52

6.6K 543 21
                                    

Diez minutos después, a Natalia le llegó la notificación de una videollamada a tres bandas.

- Hola, Rafi - la saludó con la mano, sonriente-. No sabía yo que tú usabas estas tecnologías.

- Hombre, Nati, pues claro - evidenció, mientras el enfoque de solo la mitad de su cara la contradecía un poco.

- Natalia te quería hablar de sus planes para este verano, mamá. ¿A que sí, Nat?

- Sí. Mira, Rafi, yo tengo dos semanas de vacaciones y las quiero pasar en Elche, contigo.

- Conmigo, querrás decir - corrigió su clic.

- No, no, con la Rafi. Lo que pasa es que da la casualidad de que también vas a estar tú.

- ¡Nat! - rodó los ojos.

- No es lista, ni nada, tu novia - rió la Rafi-. Puedes venir todo el verano si quieres, cariño. ¡Cuantas más seamos, mejor nos lo pasaremos!

- Pero tú, Rafi, ¿me recomiendas ir una semana en julio y otra en agosto, o dos seguidas?

- Una y una, así ves los dos ambientes.

- Y no te da algo por exceso de horas con las Reche - puntualizó Alba.

- Vale, pues entonces ya lo tengo claro.

- ¿Sí? ¿Qué días desea reservar en el Hotel Reche, señorita? - teatralizó la Rafi.

- Pues desde el primer concierto de Alba al domingo siguiente, una semanita. Y luego en agosto ya veremos. Apunta que está por determinar.

- No tardes mucho en confirmar pa reserva que se agotan las habitaciones y al final solo te va a quedar la mía, Nati.

- ¡Mamá! - se puso roja Alba-. No hagas esas bromas.

- Ay, qué sensible, mi niña mayor. Entonces, ya está todo aclarado. ¿Me puedo ir que he quedado con mis amigas para tomar algo?

- Puedes, puedes. Muchas gracias, Rafi.

- De nada, guapa. Nos vemos en unas semanitas. Un beso - hizo el sonido, acercándose peligrosamente a la cámara.

- Pues ya está todo organizado, baby. ¿Ves cómo tu madre me adora? - parpadeó exageradamente.

- Sí, lo veo, sí - admitió, negando con la cabeza-. Tenemos otra cosa que organizar tú y yo.

- ¿El qué?

- Estoy pensando que, como me voy a ir a vivir a Pamplona en septiembre, en tres semanas es mi último finde tocando en Madrid. Tengo que hablar con mis jefes para decirles que no voy a renovar el contrato.

- Pero, Alba, ¿tú estás segura que es una buena idea que vengas?

- Claro que sí. No entiendo el problema que le ves tú.

- Es que no sé, amor... Espera, antes de entrar en bucle - se lo pensó mejor-, no vamos a decidir esto por Skype.

- Este finde - propuso la rubia-. ¿Quieres que vaya yo a verte y hablamos?

- ¿Puedes?

- Tengo algún día de vacaciones pendiente, sí.

- Pues este fin de semana tendremos la conversación, Albi. Qué nervios, ¿no? - se frotó las manos.

- Estoy deseando ver tus excels con datos objetivos para convencerme.

- Y yo tu presentación de PowerPoint con colorinchis.

- No te burles de mí que vas a flipar.

- Ya veremos... Además el domingo tengo barbacoa y puedo llevar acompañante - agitó las cejas.

- ¿Y quieres que te acompañe yo? - se hizo la interesante.

- Si no nos hemos tirado de los pelos durante la conversación, sí.

- Confiemos - le mostró los dedos cruzados-. Además, yo le dije a Marta que a la próxima barbacoa iría, así que perfecto.



Alba terminaba de exponer su propuesta de mudanza a Pamplona apoyada por una serie de diapositivas curradísimas especialmente diseñadas para la ocasión.

En ellas, monigotes con la cara de cada una disfrutaban de momentos la mar de domésticos en una rutina imaginaria en la capital navarra. Una tarde de Netflix y mantita, un paseito, Natalia en la barra de un hotel cualquiera observándola, de compras en el Mercadona o enredadas en la cama, entre muchas otras.

Natalia, que atendía a sus argumentos sentada a lo indio el sofá y sonriente a más no poder, no pudo evitar ablandarse.

Mudarse ella a Madrid le parecía de lejos lo más práctico, pero la convicción de Alba queriendo empezar una vida juntas en su ciudad adorada le calentaba el corazón.

- Y viviremos felices y saldremos a manifestarnos cada año por un San Fermín sin toros - concluyó la rubia, entusiasmada, señalando un dibujo en que las dos vestían de blanco, con el típico pañuelo rojo atado al cuello.

Natalia se quedó callada, pensando, y la rubia le dió unos segundos, todo lo que su paciencia le permitió.

- ¿No vas a decir nada, amor?

- ¿Tú de verdad vendrías aquí a vivir? - fue todo lo que dijo Natalia, mirándola fijamente a los ojos.

- ¿Tú crees que habría montado todo este circo si no fuera así? - puso los brazos en jarra.

- Ya, pero... - empezó, pero no supo como seguir, estaba desubicada.

Alba se acercó y se sentó a su lado, mirándola también con total sinceridad.

- Te he dicho mil veces que sí. ¿Por qué no me crees, a ver? - le puso el pelo detrás de la oreja.

- No es que no te crea - aclaró-. Es que una cosa es decirlo y otra hacerlo. Tú tienes todo montado en Madrid, un engranaje que funciona a la perfección.

- ¿Y tú no? Tu familia, tus amigos, tu curro, tu ciudad preciosa... - enumeró.

- Ya - suspiró la navarra.

- Dime qué es lo que te pasa por la cabeza, baby.

- Te quiero proteger - reconoció-. Tengo la necesidad de ponértelo fácil, no sé, Albi...

- ¿Por qué piensas que tú sí eres capaz de dejar tu vida atrás por estar conmigo y yo no? - frunció el ceño la rubia, algo molesta.

Natalia se tomó su tiempo en responder y Alba se apartó un poco en busca de espacio.

Las noches mágicas | AlbaliaOnde histórias criam vida. Descubra agora