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A Alba realmente se lo pareció. Natalia hablaba con tanto amor y cariño de cada calle, cada plaza y cada local, que a la ilicitana no le quedó más remedio que mirar cada lugar con la ilusión de quién se lo descubría.

Llenaron los carretes de sus móviles de selfies movidos y fotos hechas por transeúntes poco talentosos en el arte de captar la magia del momento.

Pero disfrutaron, como enanas, del turismo y de las pausas. De hablar de todo y de nada, de recorrer barrios llenos de encanto cogidas de la mano.

- Aquí viví yo hasta los dieciséis - le mostró Natalia uno de los edificios en el norte de la ciudad-. Me encantaba esta casa.

- ¿Luego os mudásteis a dónde viven tus padres? - se interesó la rubia.

- Sí, compraron la casita en el pueblo, pero a mí nunca me gustó. Soy una chica de ciudad - le guiñó un ojo-. En cuanto empecé la universidad me volví a Pamplona.

- ¿Y cómo se tomaron tus papis tener el nido vacío tan pronto?

- Bien, no sé. Ellos saben que yo siempre he sido muy independiente. No nos hace falta estar pegados para tener buena relación - se encogió de hombros-. ¡Y además no están tan lejos, son solo veinte minutos en coche!

- ¿Qué coche, conductora? - se burló.

- ¡Oye! No te metas conmigo - le dio un golpe con la cadera-. Mis papis me vienen a buscar cuando quedamos, ¿vale?

- Ella, que es super independiente, pero la vienen a recoger sus papis - le acarició los mofletes con las dos manos, como si fuera un bebé-. ¿Te traen un sandwich de nocilla también? ¿Te llenan la nevera de tuppers?

Natalia rió y negó con la cabeza.

- Tú sigue así, que al paso que vas no te los voy a presentar nunca. Tú misma.

- Ay, ¿me los ibas a presentar? - se ilusionó la ilicitana.

- La verdad es que nunca les he presentado a nadie - murmuró, con cierta timidez impropia de ella.

- ¿En serio? - abrió mucho los ojos, sorprendida.

- Me llevo muy bien con ellos pero, no sé, nunca hemos hablado mucho de esos temas.

- ¿Saben que eres bisexual? - preguntó para saber si iban por allí los tiros.

- Creo que asumen que soy bollera desde que era un moco - rió-. No sé, no lo hemos hablado. Algún día me gustaría cambiar eso y tener una conversación de verdad, pero nunca sé cómo sacar el tema.

- ¿Crees que se lo van a tomar mal o algo? - frunció el ceño.

- ¡Qué va! Ya te digo que piensan que me gustan solo las chicas... Los estereotipos supongo - se encogió de hombros-. Pero, ¿qué hago? Llego, me siento en el sofá y les digo: papá, mamá, soy bisexual. Así sin venir a cuento.

- Ya, a veces es difícil encontrar la manera, si no tienes la confianza... - le apretó más fuerte la mano, de la que caminaba agarrada.

- Ellos van a su bola y yo a la mía. Y aunque estamos cómodos así, a veces es un poco como una barrera invisible entre nosotros.

- Ya llegará el momento - le sonrió Alba.

- Seguro que sí - le devolvió la morena la sonrisa, y una mirada que decía mucho.

Si alguien tiene que ser la primera en entrar en la casa del pueblo, siento que vas a ser tú.

Aunque lo pensó, no se lo dijo, por no crear expectativas que no sabía si iba a poder cumplir.

- Y aquí compartí piso con Ici durante la carrera - le señaló, un rato más tarde, otro edificio.

- ¿Vivíais las dos solas?

- Sí, nos conocimos en algún foro de esos para hablar de la temida carrera, antes de que empezara, y acabamos buscando piso juntas.

- ¿Cómo eras de universitaria? Te imagino entre semana estudiando en horario nocturno a base de cafés o Red Bulls y los findes quitándote el estrés a polvos con tus compis de clase.

- ¿Esa imagen tienes de mí? - se llevó la mano al pecho, ofendida.

- Sí, e Ici salvándote el culo siendo tu calendario personal para que no se te pasara nada y encargándose de echar a tus presas si gorroneaban desayuno a la mañana siguiente.

- Siento decirte que esa película que te has montado no es nada acertada - la rubia arrugó la nariz incrédula-. ¡No me tiraba a los de mi clase! Imagínate tener que verles la cara luego cada día...

Las dos rieron a carcajadas.

- No, ahora en serio, no fue tan de Hollywood como lo pintas, pero la esencia sí. Ici fue mi salvadora y revolucioné un poco el gallinero en la facultad. Lástima que la mayoría fueran tíos. Mi peor época - se lamentó.

- Payasa - le golpeó Alba el hombro.

- Cuando empezamos a currar y nos independizamos me volví la persona seria y responsable que ves hoy - se alisó la ropa y alzó la barbilla, con orgullo.

- ¿Seria y responsable? - alzó las cejas.

- Mis jefes lo dicen, no yo - se exculpó, alzando los brazos-. ¿Te apetece si vamos ya a comer?

- ¿Ya te has cansado? Menuda guía turística estás hecha - rodó los ojos-. Las he visto menos flojas...

- Las paradas técnicas, la buena comida y los besitos para reponer fuerzas son la clave de un buen Lacunza Free Tour, si quieres disfrutar de la experiencia completa. Si no te apetece, seguimos con el paquete básico y andamos hasta que no sientas los pies. Tú misma.

- No, no - rectificó entre risas-. Yo lo quiero todo.

- Mejor, porque he reservado en el restaurante vegano más guay de toda la ciudad. Bien de postureo, innovación y modernidad. Todo para impresionarte, nena - le guiñó un ojo, Alba rió.

- ¿Sabes lo que me impresiona de verdad a mí? - dejó de caminar.

- ¿El qué?

- Esa cara que tienes.

- Uy, Alba, e-esa no me la esperaba - le costó responder a tremenda ficha.

Lo hizo, finalmente, posando las manos en sus mejillas y pidiendo paso con su lengua para adentrarse en su boca y calentarle el corazón a besos.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now