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- ¿Y sexualmente? - preguntó Natalia en un susurro, muchos besos después.

- ¿Sexualmente qué? - frunció el ceño Alba, que seguía al filo de su boca.

- Románticamente no te interesa, vale. ¿Pero en lo físico?

- Amor, tú y yo tenemos el mejor sexo que he tenido en mi vida - la besó-. Con diferencia. Y el tiempo solo hace que sea mejor y mejor cada vez. No necesito nada más.

- ¿Si quisieras... innovar me lo dirías? - insistió la pelinegra, que no quería que se quedara nada en el tintero.

- ¿Innovar? - frunció el ceño-. ¿Te refieres a un trío o algo así?

- Por ejemplo.

- La verdad es que no me apetece. No me imagino compartir esto que tenemos tú y yo con nadie más... ¿Y tú?

- Tampoco, pero, te lo digo en serio, si llega un momento en que sí nos apetezca, todo es plantearlo... Sin tabús.

- Sin tabús - asintió la rubia, que la besó de nuevo-. Dios, eres perfecta, Nat.

La navarra negó con la cabeza.

- Tú sí que eres perfecta, mi amor.

- Te quiero, y me encanta poder hablar de todo contigo aunque cueste un poquito al principio.

- A mí también me encanta, Albi - le acarició la cara y le regaló una sonrisa ladeada-. ¿Sabes? No es por nada, pero si alguna vez abrieramos la relación en ese plano, con Alicia nos lo pasaríamos muy bien.

- ¿Ah, sí? ¿Lo dices por experiencia, así, a tres bandas? - soltó Alba una risa pícara.

- Sí. Una experiencia religiosa, pero no había sentimientos por ningún lado, así que era todo mucho más fácil.

- Claro. Ay, mi traviesilla - tiró Alba de su labio inferior.

Natalia tardó poco en pedir paso e invadirla con su lengua. Las caricias se volvieron cada vez más peligrosas y la temperatura subía incesantemente, propiciando un sensual baile de cuerpos.

La complicidad, la química, el fuego, el deseo y el amor reflejado en los ojos de ambas, hicieron a un lado cualquier fantasía.

- ¿Bien? - quiso asegurarse Natalia, tras un orgasmo provocado por su boca.

- Increíblemente bien - afirmó la rubia, tirando de su cuello para besarla.

- Estabas empapada...

- Es que la conversación ha sido un preliminar en sí mismo - se mordió el labio.

- ¿Has pensado en...?

Alba frunció el ceño y atrapó su mentón para que la mirara. Vio en sus ojos cierta vulnerabilidad y solo quiso que la mirara bien. Que la viera por dentro y se diera cuenta de que la que era capaz de hacerle rozar el cielo y el infierno a la vez era solo ella.

- Claro que no, amor.

- Vale. Que no pasa nada si...

- Alicia será lo encantadora de serpientes que quiera, pero no es Natalia Lacunza. Ya lo siento por ella. Y si a mi subconsciente se le va la olla en sueños, pues yo no puedo hacer nada. Pero me basta mirarte para reafirmarme en que eres todo lo que quiero. ¿Te queda claro?

- Sí...

- Nat, no te necesito, te elijo cada día porque me hace feliz saber que comparto mi vida contigo, en todos los aspectos. Los llenas todos. Cada día.

- Ay, joder, Albi - se limpió una lágrima rebelde.

- Te quiero muchísimo - le dio un pico.

- Yo también te quiero muchísimo, amor.

Se quedaron en silencio, mirándose, emocionadas.

- ¿Y sabes qué te digo? - se puso Alba muy seria, sin dejar de mirarla a los ojos.

- ¿Qué?

- Que igual sí que la invitamos a la boda si... si algún día nos casamos - murmuró sin poder evitar sonrojarse y sacar una sonrisa boba.

- A-Alba... - consiguió articular la navarra, a la que la emoción se le acumuló todavía más.

- Vale, me he pasado. Perdón, lo reti...

La rubia no pudo acabar sus disculpas porque Natalia se lanzó a su boca, besándola con toda la lentitud y ternura que el momento le permitió. No quería separarse ni un milímetro. Se negaba a soltarla, a dejarla librarse de todo el amor en forma de besos y caricias húmedas por culpa de alguna lagrimita rebelde derivada de la intensidad del momento.

- El anillo y la pedida y todo eso te lo debo - rió la rubia, entre besos-. Esto no cuenta, ¿vale? Solo son planes de futuro.

- Entonces, que yo me entere, ¿no me estás pidiendo matrimonio? - achinó los ojos, sonriente.

- No, todavía no. Pero está bien saber que dirías que sí.

- ¿Yo he dicho que diría que sí?

- ¿No dirías que sí? - se llevó la mano al pecho.

- No te lo voy a decir. ¿Qué gracia tiene si no hay tensión en ese momento?

- Mi amor, no seas mala. Son nuestros planes de futuro, tienes que estar de acuerdo.

- Planes de futuro - suspiró la morena-. Ay, Alba, te amo.

- Eso es que me dirías que sí - le guiñó un ojo.

- Puedes pensar lo que quieras, mi clic - la besó.

- ¿Cenita romántica esta noche? ¿Te apetece?

- ¿Me lo vas a pedir de verdad? - abrió los ojos en grande.

- Pues no te lo voy a decir. ¿Qué gracia tiene, si no? - imitó su argumento.

- Tú no eres de improvisar, así que no.

- Tú ponte guapa por si acaso, mi amor.

Y así lo hicieron, con albariño del bueno en la cubitera y con Queen y Fígaro de espectadores disfrutaron de una rica cena, cocinada a base de amor.

- ¿Damos por terminada la cena? - preguntó Natalia, queriéndose asegurar que esa cena romántica no iba a ser EL momento.

Alba rió, viendo que podía jugar bastante con el as bajo la manga que suponían, desde esa tarde, sus planes de futuro.

- Digamos que sí - concedió.

- Bueno, pues vamos a brindar, igualmente. No me has pedido matrimonio, pero hemos comido rico y nos lo hemos pasado muy bien - llenó Natalia las copas de albariño.

- Y nos queremos mucho, no te olvides de eso.

- Y nos queremos mucho, eso también se merece un brindis - le dio la razón.

- Por las noches mágicas, mi clic. Todas las que vendrán - alzó Alba la copa.

- Por las noches mágicas.

-FIN-

Gracias.

Nos leemos en los epílogos 💫

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now