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- Hola, buenas, soy Natalia - le dio dos besos la payasa de su clic, después de estar casi una hora prácticamente cada una por su lado.

- Alba, encantada - le siguió el juego, tras rodar los ojos, mordiéndose el labio para contener la risa.

- Está guay la fiesta, ¿no?

- Muy guay, la verdad.

- Tú eres la que se acaba de mudar, ¿no? - le hizo un nada disimulado repaso.

- Sí, la de la pancarta - señaló con la cabeza el trozo de tela con su nombre.

- Ya decía yo que no te había visto mucho por aquí. Me acordaría, ¿sabes?

- ¿Te acordarías?

- Seguro, rubia. ¿Y cuánto tiempo te quedas aquí en Pamplona? Ojalá para siempre.

- Nat, ya... - rió la rubia, queriendo cortar el teatrillo.

- ¿Nat? ¡Qué confianzas! - abrió los ojos como platos.

- Payasa - le golpeó el hombro.

- Oye, tú como protagonista... ¿Cómo ves el panorama para ligar? - siguió a lo suyo.

- Uy, tú con esa cara de ligona perdonavidas que tienes seguro que te es pan comido - evidenció, dedicándole una sonrisa ladeada.

- ¿Tú crees? - alzó una ceja Natalia, acercándose-. Es que mira, te cuento, yo hace como una hora y media tenía una novia.

- ¿Ah, sí?

- Sí, aquí pegadita - señaló el espacio vacío a su lado-. Y no sé qué ha pasado pero la he perdido.

- ¿Y ya te quieres buscar otra? Me parece fatal - le recriminó.

- Es que mi novia es tan pequeñita que creo que va a ser difícil localizarla. Es así, tamaño minion - gestualizó poniendo la mano a la altura de su cintura.

- Imbécil - le golpeó el hombro de nuevo.

- Pero que no me has dejado terminar... ¿Alba? - fingió no acordarse de su nombre, la ilicitana asintió, rodando los ojos-. Pues es rubita, muy guapa, en plan, la más guapa de España por lo menos. ¿La has visto?

- Pues la verdad es que así tamaño minion no he visto a nadie. Pero rubita y la más guapa de España, ¿no te valgo yo? - le guiñó un ojo.

- ¡Vaya con la nueva, qué creída! - rió la navarra-. Yo es que necesito más confianza para tener una relación, ¿sabes? Tampoco me va a valer la primera que pasa por ahí y me gustan... ¿cómo te diría? Un poco más humildes.

- No llevo nada debajo de este vestido, Natalia - le susurró, pegándose a sus labios.

- Claro que quiero ser tu novia, pequeña desconocida, faltaría más - parapadeó exageradamente antes de besarla con intensidad.

- ¿No serás tú un poco interesadita?

- Para nada. ¿Me acompañas al baño? - se mordió el labio, en una propuesta más que indecente.

- Por supuesto. Estaba deseando que me lo preguntaras.

Nada más encerrarse en el cubículo, la morena levantó el vestido de Alba, deleitándose con las vistas.

- Rapidito, nena, que a ver si va a venir alguien - pidió la rubia.

- A sus órdenes, forastera.

Natalia atacó su clítoris con precisión a la vez que la besaba y pellizcaba uno de sus pezones, libres de sujetador, por encima de la tela de su vestido.

- Más rápido... - le gruñó Alba al oído.

No tardó más que unos minutos en hacerla deshacerse entre sus dedos.

- Joder... Tú - espetó la ilicitana, tratando de recuperar su respiración y subiendo a tientas la falda que llevaba su clic.

- ¿Me toca a mí? - ronroneó Natalia con voz arenosa, la rubia llevó los dedos a su entrada sin mucho miramiento.

- Estás empapada.

- Es que me pone ligar con... desconocidas - chuleó pese a su respiración entrecortada.

Alba la penetró con decisión, a un ritmo frenético y la navarra no tuvo más remedio que morder su hombro para ahogar sus gemidos al dejarse llevar poco después.

Cuando abrieron la puerta para salir, se encontraron a María de brazos cruzados, esperando.

- No quería interrumpir - dijo con sorna, recreándose en el desastre de esas dos despeinadas, con el maquillaje arruinado y ropa desordenada.

- Pero te has quedado escuchando, cacho cerda - murmuró Natalia, a pesar de tener las mejillas rojas de la vergüenza.

- Da gracias que no me he unido, Wonka - le guiñó un ojo, esta vez a Alba, que iba a mutar a granate en cualquier momento.

- ¡Mari!

- ¡Ay, la pasión! - canturreó mientras entraba en el cubículo como si nada.

- Qué vergüenza, qué vergüenza, Nat - se tapó la cara Alba.

- Por lo menos ha sido la Mari.

- Que nos ha escuchado follar. Y lo que hemos dicho mientras lo hacíamos.

- Reconozco que ha sido un plan un poco arriesgado - se encogió de hombres.

- Ya, pero es que teníamos muchas ganas - justificó.

- Muchas ganas - la besó despacio.

- Somos unas salidas, Nat. Me llevas por el mal camino...

- ¿Yo? Eres tú la que ha venido sin bragas, baby.

- Porque te conozco y sé que "no llevo nada debajo" son las palabras mágicas.

- Previsible - rió Natalia-. Bueno, no pasa nada, lo hemos disfrutado. Ahora unos vinos, unos bailes y nos olvidamos de la pillada.

- No voy a poder mirar a la cara a María nunca más.

- Mi amor, la acabas de conocer, van a haber situaciones mucho peores.

- ¿Sí? - alzó las cejas, alarmada.

- Te digo yo que sí.

Hacia el final de la fiesta, Natalia era una autómata de agradecer a todo el mundo su asistencia a la fiesta y lo bien que habían integrado a su clic.

Estaba feliz porque se había respirado un ambiente super agradable y Alba parecía estar más que a gusto.

Misión cumplida.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now