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"Tenía el tren a las 8 y me ha dado pena despertarte. Ha sido una noche mágica, la que nos merecíamos. Nos vemos el viernes.

Nat"

Ese escrito en la parte trasera de una tarjeta, fue lo que encontró Alba en la mesita de noche al despertar.

Giró la tarjeta con curiosidad.

El logo de una empresa tecnológica que no le sonaba de nada. Un nombre: Natalia Lacunza.

Debajo, un teléfono tachado y reemplazado a bolígrafo por otro, al que señalaba una flecha para indicar que ese era su número personal, junto a una carita sonriente.

La rubia sonrió también, satisfecha con la información, no tardó en encender su móvil para agregarla a sus contactos y enviarle un mensaje.

"Sin duda, una noche mágica. Qué ganas de que vuelva a ser viernes"


- Le pones una copa de albariño cuando venga, ¿vale?

- Eso es que lo pasásteis bien, ¿por fin? - alzó las cejas Carlos-.

- No hablo de mi vida privada - alzó las manos Alba, guiñándole un ojo-.

- Si lo peor es eso, que no hace falta ni que hables - bufó-.

- Eres un quejica y un envidioso.

- Un poquito de envidia sí te tengo, no puede ser que vivas tan bien, Alba. Préstame algún ligue, que te sobran.

- Trata bien a mi morena, anda - pidió rodando los ojos antes de dirigirse a la zona del escenario para ultimar los preparativos-.

Natalia sonrió de oreja a oreja ante la copa que Carlos posó frente a ella en la barra.

- Gracias.

- De nada, que la disfrutes.

La morena no supo si el camarero se refería a la bebida o a la cantante, pero pensaba hacerlo con ambas.

Mantuvo contacto visual con la rubia todo el concierto, bebiendo de su copa como si estuviera saboreándola a ella.

- Me has puesto muy cachonda - le confesó Alba al finalizar su actuación-.

- ¿Yo? ¿Qué hecho? - se hizo la inocente-.

- Maldades desde lejos.

- Pues lo mismo digo. Si la semana pasada tú tenías un incendio, esta tengo yo una inundación.

- ¿Ah, sí? - encajó como pudo Alba su pierna entre los muslos de la otra-.

- Yo no tentaría mucho a la suerte estando en público - miró a los lados-.

- Pues vámonos a algún sitio más privado.

- Vámonos a otro lado, entonces.

La puerta de la 315 se abrió para ellas de nuevo.

- Por las noches mágicas - propuso Alba, después de abrir una botella de albariño y servirse-.

- Por querer repetirlas - añadió Natalia, antes de chocar sus vasos-.

- Lo pasamos bien la otra vez.

- ¿Solo bien? Qué ofensa.

- Muy bien - se acercó a su boca y la besó, encargándose de mezclar su lengua con la de la otra-. Muy, muy bien.

- Mm... - Natalia se aferró al cuello de la valenciana para intensificar el beso-.

- Pero espérate a que nos acabemos el vino - protestó Alba sobre su boca-.

- Me has besado tú primero. Has encendido la mecha.

- No pensaba que era tan corta.

Natalia se desabrochó la camisa y se deshizo de su sujetador sin apartarle la mirada.

Cogió su copa, aún a medias y la alzó para bebérsela de un trago pero Alba se la robó de la mano y vertió el contenido de la misma sobre su cuello.

El líquido recorrió el cuerpo de la morena, perdiéndose en sus abdominales. La piel se le erizó por el frío contacto y la cantante se apresuró en seguir esos surcos con la lengua.

Natalia cerró los ojos del gusto.

- Qué rico - se relamió Alba-.

Subió a lengüetazos hasta su cuello y aterrizó en su boca.

- Ahora yo. Desnúdate.

Alba obedeció y la navarra se encargó de tumbarla sobre la cama. Bebió albariño de su abdomen y hasta su centro le supo a exquisito vino blanco.

La rubia no se privó de gemir ante la contradicción del líquido frío y la lengua caliente de Natalia, que la llevó al cielo de manera brutal.

- Nat...

- Me encanta que grites mi nombre.

- Prepárate para hacer lo mismo con el mío - le mordió el hombro, antes de ocuparse de su humedad con los dedos-.

- Estoy mojadísima - avisó con voz ronca-.

- El albariño enciende a cualquiera - rio la rubia, intensificando sus movimientos-.

- Será eso... - le atrapó el labio inferior, mordiéndolo ligeramente-. Más, Alba.

Con embestidas más fuertes y su boca castigándole los pezones, poco tardó la cantante en hacer explotar a la pelinegra entre sus brazos, gimiendo su nombre.

Alba se despertó, palpó la cama vacía a su lado y consultó la hora en el móvil. Apenas las nueve de la mañana y Natalia ya no estaba.

Se incorporó de golpe y tuvo que llevarse la mano al pecho del susto cuando la morena salió de la puerta del baño envuelta en una toalla.

- Pensaba que no estabas - explicó, al recuperar el aliento-.

- He intentado ser lo más silenciosa posible para no despertarte.

- Pues solo has conseguido asustarme - informó sin apartar la mirada de las gotitas que recorrían el cuerpo mojado de la navarra-.

- Y alegrarte la vista - le guiñó un ojo y dejó caer la toalla antes de rebuscar la ropa interior en su minúscula maleta-.

- Eso sin duda. ¿Ya te vas?

- En un ratito, tengo el tren en una hora.

- ¿Te da tiempo a desayunar?

- Me da tiempo a desayunarte - se subió a la cama y destapó el cuerpo desnudo de la rubia para tirar de sus tobillos hacia ella y llevar a cabo sus intenciones-.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now