- Pues muy apañado el pisito, Nati - dio su visto bueno la Rafi, cuando la navarra les hizo un tour guiado por el nuevo hogar de su hija.
Alba tenía tantas cosas que llevarse a Pamplona, que necesitaron el coche de Marina para abarcarlo todo. Y la Rafi se negó a perderse el plan.
- ¿Os gusta? - preguntó con una sonrisa orgullosa.
- Me encanta, Nat, tiene muchísima luz. Vais a estar muy bien aquí - concluyó Marina.
- Lástima que solo tenemos una habitación de invitados. Vais a tener que compartir cama.
- No, no, hija. Nosotras nos vamos ya, que es vuestra primera noche y querréis... celebrarlo - gestualizó.
- Mamá, no digas tonterías - intervino Alba-. Os habéis pegado un palizón, ni de coña os dejo volver ahora. Os quedáis a dormir.
- Que no, tata. No hace falta de verdad. Dormimos en Madrid, no es para tanto.
- Me sabe mal - insistió Natalia-. A nosotras no nos molestáis, de verdad. Y si queréis mañana os puedo enseñar la ciudad.
- Ya vendremos con más calma, Nati. Que con la mudanza tenéis bastante.
- No os vamos a convencer, ¿no?
- ¿A dos Reche? - cuestionó la Rafi.
Las dos negaron con la cabeza.
Y se salieron con la suya.
Unas horas después y con el suelo plagado de cajas, la pareja se tiraba en el sofá a descansar un ratito. Y a asimilar.
- Mi amor, que estás en casa - susurró Natalia acariciando la mejilla de su clic.
- Estamos en casa - corrigió Alba, señalando con la cabeza a Queen y Fígaro que jugaban con una caja ya vacía.
- No me puedo creer que tu madre y tu hermana nos hayan dejado intimidad en un día como hoy.
- Yo tampoco lo esperaba, la verdad - rió la rubia-. Pero menos mal, porque esta sí que es una noche mágica de las de verdad.
- Sí que lo es. ¿Y sabes lo que no podía faltar?
- ¿Un albariño?
- Exacto.
- Mi clic previsible - le mordió el moflete.
Natalia se levantó y volvió al salón con una cubitera llena de hielo, una botella de las buenas y un par de copas.
- ¿Con cubitera y todo? - alzó las cejas la rubia.
- Es nueva... supe que la íbamos a necesitar. ¡Hay que ser profesional, baby!
- Claro que sí. Ven aquí, profesional - tiró de la cinturilla del pantalón para que Natalia cayera encima de ella en el sofá.
Ambas bocas se buscaron como imanes, como engranajes, y se envolvieron en un beso húmedo y lento que se negaban a dar por terminado.
Estuvieron un rato más entre besos y caricias, mirándose, sonriendo.
- De verdad que me explota el corazón de felicidad - le susurró la morena.
- A mi también, amor. Me muero de ilusión. Es que es real, no me voy a mover de aquí, no hay viaje de vuelta - suspiró.
- Es increíble, le hemos ganado a la distancia al final - la besó de nuevo.
- No tenía dudas de que lo haríamos.
- Vamos a celebrar, ¿no?
Natalia se incorporó para abrir la botella, ya fría.
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Las noches mágicas | Albalia
FanfictionAlba canta todos los viernes en un hotel madrileño. Natalia se aloja allí precisamente un día de concierto. Y no puede apartar los ojos de ese ángel que brilla en el escenario.