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Natalia salió de Atocha cargadísima y deseando soltar todos los bártulos que se llevaba a Elche para su semana de vacaciones. Tan ansiosa estaba que localizó un coche del mismo modelo y color que el de su clic y no dudó en hacer el ademán de abrir la puerta del copiloto.

Hasta que se dio cuenta que la dueña del vehículo no era precisamente su rubia, básicamente por la mirada letal que le dedicó el conductor.

Alba, que había observado la escena, no dudó en tratar de avisarla pitando con el coche para llamar su atención, sin poder contener la risa.

Natalia llegó a la altura del vehículo con la cara roja de vergüenza.

- Ya veo que me cambias por el primero que aparque más cerca de la puerta - vaciló la cantante, saliendo del coche para saludarla.

- Albi, qué vergüenza - se tapó la cara con una mano-. Que he ido directa, se ha quedado flipando el pobre conductor.

- Ha sido graciosísimo - la besó, cogiéndole los mofletes con las dos manos-. Hola, amor.

- Sí, hili imir, pero anda que me avisas... - se indignó.

- ¡Si he pitado como una loca! Pero tú nada, me cambias así de fácil - chasqueó los dedos.

- No te cambio, baby - la besó de nuevo-. Solo ha sido un pequeño despiste.

- Anda, desastrito, vamos a meter todo esto en el maletero. Exagerada - dijo cargándose una de las bolsas al hombro.

- No es para tanto - se justificó.

- Por supuesto que sí.

- Cántamela otra vez, porfi - puso un puchero la morena, unas horas después.

- Pero, ¡qué morro tienes! Estoy conduciendo, pendiente del gps, aguantando tus preguntitas de cuánto falta, ¿y pretendes también que haga de radio? ¿Tú no sabes que no hay que distraer a los conductores?

- ¿Te tengo entretenida todo el viaje y te quejas?  - alzó una ceja.

- Esclavizada me tienes, haz algo tú, ¿no? En vez de pedir.

- Las cosas que yo quiero hacer para amenizar el viaje no son compatibles con lo de no distraerte - le puso una mano en el muslo, poco disimuladamente.

- ¡Nat! Lo que me faltaba - protestó la rubia, dándole un manotazo.

- ¿Ves? Me dices que colabore pero nada de lo que hago te parece bien.

- No me puedes meter mano mientras conduzco. Y menos con Queen delante - cabeceó hacia atrás, donde se encontraba el transportín con la gata.

- ¿Y qué le hago? Si ese es mi único talento... - se encogió de hombros y Alba no pudo evitar una carcajada.

- Suerte del sentido del humor, payasita.

- ¿Cuánto falta, Albi? - preguntó, por enésima vez, mordiéndose el labio para no reírse.

- Uf, eres insufrible. Te va a tener que aguantar la Rafi.

- Pues mi suegri encantada. ¡Mira, mira, ya se ve el cartel!

- Ay, que ya llegamos - suspiró la ilicitana, volver a casa siempre la llenaba de paz.

- ¡Rafi! ¡Rafiiii! - gritaba Natalia desde la verja que separaba el jardín de la calle.

- Pero no grites, Nat. Debe estar en la cocina o algo y no oirá el timbre - supuso la rubia.

- ¿Y tú no tienes llaves?

- Debería, pero no sé dónde están - rebuscó en su bolso, por enésima vez.

- ¿Y si se ha olvidado de nosotras?

- No me coge el teléfono - se mordió el labio Alba con cierta preocupación.

- ¡Uy, pero si ya estáis aquí! - apareció la Rafi por una esquina, en vestido veraniego y con una bolsa de playa más grande que la maleta de Natalia.

- ¡Mamá! ¿Dónde te habías metido?

- ¿Dónde me voy a meter? ¡Pues me he ido a pasar el día a Santa Pola con las vecinas! Pensaba que vendríais más de noche.

- ¡Te dije para cenar!

- Bueno, hija, ahora preparamos algo - le restó importancia-. Ven, anda, dame un beso.

La mujer soltó todas sus cosas y la abrazó. Después se giró a Natalia, que la esperaba de brazos cruzados.

- No me esperaba que te olvidaras de la llegada de tu nuera favorita, Rafi - fingió enfado-. La atención al cliente del Hotel Reche un poco regular. Creía que éramos amigas.

- Anda, peliculera, menos reproches que ya ni sé los meses que han pasado desde que dijiste que vendrías. Yo sí que debería estar ofendida.

Ambas rieron y se saludaron con dos besos cariñosos.

La Rafi le hizo a Natalia un house tour digno del más moderno de los youtubers y las invitadas dejaron sus cosas en el antiguo cuarto de Alba.

- Igual tenéis problemas de espacio - apuntó la Rafi al mirar alternativamente a la navarra y la pequeña cama individual.

- ¿Problemas de espacio? - alzó las cejas la morena, rodeando la cintura de su clic-. En peores...

- Nos apañaremos, mamá - interrumpió Alba cualquier burrada que fuera a soltar-. Natalia es muy flexible.

- Yo iba a decir algo menos heavy, pero bueno, tú misma - le susurró su chica al oído.

- Uy, Alba a mi tus intimidades no me las cuentes, a ver si me voy a poner celosa - picó la Rafi.

- Ves. Touché - rió la morena.

Entre las tres prepararon algo de cena y la Rafi quiso ponerse al día.

- Entonces, lo de vivir juntas, ¿en qué ha quedado? Porque Marina me ha contado cosas... - dejó caer.

- Dios, ¿puede Marina dejar de chivarse de mi vida? ¡Nunca te enteras por mí de las novedades! - protestó Alba.

- Eso es que tardas mucho en contármelas. A mí me tienes que dar las exclusivas, si no te quedas desfasada, hija.

- Pues sí, nos vamos a vivir juntas - confesó la cantante.

- Ay, ¡qué bien! - juntó las manos la mujer, con una sonrisa sincera.

- Se va a venir Alba a vivir conmigo, Rafi - dio el golpe de efecto la pelinegra.

- ¿Tú a Pamplona, Albita?

- Sí, yo a Pamplona, mamá.

- ¿Y por qué no os venís a Elche? - propuso.

- No, no, no. Ni de coña. No empieces, ¿eh?

- Vamos a estar bien en mi ciudad, estás invitadísima. Marina y tú, cuando queráis.

- Pero, Nati, ¿cómo te vas a llevar tan lejos a mi niña? - puso ojos de cachorro abandonado.

- Nati, nada, que ha sido cosa mía - aclaró Alba-. No la hagas sentir mal, mamá.

- ¿Y vas a dejar solita a tu hermana?

- ¡Ni que fuera un bebé! Además, así tienes más excusas para ir a verla, ya que os lleváis tan bien y os lo contáis todo - soltó la pullita, dejando a la Rafi fuera de juego.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now