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Esa misma tarde, Natalia pidió online urgente un pie de micro, alargadores y lo que vio que era mínimo indispensable para que su plan funcionara.

Cuando al día siguiente llegó la caja, la recibió Alba, que no dudó en llamar a su clic tras ver su contenido.

- Oye, amor, ¿qué es esto que has comprado? Acaba de llegar un paquete...

- Ah, sí, eh... Es para una cosa, esta tarde te lo digo.

- Nat, te dije que...

- Ya, ya, lo sé - la interrumpió.

- ¿Entonces?

- Esta tarde hago unas cositas y te lo explico todo. No te enfades conmigo... todavía - susurró la última palabra.

- Ah, ¿que ya sabes que me voy a enfadar?

- Lo puedo intuir ligeramente - trató de bromear.

- Nat, de verdad... - bufó.

- Luego me lo dices, ¿vale?

- Te pedí expresamente que no hicieras nada.

- Te juro que lo hago con la mejor intención del mundo - se defendió.

- Lo sé, baby, pero...

- Los reproches esta tarde - interrumpió-. Dame el beneficio de la duda, anda.

Alba suspiró y se mordió el labio.

No sabía qué iba hacer con ella.

La morena cumplió su palabra y se presentó en el bar de su amigo con todos los bártulos y con Alba que, de brazos cruzados, la observaba trastear de un lado para el otro, moviendo todo para intentar salirse con la suya.

- ¿Quieres montar un escenario aquí? - cuestionó Alba-. Mi amor, ¿no ves que no cabe?

- Espera y verás - no se dio por vencida.

Natalia se mordió el labio y se pasó la mano por el pelo, media hora después. No había manera de cuadrar ni el más mínimo espacio sin dejar sin sitio a los clientes. Y muchísimo menos a nivel de sonido. Su amigo tenía razón, la música en directo en un sitio tan reducido no era muy buena idea.

Suspiró frustrada.

- Ha sido un poco fracaso - se acercó a su clic, con el rabo entre las piernas.

- Amor, te dije que no hacía falta...

- Que te ayudara - repitió la famosa frase-. Ya lo sé. Pero no puedo no hacer nada, baby. ¿Estás enfadada?

- ¿Porque no me has hecho ni caso y has puesto el bar de Damion patas arriba sin ni siquiera consultarme si quiero que me haga este favor?

- Vamos, que sí que estás enfadada - bajó la mirada.

- Sé que lo haces de corazón y te lo agradezco, pero de verdad, mi amor, esto tiene que ser cosa mía. Necesito conseguirlo por mis propios medios, Nat.

- Ya, pero...

- No quiero hablar de esto aquí en medio - le dio un pico-. Anda, vamos a agradecerle a Damion que se preste a estas cosas, ingeniera.

- No cabe, Dam - informó la morena-. Aunque muchas gracias por dejarme probar y... disculpa todo el lío.

- Lo siento - se lamentó él-. Pero oye, como camarera, coctelera, para ayudarme con las cuentas o para cualquier otra cosa, yo le hago un hueco, ¿vale? - ofreció sonriente, dispuesto a ayudar.

- Muchas gracias, tío, pero tiene que ser cantando.

Sentadas en el sofá y con Queen y Fígaro dándoles amor, Natalia rompió el silencio algo incómodo que las rodeaba.

- Lo siento - musitó, la ilicitana suspiró y la miró a los ojos para encontrarse con los de cachorrito de la morena.

¿Cómo iba a enfadarse?

- Gracias, Nat - le acarició Alba la cara-. Valoro muchísimo todo lo que haces por mí, nena y no quiero enfadarme contigo por esto porque no tiene sentido, pero después de lo del hotel y de todos los rechazos necesito ser yo la que se saque las propias castañas del fuego.

- Y yo lo entiendo, de verdad, pero tenía que intentarlo.

- ¿Me vas a dejar a mí a partir de ahora? ¿Por fa? - pidió la rubia.

- Pues no prometo nada - alzó las manos.

- ¡Nat! Al final me voy a enfadar de verdad - hizo una mueca.

- Sabes perfectamente que tú harías lo mismo por mí, amor - le puso vocecilla inocente.

- Ay, lo sé - admitió, mordiéndose el labio.

- Pero sí te prometo intentar contenerme al máximo y sugerirte ideas en vez de llevarlas a cabo directamente.

- Eso está mucho mejor - la besó-. Te quiero mucho, nena.

- Y yo a ti más.


Alba aprovechaba las mañanas en las que estaba sola en casa para pasear por la ciudad, con la playlist acorde al mood del día de fondo. Le gustaba ir descubriendo sitios nuevos, que se apuntaba para visitarlos con Natalia algún otro día.

Uno de esos paseos la llevó hasta la puerta del bar Garazi, un local que hacía las veces de pub y era una de las cunas de la música en directo de la ciudad. El cartel de "se busca personal" que colgaba en la puerta le hizo detenerse. Y entrar.

La rubia, precavida, solía llevar su currículum encima precisamente por si se daba alguna ocasión como aquella.

Noemí, la encargada, pronto le informó de que estaban buscando personal para estar en la barra algunos días de la semana, le contó un poco las funciones, los turnos y cómo se organizaban.

Alba miraba el lugar con ojillos de ilusión, ese bar, con su escenario al fondo, le transmitía calidez. Le gustaba. Noemí lo notó.

- ¿Cantas? - le preguntó, atando cabos al echar un vistazo a su currículum.

- Sí, sí, de hecho soy cantante. Y este sitio es... Tiene algo especial - se mordió el labio la ilicitana.

- Es mítico de la ciudad, te sorprendería la cantidad de artistas y cantautores que empezaron tocando aquí, prácticamente para sus familiares.

Ambas mujeres empezaron una conversación más que cómoda sobre la magia y las visicitudes de las actuaciones en directo en ese tipo de salas.

- Disculpa, es hablar de música y se me va el santo al cielo. Supongo que querrás preguntarme cosas sobre el puesto de trabajo.

- ¿Quieres subir? - señaló el escenario con la cabeza.

- ¿Cómo?

- Al escenario, ¿quieres cantarte algo?

- ¿Puedo? - miró la rubia hacia todos lados, ni siquiera estaban abiertos al público tan pronto.

- Adelante. ¿Tocas? - hizo alusión al piano y al par de guitarras que reposaban sobre la tarima.

- La guitarra un poco - afirmó, pidiendo permiso para cogerla.

Así, en pequeñito, Alba cantó quimera, porque fue lo primero que le salió.

- ¿Es tuya? - la cantante asintió-. Me gusta mucho.

- ¿Sí?

- Claro que sí, es preciosa.

- Muchas gracias - le sonrió en grande y con sinceridad, dejando la guitarra en su sitio.

- Pues si dices que sabes poner cañas, por mí el puesto es tuyo, Alba.

- ¿Qué? ¿En serio? ¿Pero si no...? - flipó la rubia.

- Muy en serio. Y, entre tú y yo, estate preparada porque el día que tenga la más mínima excusa para que te subas a ese escenario no voy a dudar en pedírtelo.

- Pero... Noemí, no sé ni que decir. Yo...

- Solo di que sí.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now