Más que una fortaleza

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Mientras el elevador desciende metros y metros bajo el suelo, el equipo de infiltración teme por la vida de sus compañeras. A través de la llamada de Miss White solo consiguieron ver a Rose, y aunque en sus palabras quedó implícito que el resto sigue con vida, no tienen garantía de que ese sea el caso.

Instantes antes de descender por completo, todos adoptan una posición defensiva. Peridot, por su parte, intenta determinar la ubicación de cualquier robot en un radio de diez metros.

—¿Crees poder piratearlos antes de que se abra la puerta? —pregunta Lars, sujetando su arma con firmeza.

—No... No parece haber ninguno... —responde la rubia, perpleja.

Al abrirse el elevador, se encuentran en frente de un pasadizo con muy pobre iluminación. Bajo sus tenues luces tintineantes; sin embargo, yace un descubrimiento completamente inesperado... Una docena de robots imperiales en perfectas condiciones, tumbados en el suelo.

—Parece que alguien se nos adelantó... —murmura Amatista, siendo la primera en dar un paso al frente —. Rose, ¿quizá?

Desconfiando del oportuno estado en el que se encuentran los robots, Peridot avanza y se agacha cerca de uno de estos, examinándolo de cerca. La ausencia de daños en la coraza metálica le hace pensar que no fueron abatidos en combate.

—Supongo que Perla podría haberlos pirateado, pero es imposible que los haya dejado a todos fuera de servicio —reflexiona, observando su rostro reflejado en los ojos del robot.

Toda indagación se detiene cuando escuchan un repentino chirrido al final del pasadizo. Aunque intenta esconderse bajo las sombras que se producen entre un reflector y otro, claramente puede distinguirse la figura de una mujer, quien parece haber revelado su posición al tropezar con uno de los robots.

Sin detenerse a hacer preguntas, Lapis transforma sus alas para crear unas extensas cadenas de hielo. Arrojándolas con precisión, inmoviliza completamente a la desconocida, atrayéndola lentamente hasta el grupo.

—¡La bruja del mar! —exclama, cayendo presa del pánico —. ¡Por favor, no me lastimes!

Elevándola bajo uno de los reflectores, pueden ver que se trata de la asistente de Miss White.

—Según Amarillo, tú estabas bajo control mental —comenta Lars, sorprendido de verla en un sitio como ese.

Al borde de las lágrimas, la prisionera cierra abruptamente sus ojos, como si esperase el golpe de gracia por parte de sus captores.

—Mantén la calma, no te haremos daño —asegura Peridot, tomando control de la situación —. Solamente queremos información. Dinos lo que queremos saber, y te dejaremos ir.

La asistente abre los ojos con timidez, insegura sobre si confiar en la palabra de los intrusos. Ultimadamente, decide que el tiempo se le está acabando, y no puede darse el lujo de desconfiar.

—H-Haré lo que me pidan... Lo prometo, pero primero debemos salir de aquí —responde finalmente. Entre su torpe y nervioso forcejeo con las cadenas, una pequeña tarjeta cae de sus manos.

Agachándose para recogerla, Peridot recuerda haber visto su diseño en los planos de Ágata, es la llave para activar el sistema de drenaje de la fuente.

Mientras tanto, Amarillo y Azul encaran a los demonios de su pasado, así como a la autora de los mismos.

—Comandar un imperio es una tarea ardua, ¿no es así? —expresa Blanco, contemplando a sus hermanas con amargura —. Tantas responsabilidades nos han distanciado, nos han vuelto ajenas una de la otra, nos han puesto una... En contra de la otra. Pero, no es demasiado tarde para rescatar el vínculo que nos une como familia.

Amantes en Guerra [Lapidot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora