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Esa noche, Natalia salió de la ducha hacia el dormitorio y se le cayó la mandíbula al suelo al encontrarse a Alba, en lencería roja de encaje, sosteniendo un arnés con dildo entre las manos.

- ¿Me ayudas a ponérmelo? - preguntó la rubia con la voz más grave y rasposa que su clic le había oído nunca.

Las llamas invadiendo el dorado de sus ojos también contribuyeron a dejar a la navarra completamente paralizada.

Los ojos de la morena bailaban del cuerpazo de su chica al juguete, una y otra vez.

- A-Alba... - titubeó finalmente y tragó saliva-. ¿Es nuevo?

- ¿El qué?

- Ese conjunto... te queda espectacular - la piropeó en un susurro.

La ilicitana sonrió y se mordió el labio.

- Ven.

Natalia se acercó como una autómata, atraída como siempre y como nunca a esa diosa que tenía por novia.

- Es... grande y... doble - murmuró, clavando la vista en la silicona rosa.

- Si no quieres no... - hizo el amago de retirar la mano Alba, pero la morena atrapó su muñeca con firmeza.

- Solo es que no me lo esperaba...

- ¿Quieres ser tú...? - la interrumpió ahora la rubia, algo insegura.

- No. Uff. Alba, haz conmigo lo que quieras - sentenció, clavándole la mirada y relamiéndose, ardiente como estaba.

A la rubia se le erizó la piel y no pudo más que lanzarse a su boca.

Hubo menos besos tiernos y más mordiscos y arañazos. Más rastros de saliva, que se perdían por cada recoveco de sus cuerpos. Suspiros y respiraciones entrecortadas. Y mucha humedadad, lubricante incluido, para probar cosas nuevas.

A Natalia se le aceleró aun más el corazón, y lo que no era el corazón, al verle el arnés puesto.

- Estoy cachondísima, Alba.

- Yo también. Déjame a mí arriba.

- Claro.

Intercambiaron posiciones y la ilicitana se paseó por todo el cuerpo de su novia, llenándolo de atenciones y encargándose de rozar con el juguete toda su hendidura.

- Alba... - arqueó las caderas buscando su contacto.

- ¿Te gusta?

- Muchísimo. Fóllame... - pidió, loca de deseo.

La rubia subió por su cuerpo para besarla. Natalia le mordió el labio y la otra le correspondió moviéndose hasta su oreja para tirar de su lóbulo.

- Dime todo lo que vayas sintiendo, ¿vale? Si tengo que parar, ir más rápido, lo que sea. No se me da bien manejar estas cosas - admitió mientras guiaba el pene sintético hacia su entrada.

- Hazlo ya, Albi...

Poco a poco, Alba se fue introduciendo, ante los gemidos de su clic, que no dejaba de besarla.

- Más.

- ¿Más fuerte?

- Más rápido...

Alba obedeció a la vez que llevaba sus dedos al clítoris de la morena, arrancándole un gruñido de placer.

- Eso es, Alba... Así.

No tardó mucho Natalia en dejarse ir, ni ambas en deshacerse del arnés.

- ¿Qué tal?

- Maravilloso - le besó el hombro y fue bajando, incorporándose en el proceso-. Lo haces muy bien, nena.

- Tu cara, Nat... Me ha puesto muy cachonda. Estoy empapada.

- Pues habrá que resolver eso. ¿Quieres que lo limpiemos y me lo ponga yo? - preguntó señalando el juguete con la cabeza.

- ¿Quizás otro día? - arrugó la nariz y se enredó en su pelo para tirar de su cabeza hacia bajo, justo donde la quería-. Te prefiero a ti.



- Esta calita es la hostia - suspiró Natalia, tras el ultimo sorbo a su cerveza, recién sacada de la neverita portátil, que era una extensión de la pareja durante esos días.

- ¿A que sí? Se respira una tranquilidad - hizo alusión a la escasez de gente que ocupaban la playa, a la que les había costado una buena caminata acceder.

- Esto es vida - su tumbó en la toalla y cerró los ojos, aunque uno de sus dedos repasaba el costado de Alba, como para asegurarse de que seguía ahí.

No tardó mucho la morena en dormirse, tan a gusto como estaba con el sol ya bajo de media tarde y las caricias de su rubia favorita.

Alba sonrió como una estúpida al verla dormir como un bebé feliz. Recorrió con la punta de su dedo las facciones perfectas de su cara.

Suspiró.

- Mi amor...

Natalia abrió un solo ojo, descolocada, pero segura de que había escuchado ESA palabra.

- ¿Qué?

- Que eres preciosa, mi amor.

La navarra sonrió, mostrando todos sus dientes. Usó su mano como visera y le dedicó a Alba su mirada más transparente. La ilicitana podía leer claramente un "mi amor" de vuelta en esos iris chocolate.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now