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La rubia volvía de las clases de cerámica a las que se había apuntado para ir los días que no trabajaba. Esperaba encontrarse a Natalia, recién llegada de trabajar, peleándose con los fogones para hacer algo de cena.

Por el contrario, se topó con su clic sentada a lo indio en el sofá, con su guitarra entre las manos y los gatos rondándola.

Sonrió fuerte ante la estampa.

- Hey, mi amor - la saludó, rompiendo la burbuja de concentración en la que estaba.

- Hola, baby - sonrió la navarra, haciendo a un lado el instrumento para recibirla en condiciones.

- ¿Qué hacías con eso?

- Aprender. Llevo un buen rato con un tutorial para tocar Corazón Espinado y ya casi la tengo.

- ¿Y eso? - le acarició el pelo, sentándose en su regazo.

- Pues no sé, he pensado que si aprendo, igual podría ser tu guitarrista y así no tienes que tocar tú, que sé que te gusta más cuando solo cantas... - explicó encogiéndose de hombros.

- ¿En serio, Nat? - se mordió el labio.

- Pues claro, estoy segura que tus días de camarera están más que contados. Y si actúas más de noche yo puedo tocarte lo que quieras. Bueno, de momento, solo Corazón Espinado y a velocidad de tortuga, pero he quedado con Damion para que me dé clases, que él con el bar no se va a poder escapar, pero yo aprendo rápido...

- ¿Cómo puedes ser tan bonita? - interrumpió su discurso para besarla.

- Otra de mis virtudes, supongo - le guiñó un ojo.

- No sé que voy a hacer contigo - le llenó la boca de piquitos.

- ¿Quererme mucho? - batió las pestañas.

- Eso seguro.

- ¿Atarme a la pata de la cama para que no me escape nunca? - alzó una ceja, bromeando.

- ¿Pero tú cuántas películas has visto, Christian Grey? - rodó Alba los ojos-. Eso es lo contrario a quererte mucho.

- Pero por una vez que me ates tampoco pasa nada, ¿eh?

Alba cambió su mirada de amor puro a una un poco más traviesa y se sentó a horcajadas encima de su clic.

- ¿Estás pidiendo guerra o me lo parece a mí? - le lamió el cuello tras susurrarle al oído.

- Puede ser - gruñó paseando sus manos por debajo de la camiseta de la rubia-. Aunque, Albi, no sabía yo que esto de la guitarra era tan sacrificado, tenemos un problema.

- ¿Sacrificado? - frunció el ceño.

- Muchísimo, mira, me deja los dedos hechos polvo - se los mostró.

- Mi amor, eso es normal al principio.

- ¿Normal? Yo vivo de mis dedos, no me lo puedo permitir.

Alba estalló en una carcajada.

- Yo creo que sí puedes, nena.

- Sí, ríete, pero la que sale peor parada de esta situación eres tú. Te juro que he perdido el tacto y todo. No sé si me vas a querer así, atrofiada - juntó las yemas de sus dedos, cómicamente.

- Mientras no hayas perdido el gusto...

- Ah, no, el gusto está perfecto - se relamió y pasó la lengua por su labio inferior.

- ¿Ah, sí? ¿Me lo demuestras?

- Por supuesto.

- Pues ven que te ate a la cama, baby.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now