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- Estás muy pensativa tú hoy - le acarició Alba la cara con ternura.

- ¿Tan raro te parece que piense? - bromeó la morena.

- No, payasa, pero le estás dando vueltas a algo, que yo lo sé.

- La semana pasada estuve hablando con mi amiga Ici, la de mi curro, ¿sabes?

- La que es como tu otra mitad.

- Exacto.

- ¿Y de qué hablásteis Ici y tú, a ver?

- De ti - dijo mirando fijamente el vino que quedaba en su copa.

- ¿De mí? - repitió la rubia, que alzó la mandíbula de Natalia para que la mirara.

- Sí, tuvimos una conversación, de hecho, fue la que me inspiró la teoría de los engranajes.

- Así que le robaste la teoría a tu amiga - la acusó Alba, para picarla.

- No, no. La teoría es mía - se defendió-. El caso es que Ici me dijo que necesitábamos etiquetas, que formalizara.

El silencio se instaló entre las dos, que se miraban viéndose reflejadas en los ojos de la otra.

- Bueno... y he estado dándole vueltas y no sé hasta qué punto puede ser verdad eso. ¿Tú sientes que necesitamos etiquetas?

Alba se encogió de hombros y se pensó bien su respuesta. Ella era de las que categorizaban todas sus relaciones para saber a qué atenerse con cada una.

- Yo desde que sé que hacemos clic, no necesito nada más, Nat - le dio un pico, incapaz de mantener las distancias-. Pero sí que es verdad, que cuando me preguntan por ti, igual queda un poco raro decir que eres mi clic.

- ¿Que soy tu clic? - sonrió Natalia mostrando todos sus dientes.

- Nadie lo entendería - rió Alba.

- Puedes decir que soy tu chica, para que se entienda el concepto, aunque en el fondo las dos sepamos que somos clics.

- Se te está dando muy bien formalizar para ser una ligona perdonavidas - alzó una ceja Alba.

Natalia atrapó el labio inferior de la ilicitana entre los suyos; la provocó besándola, separándose, lamiéndole la boca, esquivando sus intentos. Hasta que le arrancó un gemido de pura excitación.

- Ser tu clic no quita que me muera de ganas de provocarte y de follarte, no te confundas - le hizo saber con voz ronca-. No cambia nada.

- Así me gusta. Porque estar en la 315 me pone especialmente cachonda, ¿sabes? Y no me gustaría que el tema de formalizar le restara... no sé... chispa.

Alba susurró todo eso con el tono arenoso que volvía loca a la morena y por si fuera poco, su mano ya se había colado bajo su camiseta para recorrer sus abdominales.

Natalia aguantó la respiración y tragó saliva antes de dirigirle una mirada encendida, una fogata entera para ella.

- Te vas a quemar de tanto jugar con fuego, nena - le mordió el cuello-. Es lo que quieres, ¿no?

- Sí.

- Desnúdame.

La rubia lo hizo, lentamente, luchando contra sus ansias para aumentar así las ganas que las dos se tenían.

- Ahora tú.

La ilicitana se quedó sin ropa en tiempo récord y a Natalia le faltó tiempo para recorrer ese cuerpo con la boca.

- Me encantas, Albi.

La rubia se aferró al pelo de la otra para que llevara su lengua allí donde la necesitaba.

- Formaliza, Natalia.

- ¿Con un orgasmo? - preguntó la morena, pegada a su centro.

- Con más de uno.

Obedeció, con más de uno. Y subió de nuevo a la altura de la otra.

- Clic - susurró la rubia después de besarla.

- Mmm... - se relamió-. Te toca a ti.

- Habrá que ver si estos deditos encajan ahí abajo, para poder formalizar.

Natalia cogió la mano de la ilicitana y llevó dos dedos a su boca, lubricándolos bajo su ardiente mirada.

- Te digo yo que encajan a la perfección.

Alba la penetró con decisión, acariciando a la vez su clítoris. Sus estocadas certeras, sumadas a los besos húmedos y al roce de sus pechos, llevaron a la pelinegra al orgasmo.




- Y ahora es mi clic, mi chica.

Marina estalló en una carcajada que casi le hizo llorar de la risa.

- ¿Su clic? Alba, por favor, ¿cuántos años tenéis? - se burló.

- Joder, Mini, si lo llego a saber no te lo cuento - bufó la cantante.

- Yo noté que se os estaba azucarando la relación cuando pasó lo de la videollamada, pero ¿tanto? Estoy flipando - explicó sin dejar de reír.

- Bueno, azucarada o no, tenemos una relación. ¿Qué te parece?

- ¿Qué me va a parecer? ¡Me parece que ya era hora! Eso de follamigas hacía mucho que se os quedaba pequeño. ¿Pero tú estás segura?

- ¿Por qué no iba a estarlo? - frunció el ceño Alba.

- No sé, cuando pasó lo de Isaac dijiste que no querías estar con nadie... ¿Estás preparada para ir en serio con alguien de nuevo?

- Espero que sí, porque no me apetece otra cosa. Natalia me dijo que me quería y no me asusté, Mini, todo lo contrario.

- Pues entonces ya está. ¿Estás contenta, sister? - le revolvió el pelo.

- Muy contenta - sonrió.

- Entonces yo también. Sabes que Natalia siempre me ha caído bien.

- Lo único que me preocupa es la distancia, que nos desgaste - murmuró.

- Por favor, si con la tontería de los viernes la ves más que si viviera aquí - rodó los ojos Marina.

- También es verdad, no me puedo quejar.

- Hombre, es que si tienes quejas me la dejas a mí, que yo no le pongo pegas.

- ¡Marina! - exclamó golpeándole el brazo-. ¿Pero a ti te gusta?

- ¿A quién no le va a gustar? - agitó las cejas, vacilona.

- Ni se te ocurra levantármela, pedazo de perra - la amenazó Alba con el dedo en alto.

- Era una broma - se restó culpas-. No me atrevería a desatar tu furia, hermanita.

- Más te vale.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now