.

- Como estúpidas enamoradas - repitió.

- Pues ahora sí, buenos días - le dio un pico la morena y Alba abrió los ojos al instante, cual Bella Durmiente.

- Buenos días, baby.

Exprimieron el par de horas que les quedaban juntas al máximo, llenándose de amor.

La morena puso todos sus esfuerzos en crearle el mejor recuerdo posible de esa primera visita a Pamplona, tratando de borrar cualquier sabor amargo que el problema con Marta, del que se ocuparía más tarde, pudiera haber dejado.

Natalia despidió a su clic en la estación con cierto dramatismo.

- Me ha encantado, Nat - insistía la rubia-. Pamplona es preciosa y tú eres increíble.

- Eso significa que volverás, ¿no? - alzó una ceja.

- Seguro - la besó.

- No te olvides de ponerme todas las estrellitas en TripAdvisor. Y un comentario, me ayudan mucho a mejorar. Lacunza Feee Tour, acuérdate, no se lo vayas a poner a otra - bromeó la más alta.

- Pava - le dio otro pico-. Me tengo que ir.

Natalia la besó más intensamente esta vez y se fundieron en un abrazo.

- Buen viaje, nena. Avisa cuando llegues.

- Te quiero.

- Y yo a ti más.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now