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- El uno de septiembre estaremos exactamente así. ¿Te lo puedes creer? - murmuró Alba un rato después, seguían abrazadas en el sofa.

Pegadas con pegamento.

- Bueno, así no estaremos, que las mudanzas...

- ¿Qué?

- Que son agobiantes, baby. Pero nada que un buen polvo no pueda arreglar, tú no te preocupes por nada que yo te cuido - le aseguró.

- Tú me cuidas, sí - murmuró Alba con una sonrisa ladeada.

- Mucho y muy bien - le guiñó un ojo.

- ¿Pedimos cena y celebramos? - propuso la rubia.

- Por favor, que esto ha sido intensito.

- Por un momento he pensado que nos hundiamos, Nat.

- ¿Qué? Eso nunca. Luego soy yo la intensa... - le besó la punta de la nariz.

Poco más de media hora después, Natalia descorchaba un albariño de los buenos para acompañar la comida japonesa que habían pedido.

- Por las noches mágicas... en esta casa - propuso Alba.

- Por las noches mágicas en nuestra casa - corrigió su clic.



La pareja ocupaba los asientos de la fila de atrás del coche de María, camino a su casa en el campo.

- Tía, Wonka, pero yo soy tu gurú - la miraba por el espejo-. Merezco la exclusiva.

- No voy a decir nada hasta que no estemos todas - le repitió la pelinegra por enésima vez.

- ¿Y tú, furby precioso? - batió sus pestañas, cambiando de objetivo-. Fijo que sabes lo que tiene que decirnos.

- ¿Me has llamado furby? - rió incrédula.

- Precioso, furby precioso - puntualizó, guiñándole un ojo-. ¿No te puedes chivar, Alba?

- Nop.

- ¿Ni un poquito? ¿Una pista? Venga, por fa - insistió, puchero incluido.

- ¡Que no, pesada! - la regañó Natalia-. No agobies y ten paciencia.

- No sé que es eso, Natinat.

Menos de media hora después, ya estaban todos en la enorme y rústica casa de María, concretamente en el jardín, donde tenían pensado pasar el día.

Pablo se peleaba con las brasas, tratando de encasquetarle la tarea a cualquiera que se le acercara. Mientras, los demás sacaban comida y sobre todo bebida.

La Mari explicó nada más llegar la regla número uno: nada de manos vacías, botellines de cerveza o copas para todos y en modo refill. Ya se había encargado ella de que no se agotase.

Natalia, imantada a la mano de su clic, tenía otra máxima: que Alba tuviera comida para ella siempre a su alcance.

- Damion aparta tus sucias manos de eso, que es sin lactosa, para Alba - tiró de su camiseta.

- Nat, no pasa nada. Puedes comer si quieres, Damion - le sonrió amablemente.

- No, no, no, tienes todo el resto de cosas para hartarte si quieres.

- Bueno, bueno, sargento - alzó las manos el aludido y rió-. A sus órdenes.

- Te estaré vigilando - le hizo una seña con los dedos, en tono de broma.

- No le voy a robar más comida a nuestra nueva invitada, de verdad. Hay que tratar bien a las visitas.

- Gracias, Damion - sonrió Alba.

- A ver, Pablete - se acercó la morena a la barbacoa, tirando de la rubia-. ¿Dónde están las verduritas para mi novia, que yo las vea?

- ¿Otra vez? - bufó el rapado y señaló una bolsa-. Aquí. Es lo primero que voy a hacer en cuanto esto arranque.

- Que no se te olvide, ¿eh? - le advirtió la morena con el dedo índice en alto.

- ¿Cómo se me va a olvidar? Si ha venido la Mari, y luego Afri, y luego Marta y tú tres veces ya - enumeró.

- Eso es que las tengo a todas muy bien enseñadas - chuleó.

- El grupo de la barbacoa no se llama "Alba es vegetariana e intolerante a la lactosa" de milagro - evidenció el chaval.

- Mi amor, ¿has sido muy pesada con eso? - custionó Alba, acariciándole un moflete.

- Para nada.

- ¡Para nada, dice! No mientas, tronca. ¡Muñeca! ¡Rubia pibón! - llamó entre silbidos a la Mari-. Dice la Wonka que no ha sido pesada con lo de vegetariana y sin lactosa.

- ¡Pero si es la descripción del grupo, cacho perra! - rió la Mari.

- ¿Ves como todos os lo sabéis de memoria? Misión cumplida - se felicitó.

- Eres una exagerada - la miró Alba con ternura.

- Créeme que no. Quiero que estés a gusto, baby.

- Pero puedes relajarte - le dio un pico-. Voy a estar bien, Nat.

- Ya, pero...

- Puedes soltarme la mano de vez en cuando, también - alzó sus manos unidas con pegamento.

- ¿Estoy exagerando mucho? - entrecerró los ojos la morena.

- Un poquito.

- Mazo, Wonka, mazo - intervino María.

- Es que la otra vez... - musitó, en alusión a la primera cena que compartieron.

- Ni que nos la fuéramos a comer, Natinat. Las segundas veces siempre son mejores que las primeras. Y Marta está ya muuuuucho más relajada.

- ¿Qué decís de mí? - se acercó la aludida.

- Que vas a ser majísima con Alba porque ya has encontrado a quien te de lo tuyo.

- ¡Oye! - le pegó en el hombro-. Pues claro que voy a ser maja. Ya está todo aclarado con Alba y, no es por nada, pero nuestras barbacoas siempre son la mejor excusa para crear buenos recuerdos.

- Seguro que sí, Marta - concordó Alba-. ¿Ves, Nat? No tienes nada de lo que preocuparte.

- ¡De mantener esa copa llena, sí! - corrigió África que iba regando de albariño cada vaso semi vacío que encontraba a su paso.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now