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Sin prisa, pasaron la mañana encerradas en el cuarto de la rubia, llenándose la piel de atenciones, regalándose intensos orgasmos.

Salieron a almorzar a uno de los restaurantes favoritos de la cantante.

- ¿Te ha gustado el sitio? - se interesó cuando salieron del local en dirección al Retiro.

- Muchísimo. Lo mejor el postre.

- Pero si no has querido postre.

Natalia rió y llevó sus manos a las mejillas de la otra para atraerla hacia ella y besarla repetidas veces.

- Mm... Riquísimo. Vegetariano y sin lactosa, como a mí me gusta - dijo entre besos que tapaban la risa de la rubia.

- Qué tonta, de verdad. Anda, vamos - la separó Alba, tirando de su mano para que empezara a caminar.

- Ah, ¿vamos de la manita? - dijo Natalia con retintín, la ilicitana se sonrojó al instante e hizo ademán de soltarla.

- No, no... - empezó a retractarse, pero la morena afianzó el agarre.

- Ahora ya no puedes soltarte, lo siento.

- Nat...

- ¿Qué? A mí tampoco me gusta mantener las distancias contigo.

- Ya, pero lo de ir de la mano implica cosas que no son - insistió la rubia, desviando la mirada.

- Cosas - repitió-. ¿Cosas según quién?

- No sé.

- Ven aquí - la frenó y juntó su frente con la suya-. No pienses tanto.

- Has dicho tú lo de "vimis di li miniti", dándole importancia.

- Era una broma, una observación con humor.

- Vale.

- Dame un beso.

La rubia se mordió el labio. La morena estaba ahí parada, con los ojos cerrados y poniéndole morritos.

Y ella se la quería comer.

¿En qué momento hemos pasado a estar 'así'?

- No estoy recibiendo mi beso - abrió un ojo la navarra, cómicamente.

Alba le dio un pico, que la otra intensificó, y se dejó guiar por la mano de Natalia.

- Te oigo pensar desde aquí - observó la morena, una vez estuvieron sentadas en uno de los bancos del parque más famoso de Madrid.

- No es nada.

- ¿Tan grave es que no te atreves a decírmelo? - preguntó alzando la barbilla de la otra con uno de sus dedos.

- No, es que es raro... Esta situación es rara. Como una versión diferente de lo que solemos ser nosotras. Muy diferente.

- Y no te gusta esta versión - dedujo-. Por eso estás rayada.

- Me gusta demasiado - confesó-. Ese es el problema.

- Pues yo no lo veo.

- A ver, Nat. Lo que nosotras tenemos es un tipo de relación basada en... en los viernes de sexo, en la atracción. Y hoy, últimamente... por momentos, me da la sensación de que hay algo más y no quiero confundirme si tú...

- ¿Si yo qué?

- Si tú solo quieres quedarte en la parte física - concluyó.

- ¿Yo? ¿Eso te parece? - alzó las cejas, repasando el dorso de su mano con el pulgar.

- Hasta hoy, pensaba que sí. Eres imponente, chulita, seductora, misteriosa y... sexual, muy sexual.

- Y perdonavidas, no te olvides de eso - sonrió de lado Natalia.

- Y perdonavidas - cedió-. Pero a la vez, desde el otro día veo otra parte de ti, mucho más... No sé, alcanzable, cercana, sonriente, humana. Y me confunde.

- Yo solo me estoy dejando llevar. Me gusta el sexo por puro placer y también me gusta charlar, salir a comer o reírme contigo hasta que me de flato, si surge. Creo que es una suerte que se den las dos situaciones cuando estamos juntas. ¿Por qué tendríamos que elegir?

- Supongo que no estoy acostumbrada. En mi mente si algo es A no puede ser B y a ti parece que te cambio de escenario y puedes ser el abecedario entero.

- Oye, eso te ha quedado hasta bonito. ¡Qué romántico!

Alba puso los ojos en blanco.

Natalia la besó. Comprendía su confusión porque era consciente de que su actitud había cambiado desde que aceptó que sí, que María tenía razón, que quería más, que no podía ser una cobarde.

Nunca lo había sido.

Normalmente, la morena no era de las que frenaban sus impulsos, ella prefería fluir en las situaciones, huyendo de etiquetas y tiempos que la cohartaran.

- Todo lo que hago es porque me nace. Si no quisiera ir más allá contigo, sea en la dirección que sea, te lo habría dicho y seguramente nos habríamos quedado enredadas en las sábanas del hotel, sin más.

- Me siento muy cómoda contigo en situaciones muy diferentes y en muy poco tiempo. No me suele pasar.

- Otro de mis superpoderes - le guiñó un ojo la morena.

- ¡Nat! - le hizo una mueca, para que la tomara en serio.

- Es recíproco, ¿vale? - sonrió y atrapó el labio inferior de Alba entre los suyos, con delicadeza-. Sea lo que sea, es recíproco. Quédate con eso.

Por la noche, Alba tenía una cita ineludible en otro de los hoteles de la capital, donde también cantaba.

- Me encanta cantar aquí - le explicaba a Natalia-. En general, odio los conciertos en hoteles, pero en este los clientes me miran. ¿Te lo puedes creer? Igual es por que voy los sábados...

- Te quejarás del público de los viernes - protestó.

- Es diferente.

- Ya, ¿pero cuál es mejor? - preguntó con seriedad fingida.

Alba rodó los ojos.

- Los del sábado hasta se ponen de pie para cantar la última - explicó sonriente.

- Y los del viernes hacen otras cosas mucho más interesantes - se le acercó peligrosamente.

- Puede ser - la besó, le era difícil tenerla tan cerca y no caer en la tentación-. Voy a prepararme.

- No has dicho cuál es mejor - hizo un puchero.

- No te voy a subir más el ego, Natalia Lacunza - le guiñó un ojo.

Alba desapareció y la morena ocupó uno de los taburetes, por supuesto, en la barra.

- ¡Todo el mundo arriba!

La rubia interpretaba "Este amor ya no se toca" como colofón del concierto, totalmente opuesto al que hacía los viernes en un formato mucho más íntimo y menos mamarracho.

A Natalia le encantó. Tanto, que se propuso pasar por lo menos un sábado al mes en la capital para poder disfrutar de ese espectáculo.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now