Después de la tormenta

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Sin la amenaza de los rebeldes, Peridot se anima a salir de su escondite, caminando muy despacio en dirección a su musa.

—Una demostración más que admirable. Ahora... Cálmate —dice, levantando sus manos en son de paz.

Al reparar en su presencia, Lapis se sobresalta y le dirige la mirada. Es una mirada de odio, pero no el odio irracional con el que despachó a los rebeldes, esta vez, se trata de un odio más íntimo.

—Tú... —murmura, levantando la mano en su dirección, mientras intenta soportar el dolor —. Recuerdo tu irritante voz...

Al notar la hostilidad de su musa, Peridot intenta retroceder de inmediato, por desgracia, el agua demuestra ser mucho más rápida. Repentinamente, una burbuja de agua se forma rodeando su cabeza, incapaz de respirar, la rubia forcejea intentando liberarse; pero, la presión simplemente no cede. Observando las burbujas por las que se escapa su aire, Peridot siente en carne propia el poder que ha creado.

—Tú me hiciste esto... Purificaré al mundo de tu maldad, ahora mismo...

Peridot, completamente rendida ante la situación, deja de forcejear, reconociendo que es una tarea sin sentido. «No pensé que me iría de esta forma», piensa, con una sonrisa penosa, sintiendo el poco aire que le queda abandonando sus pulmones. Aunque se encuentra lista para morir, el destino parece tener otros planes, pues incluso rodeada de agua, su cuerpo se estremece al escuchar otro alarido de dolor.

La esfera de agua finalmente le libera, cayendo como si le hubiesen tirado un balde de agua fría. Peridot cae de rodillas, tosiendo con fuerza mientras intenta recuperar el aliento, y subiendo tímidamente la mirada.

Lapis se encuentra tirada boca abajo, completamente inmóvil, y el agua que controlaba ahora no es más que una serie de charcos. Peridot se sienta un momento en el suelo, sin poder creer lo suertuda que ha sido.

—Debes controlarte más la próxima vez... —murmura, sintiéndose agotada.

La hidrokinesis ha sido posible mediante la modificación de la estructura cerebral, así que esos intensos dolores de cabeza eran hasta cierto punto predecibles, no puede sino suponer que su musa ha perdido el conocimiento por haber hecho un uso tan extenso de sus habilidades. Lo que realmente se pregunta es: ¿cómo pudo Lapis controlar la hidrokinesis de una forma tan magistral? Tenía planeadas varías sesiones de entrenamiento para los sujetos que sobrevivieran a las pruebas, Lapis; en cambio, pareciera ser toda una experta.

Tras el milagro de su supervivencia, se pone de pie y voltea la mirada hacia las cápsulas de escape, una de ellas tiene una púa de hielo incrustada al motor, derritiéndose lentamente; pero, las demás parecen estar en buen estado.

Tomando una decisión rápida, Peridot se acerca a uno de los escritorios y toma el maletín de primeros auxilios. Entonces, se dirige a la cápsula de escape #2, pasa su tarjeta de identificación para activarla, y deja el maletín dentro.

—No puedo simplemente dejar a mi musa tirada en el suelo, ¿cierto? —razona en voz alta, acercándose con cautela.

La fuerza no es una de sus cualidades; pero, al menos debería poder arrastrarla hasta la cápsula, no es una mujer particularmente pesada. Con esa idea en mente, se agacha para voltearla gentilmente, y al hacerlo, su rostro se ruboriza por completo, una cosa era ver su hermoso cuerpo flotando en el agua, y otra muy distinta es tocarlo con sus propias manos.

«¡Deja de pensar en tonterías!», le reprime su voz interna, y acto seguido, toma ambas piernas de Lapis y comienza a tirar de ellas, acercándose lentamente hacia la cápsula. Una vez allí, pasa sus manos bajo la espalda y piernas de la mujer, y con un enorme esfuerzo, consigue levantarla y acostarla sobre uno de los asientos.

—Demasiado esfuerzo por un día... No... Por el resto del año... —murmura, cayendo rendida sobre el asiento del piloto.

Amantes en Guerra [Lapidot]Kde žijí příběhy. Začni objevovat