Natalia repicaba en la guantera, nerviosísima, de camino a casa de sus padres, unos días después.
El viaje no era muy largo, pero cada kilómetro le aceleraba más y más el corazón.
Alba lo notaba y trataba de relajarla hablando de cualquier cosa que pudiera hacer que dejara de pensar.
Natalia era consciente de que sus padres ya sabían todas las novedades y se las habían tomado bien. De hecho, habían sido ellos los que habían insistido en conocer a Alba tan pronto como se pudiera.
Pero era superior a ella. Nunca se había abierto con ellos de ese modo y no podía evitar estar inquieta al respecto.
- Desde que te conocí supe que acabarías viniendo a esta casa - soltó, harta de darle vueltas al coco en silencio.
- ¿En serio? No te creo - le sonrió Alba.
- Bueno, igual desde que te conocí no, pero desde que empezamos a quedar fuera del hotel puede que sí.
- ¿Y cómo lo sabías?
- La teoría del clic, ya sabes. El de hoy va a ser el clic supremo.
- Estoy deseando que puedas encajar esta pieza y ver que ni siquiera tienes que darle vueltas ni apretar para que entre perfecta.
- ¿Todo está en mi cabeza, verdad? - suspiró Natalia.
- Esto os va a venir bien tanto a ellos como a ti, Nat. Vais a romper una barrera grande y seguro que se alegran un montón de verte tan feliz.
- Gracias a ti.
- Exagerada - se restó cualquier mérito.
- Ay - suspiró Natalia-. ¿Seguro que no quieres entrar tú sola? En plan: hola, soy la novia de vuestra hija, que es una cagada que se muere de miedo de abrirse con vosotros y no sabe ni siquiera por qué...
- No digas eso... Lo estás haciendo, eso es lo importante - la animó.
- Es que soy un cuadro.
- Eso es verdad. Una obra de arte de las buenas - le guiñó un ojo.
- Uy, que cosas más bonitas me dices - bromeó.
- Va ir genial, Nat.
- Ay, es esa casa blanca del fondo - la señaló, histérica.
- Parece muy bonita, no sé por qué no te gusta venir.
- Yo soy de ciudad, mi amor.
Apenas unos minutos después, Alba aparcaba delante de la puerta. Le abrió la puerta a su clic, que se resistía a salir y le agarró la mano para plantarse en la puerta, que se abrió antes de que pudieran llamar al timbre.
- ¡Hola, cariño! - saludó María, abrazando a su hija brevemente.
- Hola... - respondió, con cierta vergüenza, viendo que tras ella se encontraba Mikel.
- Hola, soy Alba - se presentó sola la rubia a sus suegros.
- Hola, guapa.
- Estamos encantados de conocerte - le dieron dos besos los dos.
- Yo también.
- ¿Habéis venido bien en el coche?
- Super bien, Nat se sabe el camino de memoria.
- Normal, nosotros siempre la vamos a recoger, ¿sabes? Como no conduce...
- Lo sé, lo sé - rió la rubia, que avanzaba por la casa tras los anfitriones, tirando de la mano de Natalia.
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Las noches mágicas | Albalia
FanfictionAlba canta todos los viernes en un hotel madrileño. Natalia se aloja allí precisamente un día de concierto. Y no puede apartar los ojos de ese ángel que brilla en el escenario.