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Cuando Natalia llegó a casa, se encontró a su clic esperándola con una sonrisa de oreja a oreja.

- Hola, amor - la saludó, lanzándose encima y aplastándola en el sofá-. ¡Qué guapa estás así de contenta! ¡La más guapa de España!

Natalia se la comió a besos antes de que la rubia pudiera articular ni media palabra.

- ¡Nat, buenas noticias! - anunció feliz.

- ¿Sí? - sonrió en grande y buscó el brillo de sus ojos con los suyos.

- ¡Ya tengo curro! - se colgó de su cuello, rebosante de felicidad.

- ¿En serio? - soltó un chillido de emoción-. Qué guay, baby, sabía que llegaría, si es que eres la mejor.

- Tú sí que eres la mejor... - le besó la mejilla.

- Cuéntamelo todo ya - pidió incorporándose a lo indio en el sofá, Fígaro no tardó en subirse a sus piernas.

- Bueno, a ver, es de camarera - soltó Alba primero la parte mala de la noticia.

- Albi, pero...

- Espera. Déjame hablar - la interrumpió-. Es de camarera en el bar Garazi. Ese de los conciertos, ¿sabes?

- Claro, ese sitio es la hostia.

- ¡Pues ahí voy a trabajar! Ha sido todo rarísimo, mi amor.

Alba le contó con pelos y señales todo lo acontecido esa misma mañana.

- Vamos que te contrata como camarera con derecho a roce.

- ¿Qué?

- A roce de escenario, baby, yo me entiendo.

- Es que, nena, hemos estado hablando de música tantísimo rato que o me echaba a patadas por poco profesional o todo lo contrario.

- Y ha sido todo lo contrario - sonrió Natalia, mostrando todos sus dientes-. Joder, qué guay, amor. Esto va a ser el principio de algo grande, te lo digo yo.

- No sé, pero estoy super contenta, siento que es el sitio adecuado.

- Seguro que sí - le besó la punta de la nariz-. Vamos a cenar fuera, a celebrar.

- ¿Sí?

- Claro que sí. Hacía muchos días que no sonreías así de fuerte. Lo echaba mucho de menos.

- Tú tampoco sonreías así de fuerte... - le repasó la sonrisa con un dedo, que Natalia mordió.

No dijo nada, pues el brillo de sus ojos, imitando el de su clic, era más que evidente.

Pasearon sus sonrisas sinceras por la ciudad y acabaron cenando en uno de los descubrimientos de la rubia, un vegetariano recién abierto que les supo a gloria.

- ¡Nat! ¡Nat! - la llamó Alba aceleradísima por teléfono, un jueves.

- ¿Qué pasa, mi amor?

- ¡¡Voy a cantar, Nat!!

- ¿Cómo?

- Sí, me ha dicho Noe que había un monólogo o no se qué y se ha cancelado y... que voy a cantar yo.

- ¿En serio? Eso es la hostia, nena. ¿Pero hoy? ¿A qué hora? ¿Me da tiempo a ir a verte? - consultó el reloj.

- A las seis me ha dicho, no llegas.

- ¿A las seis? - chasqueó la lengua Natalia, pues justo era su hora de acabar.

- Ya, no vas a poder... Pero no pasa nada, ¿vale? Me ha dicho Anne que me va a grabar. Tengo que improvisar tres canciones, no sé si la guitarra...

- Lo vas a hacer perfecto, mi amor.

- ¡Jo, es que me muero de ilusión!

- Yo también - sonrió, aunque la rubia no pudiera verlo.

Natalia tardó menos de cinco minutos en comunicarle a su jefe que se iba a ir antes. Le dio la primera excusa que se le ocurrió y el hombre la creyó, se fiaba de ella.

De ninguna manera iba a perderse el estreno de Alba en ese bar emblemático que siempre le había dado buenas vibraciones.

Cuando llegó, quince minutos antes de las seis, se acercó a la barra en busca de su rubia.

- Anne, ¿has visto a Alba?

La morena había pasado tantas horas muertas en ese bar durante las dos semanas que la rubia llevaba trabajando allí que ya conocía a todos los camareros.

- Se está cambiando, va a salir a cantar - le explicó con entusiasmo.

- Lo sé - le respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

Dudaba si ir para hacerle saber que estaba ahí o simplemente quedarse en la barra y dejar que notara su presencia cuando estuviera subida al escenario.

Nostálgica, se decantó por la segunda opción, y los ojos enormes y emocionados de Alba al verla le hicieron saber que había acertado.

Albariño en mano, lo alzó a la salud de la cantante, mientras ésta iniciaba su pequeña pero importantísima actuación.

Alba miró a Noemí antes de tocar la última, su jefa asintió.

- Quiero dar las gracias a Noemí por darme esta oportunidad preciosa. Y me gustaría dedicar esta última canción a mi engranaje favorito, por estar siempre girando a mi favor. Esto es para ti pa quién si no, mi amor.

Natalia sonrió todavía más. Contenta de que Alba se atreviera a cantar una suya.

Después de todo lo que le había dicho el innombrable dueño del hotel, le llenaba de orgullo que se atreviera a cantar esa canción que él había tirado por tierra sin ningún criterio.

Y más contenta estaba todavía de ver que el público parecía responder positivamente a la magia que desprendía su clic en ese escenario que le quedaba tan bien.

- ¿Te ha gustado, Nat? - quiso saber la cantante, nada más terminar su actuación.

- Muchísimo, muchísimo. Eres increíble, imparable, Alba Reche - piropeó para después besarla, incluso levantándola del suelo.

- Me lo he pasado genial. Es que este sitio... - suspiró.

- Te queda muy bien, amor. Ya verás como a partir de ahora no habrá quien te baje.

- Bueno - fue escéptica la rubia.

Noemí apenas tardó unos minutos en acercarse a felicitarla y a agradecerle por haberle cubierto el hueco y hecho el favor.

- Ha sido una pasada, Alba. Tienes una  personalidad única y esa voz... Me muero de ganas de poderte volver a subir.

- Y yo de hacerlo, Noe, de verdad. Gracias a ti por la oportunidad, ha sido mágico.

En efecto, aquella tarde fue la primera de las muchas veces que ese bar emblemático iba a disfrutar de la magia de Alba Reche.

Las noches mágicas | AlbaliaWhere stories live. Discover now