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Un miércoles, semanas después, Natalia avisó a la cantante de que esa vez acudiría al hotel con un compañero de trabajo, pues coincidirían en una reunión en la capital.

El viernes, desde el escenario, Alba pudo observar como su morena ocupaba el sitio de siempre en la barra y, a su lado, un chico trajeado con una sonrisa perfecta en la cara.

La pareja estuvo charlando animadamente, aunque Natalia desviaba de vez en cuando su atención hacia la rubia para dedicarle algún gesto.

Antes de que el concierto llegara a su fin, Alba los vio desaparecer muy juntitos y subirse a uno de los ascensores entre carcajadas, con la mano del chico rodeando la cintura de Natalia.

Con profesionalidad, la ilicitana intentaba mantenerse impasible y acallar aquello que inexplicablemente se le removía dentro al contemplar la escena.

La cantante terminó la actuación con cara de pocos amigos y Carlos la recibió en la barra con su habitual sonrisa burlona.

- ¿Y esa carita? No tendrá algo que ver con cierta morena que se ha ido con otro...

- Ponme un tequila, Right - pidió ante el tono de mofa del camarero-. No estoy de humor.

Mientras Carlos le preparaba el chupito, Alba revisó el móvil.

"Te espero arriba"
"Así"
<Foto>

La rubia abrió los ojos en grande ante la provocativa imagen de la navarra con cara de interesante, boca entreabierta y una mano cubriéndole mínimamente los pechos desnudos.

A pesar de la descarga que recorrió su entrepierna inevitablemente, la ilicitana bloqueó la pantalla y suspiró.

Podía visualizar en su mente a ese chico siendo el encargado de desnudarla, entre risas cómplices como las que habían compartido en esa misma barra.

Apartó la imagen de su cabeza.

Lo que había visto desde el escenario le había recordado un poco a aquella primera conversación entre las dos. Y temía que la pareja hubiera acabado esa especie de tonteo de la manera que a ellas les habría gustado aquella vez.

Natalia no había especificado la relación que tenía con aquel compañero suyo, pero no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que mal no se llevaban, precisamente.

Con la sospecha de ser el segundo plato, a Alba se le quitaron las ganas de pasar la noche con ella.

Es ridículo que me sienta así, no la conozco.

La relación que ellas mantenían era puramente sexual, así que ambas podían hacer lo que quisieran con quien les diera la gana. Y la rubia no era nadie para reclamar toda su atención, ni quería serlo.

No debería ni inmutarse, pero muy a su pesar, se le revolvían las tripas solo de pensar en compartirla.

"¿Me dejas en visto porque te has quedado impactada?"

"En persona es mucho mejor, te aviso"

"No voy a subir hoy, Nat"

"¿Por qué no?"

"No me apetece"

Natalia se dejó caer en la cama, con el ceño fruncido.

"¿He hecho algo mal?"

"No, para nada"

La respuesta de la rubia fue sincera, la que estaba gestionando mal la situación, cualquiera que esta fuera, era ella misma. No le gustaba lo que había sentido y pensó que lo mejor era darse una tregua.

Tomar un poco de distancia.

Los celos le parecían el peor tercero en discordia posible para las relaciones sin ningún tipo de vínculo emocional, como la que ellas mantenían.

"Tengo muchas ganas de verte, Alba"

"Mejor otro día, ¿vale?"

La navarra escribió y borró unas cuantas veces. Quería insistir, pero a la vez le parecía que no tenía derecho a hacerlo. No eran nada.

"Como quieras"

"Disfruta la noche"

"Difícil, si no la paso contigo"

Alba se mordió el labio.

Escribió y borró.

"Buenas noches, Nat"

La valenciana pasó días comiéndose la cabeza. Por una parte, le acojonaba la implicación que su cuerpo, sin permiso de su mente, había demostrado tener en esa 'relación'.

Alba estaba acostumbrada, desde hacía algo más de un año, a tener parejas estrictamente sexuales por un tiempo, tal como lo era Natalia en ese momento.

No le venía de nuevas, de hecho, se consideraba bastante buena gestionando y separando sus emociones. Por eso le extrañó sentirse como se sintió aquel último viernes.

La navarra le había enviado unos cuantos mensajes durante la semana, tanteando el terreno para ver si las arenas movedizas habían sido momentáneas y quedado atrás o, en cambio, aquello que se traían se encontraba ya en lo más hondo del pantano.

La cantante no sabía qué responder, así que optó por abrir la conversación de otro de sus contactos.

"¿Quieres que nos veamos?"

Joan, su última pareja sexual antes de la morena, no tardó en responder afirmativamente y ofrecer su casa para el encuentro, esa misma tarde.

Alba llamó a su timbre puntual y el chico le abrió con una sonrisa de anuncio.

- Qué sorpresa volver a verte. Estás más guapa que nunca.

Joan tomó su bolso y su chaqueta, haciéndola pasar.

- Tú también estás muy guapo - repasó la rubia su cuerpo, marcado por una camisa ligeramente más pequeña de lo correspondiente-.

El mallorquín se acercó a ella y repasó con las yemas de sus dedos la piel de su cuello. La rubia se mordió el labio y él lo atrapó entre los suyos, desatando un juego al que estaban acostumbrados.

- ¿Seguro que no quieres quedarte a cenar? - preguntó el chico, desde la cama, cuando Alba se dirigía a la puerta de la habitación, ya vestida-.

- Ya sabes cómo funciona, Joan.

El chico suspiró, se levantó y la abrazó por detrás, frenando su huida.

- Has vuelto por algo, Alba. Tú me echabas de menos, yo también. Porque no lo inten...

- Es solo sexo, lo habíamos hablado - le interrumpió-.

Joan le hizo darse la vuelta para quedar frente a frente.

- Pero tú y yo, mírame, es diferente... - insistió-.

- He venido a follar contigo para no pensar en alguien - confesó con toda sinceridad la cantante-.

- ¿Cómo?

- Lo que has oído. Y lo peor es que no ha servido para nada.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now