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Aprovechando uno de los eventos de la empresa de Natalia en Madrid, la pareja se organizó para poder estar el fin de semana en la capital, Queen y Fígaro incluidos.

- ¿Todo genial, entonces? - preguntó Marina, dándole un sorbo a la cerveza que estaban disfrutando en una terracita antes de buscar un sitio para comer las tres.

- Muy bien, ¿verdad? - afirmó su hermana, buscando la complicidad de su clic-. La convivencia está siendo prácticamente perfecta, salvo unas cosillas...

- ¿Qué cosillas? Si apenas discutimos, nena - discrepó Natalia.

- Le huelen los pies - susurró en alto Alba a Marina, guiñándole un ojo.

- ¿En serio, cuñi? ¡Qué decepción! Con la imagen que yo tenía de ti.

- ¡Que no me huelen los pies! - se indignó la morena-. ¡Mira!

Natalia sacó uno de los pies de la sandalia y se lo acercó a Marina, que se apartó entre carcajadas.

- Te creo, te creo - elevó las manos en son de paz.

- No, ahora en serio, nos complementamos muy bien - admitió Alba.

- Qué inesperado - ironizó la de ojos azules.

- ¿A que sí? Es que vivir conmigo es la hostia, Marina - chuleó.

- Está aprendiendo a cocinar decentemente y todo - le acarició Alba el pelo a su chica.

- Uy, se lo voy a chivar a la Rafi y pinche para siempre.

- No, no, ni de coña. Pinche rotativo.

- Mira lo rápido que se le ha pasado el peloteo. ¿No adorabas a tu suegra? - picó Alba.

- Y la adoro, pero lo de la cocina igual no es para mí.

- Igual - concordó Marina-. ¿Y el curro, qué tal, tata?

- Ay, muy guay. Vale que es servir cañas, pero vale la pena solo por ver todas las actuaciones y ¡Noemí ya me ha hecho subir como tres veces a cantar un poquito!

- Eso es la hostia, tata. Esa mujer cree en ti y no me extraña. Y en los vídeos que nos pasó Nat por el grupo... Buah, una pasada.

- Es que tenéis que venir a verlo. Se come el escenario, Marina, y eso que lleva la guitarra que es más grande que ella y casi ni se la ve - relató con brillitos en los ojos, a pesar del tono jocoso.

- ¡Oye! - le golpeó el hombro-. ¿Sabes? Nat está aprendiendo a tocar.

- Tocar precisamente creo que sabe bastante... No le hace mucha falta aprender.

- Nivel experto, rubita - le guiñó un ojo la aludida.

Alba chasqueó la lengua y rodó los ojos.

- Cuéntale, Albi, que ya tienes tu grupito de amigos y todo, mi clic sociable - le acarició la cara.

- Buah, es que la gente del bar es super guay. Son todos de mi edad y hacen mil planes, tenemos un grupo y hay super buen rollo.

- Vamos, que estás integradísima. ¡Me alegro un montón!

- Y ya cuando despegue lo de la música... - vaticinó Natalia.

- Bueno, eso no sabemos si va a pasar, de momento estoy solo para cubrir imprevistos - fue prudente Alba.

- Va a pasar, amor - insistió Natalia-. Bueno, ¿y tú qué, Marinita? ¿Qué tal con tu maromo? ¿Javi?

- Baby, ya te dije que al final nada de nada - le recordó Alba.

- ¿Me lo dijiste? - su clic asintió fervientemente.

- Sí - rodó los ojos.

- No me enteré - se encogió de hombros.

- O no quisiste enterarte, pitonisa fallida.

- Era mi barquito - se defendió.

- Pues no, con Javi nada de nada al final, Nat - confirmó Marina.

- Pues pegábais, ¿eh?

- No, no, cuando quise ir a más resultó un niñato posesivo. He vuelto al tinder - agitó el móvil.

- Ay, ¿te puedo deslizar?

- ¡Nat! - le regañó su clic.

- ¿Qué? Solo unos cuántos... Venga, que me hace gracia. Tengo buen gusto, cuñi, fíate de mí - le puso un pucherito.

- Bueno...

- Pues yo también - recapacitó Alba.

- ¡Nit! - se burló su clic imitándola-. Anda, vamos a ligar, ven.

- ¡Pero que no os he dado permiso!

Alba le quitó el móvil de la mano y se lo desbloqueó con el patrón que se sabía de memoria.

- Viva la privacidad - bufó, resignada.

Natalia tiró del cinturón de su chica para que se sentara en su regazo.

- ¿Te podemos poner chicas también? - pidió la morena con un pucherito, tras deslizar hacia la izquierda a cinco mazados de gimnasio-. Es que iugh, el nivel.

- Venga, Mini, por fa... - se unió Alba a la petición.

- ¡Pero que a mí no me van las tías! - rodó los ojos.

- No me seas mentirosa que te gusté yo cuando me conociste - le regaló Natalia una sonrisa que pretendió ser seductora.

- ¡Qué dices!

- Te encanté, rubia.

- Es verdad, me dijiste literalmente que a quién no le iba a gustar Nat.

- Lo dije en general - justificó pero la pareja hizo caso omiso.

- Cómo lo sabía, cuñadita. No te preocupes, ahora te buscamos una que se parezca, porque orginal solo hay una y ya estoy pillada, lo siento - le guiñó un ojo.

- Serás creída.

Alba cambió la configuración y ambas disfrutaron de ir discutiendo cada perfil, ante las quejas y resoplidos de Marina.

- ¿Dónde están las bolleras de Madrid que solo sale una cada ocho fachas? - refunfuñó Natalia, tras descartar a otro tipo con polo y náuticos.

- ¡Esta, esta! - celebró Alba tras pasar las fotos de una morena tatuada con bien de rollazo.

- Uuuuuuh, Sandra, mi hermana perdida. Like, like.

La navarra deslizó a la derecha y el match apareció en la pantalla.

- ¡Ole! - chocó los cinco con su clic.

- Tata, mira, mira, el pivonazo que te hemos buscado - le pasó el móvil.

- ¡Pero que yo no quiero una Natalia, pesadas!

- Pues claro que sí, pero todavía no lo sabes.

- Pues claro que no - protestó mientras observaba las fotos de la chica.

- La baba, Mini - le acarició la barbilla su hermana.

- A ver es guapa.

Natalia y Alba se miraron cómplices y orgullosas.

- ¿Le hablarás?

- No, no. Como mucho si habla ella le contesto.

- Yo veo futuro - auguró Natalia.

- ¿El mismo que con Javi? Anda, calla, Esperanza Gracia.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now