La gota que derramó el vaso

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—Tuve una epifanía, y ahora actúo en consecuencia —responde Azul, interponiéndose entre su hermana y su séquito.

—¿De qué estás hablando? —replica Amarillo, provocando un pequeño relámpago a sus espaldas, producto de su irritación —. Finalmente tengo noticias de ti, y lo primero que encuentro es que trajiste contigo a una criminal de guerra, quien supuestamente ha sido tu espía durante todo este tiempo, ¿esperas que crea eso?

—No... Supongo que no...

Con una sonrisa amarga, Azul decide que es momento de enfrentar su destino, y de que Lapis enfrente el suyo.

—Sigan adelante —ordena entonces, sin apartar su profunda mirada de enfrente.

Desconcertada, Lapis se dispone a protestar; pero, es detenida por la delgada asistente, quien le toma tímidamente del brazo y niega con la cabeza.

—Debes confiar en mi comandante —musita esta. Aunque su voz parece firme, el temblor en sus manos evidencia el miedo que invade su cuerpo.

Con emociones divididas, Lapis recuerda la explicación que dio Rose sobre las habilidades de sus hermanas. Aunque Amarillo debería ser incapaz de utilizar las suyas, el relámpago que acaba de presenciar demuestra lo contrario... Según parece, su mejor oportunidad para rescatar a Peridot es, de hecho, confiar en su vieja amiga.

—Ten cuidado... —resuelve, dejándose llevar por la asistente.

—Ustedes dos no irán a ninguna parte —advierte Amarillo.

Cerrando el puño entre chispas destellantes, la comandante se dispone a detenerlas en el acto; sin embargo, Azul rápidamente se cruza en su camino, extendiendo ambos brazos.

—Hazte a un lado, Azul. Me desharé de esa rebelde... Aunque tenga que encargarme de ti primero... —amenaza Amarillo en respuesta, estirando el brazo en dirección a su hermana, e incrementando el voltaje de las chispas.

Apresurándose para regresar al laberinto, Lapis sigue a la asistente hasta la siguiente puerta, que les guía a uno de los pasillos en movimiento. Una vez allí; no obstante, la sangre de ambas se hiela por completo, pues justo al cerrarse la puerta a sus espaldas, consiguen escuchar el estruendo de una poderosa descarga eléctrica.

—D-Debemos continuar... —titubea la asistente, intentando disimular su desasosiego —. Mi comandante es una líder fuerte e inteligente, estoy segura de que estará bien.

Tratando de convencerse así misma de sus propias palabras, esta activa una pequeña pantalla en su pulsera, en donde comprueba que únicamente una de las salas de interrogatorio está siendo ocupada.

—Por favor, sígueme.

—Basta... —responde Lapis, sujetándole del hombro.

Confundida, la asistente voltea la mirada, mostrando los ojos húmedos de quien se esfuerza por contener su llanto.

—Admiro tu lealtad, pero ni la persona más obediente puede ignorar a su corazón, sé que yo no podría —confiesa la noble.

—Pero...

—Esa pulsera puede mostrarme el camino, ¿no es así? Regresa con Azul, asístela de cualquier forma que puedas. Tan pronto recupere a Peridot, volveré para ayudarles.

Aunque indecisa, la asistente no puede negar que dicha propuesta es justo lo que ansiaba escuchar, una justificación lógica para ignorar sus órdenes y volver al lado de su comandante, incluso si es la última cosa que haga.

—Muy bien, la ruta ya está fijada, solo debes seguirla —responde finalmente, quitándose la pulsera y entregándosela en las manos.

Sin tiempo de despedidas largas y emotivas, la asistente se apresura para volver al bloque de celdas. Encontrándose sola, Lapis respira hondo ante de cruzar la primera puerta.

«Resiste, voy en camino», piensa, conforme avanza por la compleja maquinaria en movimiento. Con cada puerta que cruza, más crecen sus ansias por tener a su amada en brazos; sin embargo, mientras abre la última puerta, ignora por completo que ese no será su único reencuentro.

—Ni un paso más.

Deteniéndose en seco, Lapis observa horrorizada a Peridot colgando inconsciente de la pared, sujeta con grilletes de acero en su cuello, muñecas y tobillos. Por si eso fuera poco, su rostro se encuentra completamente maltratado con moretones y cortes, así como algunos hilos de sangre bajando por su boca.

Justo en frente, yace la responsable de tan espantosa imagen, apuntando una pistola de plasma en la sien de su prisionera.

—Jaspe... —murmura al verla, frunciendo el ceño con una mirada completamente llena de odio, un odio intenso que únicamente se ve contenido porque la vida de su amada pende de un hilo.

Amantes en Guerra [Lapidot]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum