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- Mi amor, he paseado mil veces por Malasaña, ya me lo sé - evidenció Alba, acariciándole la mejilla con ternura para dejar luego un pico en sus labios.

- Nunca como hoy, te lo aseguro. Pero tienes que poner de tu parte, ¿eh?

- A ver, ¿qué tengo que poner? - se hizo la seria.

- Es muy fácil - gestualizó-. Ganas y un poquito de imaginación.

- De eso tengo muchísimo.

- Bueno, y alguna cara de sorpresa también, así, de vez en cuando... Confío en tu criterio - le guiñó un ojo y la ilicitana rió.

- Venga, vale. Aunque me da pena que no te vaya a servir de nada tu estrategia, Nat - se hizo la chula.

- No estoy viendo las ganas, Albi - advirtió.

- Perdón, perdón - alzó las manos y le regaló su mayor sonrisa-. Venga, estoy preparada.

- Bueno, pues después de desayunar en nuestra cafetería, nos toca un paseíto por el Retiro - anunció.

- El Retiro no es Malasaña, baby. Técnicamente... - la picó Alba.

- Pero es al primer sitio al que me llevaste - interrumpió-. Es romántico. Deja de intentar hundirme, no lo vas a conseguir.

- Es broma, nena. Si me encanta - dejó un besito en la nariz-. Vamos, que verás lo bien que me hago la sorprendida cuando me enseñes la rosaleda.

Tras el paseo, la morena eligió para almorzar un restaurante asiático con infinidad de opciones vegetarianas en pleno corazón de Malasaña.

- Además de estar todo buenísimo, hacen delivery por aquí, por nuestra zona. Así que podríamos pedir para comer en casa si preferimos sustituir el paseíto por una mañana de sexo desenfrenado.

- ¿Lo tienes todo pensado? - se sorprendió la rubia.

- Todo.

Bajaron la comida recorriendo las calles más recónditas del barrio.

- Vale, justo este edificio podría ser el nuestro, aunque también hay opciones muy guays en la calle que te he enseñado antes. ¿Qué te parece?

- La verdad es que me encanta el ambiente. Siempre me ha parecido lo más vivir aquí.

- Uy, esto lo tengo ganadísimo - chuleó, frotando sus manos y llevándose una mueca de desaprobación por parte de su clic.

- No te flipes, chulita.

- Es que aún no lo has visto todo. ¿Quieres conocer nuestro bar? Con la bebida ponen una tapa de queso manchego que está para morirse.

- ¿Y la lactosa? ¿Quieres que me muera de verdad? - apuntó Alba y la morena puso cara de circunstancias.

- Quería decir que la tapa de quesito es para mí y para ti ponen... unas aceitunas que flipas de buenas - improvisó y repitió su frase estrella-. Está todo pensado.

- Anda, tira, lianta.

Cuando llegaron al local, a Alba le sorprendió encontrarse en una de las mesas de la terraza a su hermana junto a Sabela y Carlos y algunos amigos más que tenía la rubia en Madrid y que Natalia había conocido de pasada en alguno de sus findes en la capital.

Alba se giró hacia Natalia, que fingió sorpresa.

- ¡Mira a quién tenemos por nuestro barrio! - abrió los brazos evidenciando la situación-. Planazo, ¿no?

La morena saludó con dos besos a todos los presentes y con un abrazo a Marina, a quién le susurró un agradecimiento cómplice, pues la había ayudado a organizarlo todo.

- ¿Habéis venido obligados? - bromeó Alba.

- ¿A quién no le va a gustar una cervecita gratis en Malasaña antes de entrar a currar? - bromeó Carlos, alzando su jarra.

- También nos apetecía tomarnos algo con vosotras, amoriño - le sonrió Sabela, con su característica dulzura.

- Yo sí que he venido obligada - soltó Marina.

- ¡Tía, que eres mi cómplice! - protestó la navarra.

- Es broma, Nat - le apretó un moflete.

- ¿Te vas a sentar, baby? Esta es tu silla de siempre, aunque aún no lo sepas - le indicó su clic, con un guiño de ojo.

Alba no había reaccionado todavía. Le parecía increíble que se estuviera tomando tantas molestias, atendiendo a cada detalle, juntando a la gente que sabía importante para ella en un sábado cualquiera de una rutina que aún no existía.

Tomó asiento y la besó con demasiada intensidad para estar en público. La morena no se lo esperaba y tardó en devolverle el beso.

Los vítores de los demás las separaron, Alba roja como un tomate.

- Te quiero - le susurró solo para que lo escuchara ella.

- Te quiero - le dejó un beso en la sien.

De camino al hotel de los sábados, Natalia alardeaba del éxito que había tenido su plan.

- ¿A que ya te he convencido? - chocó su cadera con la de la otra con suavidad-. Dime la verdad. Ni una sola pega puedes poner.

- Ha estado bien, se valora el esfuerzo - dijo con fingida profesionalodad.

- Si viliri il isfirzi. Mimimimi. No te hagas la dura y hazle caso a Mecano.

- ¿A Mecano? - frunció el ceño.

- Quédate en Madriiiiiid - tarareó.

- Madre mía, Nat - carcajeó la ilicitana-. Eres tonta.

- ¿Pero te he convencido?

- Me has convencido de que vivamos donde vivamos, si es contigo será perfecto. Es que no podría haber hecho mejor clic con nadie... - se mordió el labio, con los ojitos brillantes.

Natalia se llevó la mano al corazón y fingió un teatral desmayo.

- Oooooohhhh.

- El día que me tomes en serio... - masculló Alba.

- Sabes que siempre lo hago - se acercó, acariciando sus mofletes para dejar en sus labios el beso más tierno que supo.

De ojos cerrados y sonrisa tonta.

- Me derrites, Nat - suspiró la rubia contra su boca.

- Y tú a mí.

Las noches mágicas | AlbaliaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ