Un brindis por la rebelión

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—Supongo que todas las presentes saben cuál fue mi último proyecto dentro del imperio —dice Peridot, con la carga del arrepentimiento todavía pesando sobre su espalda

—Sí... Asombroso y cuestionable, en igual medida —responde Rose, recordando los reportes sobre sus experimentos.

—Peridot.... —murmura Lapis, quien estira su mano para tomar la de su compañera —. El pasado, en el pasado.

—Lo sé... No tiene sentido enfocarnos en lo que ha quedado atrás —responde, ganando algo de confiaza al sentir la suave piel de su musa —. Pero el futuro todavía puedo cambiarlo. Este es el trato, me facilitarán un laboratorio equipado con todo lo que requiera para estabilizar a Lapis, y a cambio, pondré a su disposición todo mi conocimiento sobre el imperio, estoy hablando de: tecnología, localizaciones secretas, protocolos de seguridad, incluso podría desarrollar nuevo equipo para ustedes.

Lapis sonríe con rubor en sus mejillas, conmovida por la devoción que tiene su amiga por protegerle, jamás llegó a sentirse de ese modo junto a Jaspe, ni se creyó merecedora de un afecto tan puro como ese.

Rose parece considerar la petición por un par de segundos; entonces, voltea la mirada hacia Perla.

—No es que nos sobren laboratorios en este momento, pero estoy segura de que a Perla no le molestará compartir el suyo, ¿cierto? —sugiere, guiñándole el ojo a su antigua asistente.

—¿Mi laboratorio? —pregunta en respuesta, sin poder ocultar la incomodidad en su tono de voz.

—Estoy convencida de que allí podrán encontrar todo lo que necesiten, y puede que Perla pueda echarte una mano. Te lo aseguro, no conozco a nadie con su talento para la ciencia.

Peridot presiona los dientes al escuchar esa condición, jamás ha compartido un laboratorio con alguien que no se encuentre bajo sus órdenes, y de entre todas las rebeldes que acaba de conocer, Perla es de lejos la que menos le ha agradado.

—Bien... Es un trato razonable... —acepta finalmente, resignándose.

—Peridot, no sabes cuánto de lo agradezco —menciona Lapis, con una sonrisa cálida.

Y el privilegio de poder admirar esa sonrisa, hace que la rubia sienta que absolutamente todo merece la pena.

—Veo que son muy unidas, ustedes dos —comenta Rose, quien ríe modestamente al ver como ambas se sonrojan por su comentario —. Ya que tenemos un trato, propongo un brindis.

Tan pronto todas levantan su copa, Peridot toma asiento y alza la propia.

—Esta noche brindamos por nuestras dos nuevas aliadas, por nuestro derecho a ser libres, y desde luego, por nuestro derecho a experimentar el amor.

Y terminando de escuchar las palabras de Rose, todas beben alegremente de sus copas, y la cena se sirve entre comentarios joviales y aspiraciones sobre el futuro. Ya avanzada la noche, y con los platos casi vacíos, Peridot se percata de que su musa lleva un rato acariciándose la cabeza, y frunciendo ligeramente el ceño.

—El dolor está empeorando, ¿no es así? —pregunta finalmente, con evidente preocupación.

—No te preocupes, puedo tolerarlo —responde, tomándose el último sorbo de vino.

Lapis sabe que muy pronto Peridot dará con una solución, así que no quiere añadir más culpa sobre sus ya cansados hombros, no quiere ser una carga. Sin embargo, la pequeña escena parece haber llamado la atención de Rose, quien limpia sus labios con un pañuelo y se pone de pie.

—Perla me ha explicado sobre este proyecto que llevaste a cabo, o al menos lo ha intentado, no es fácil para mi entender todos esos detalles técnicos —comenta, avergonzándose un poco de sí misma —. Pero, antes de que esta hermosa velada termine, hay una última cosa que puedo hacer por ti —añade, compadeciéndose del sufrimiento de Lapis.

Dicho lo cual, camina en su dirección y, sin previo aviso, le coloca las manos sobre las orejas, sujetando su cabeza con gentileza; entonces, cierra los ojos e intenta concentrarse.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Lázuli, con desconfianza.

Mas no recibe respuesta alguna, Rose permanece en esa posición por algunos segundos, hasta que finalmente abre los ojos, con sus iris rosadas iluminadas como estrellas deslumbrantes.

—¿¡Qué está sucediendo!? —exclama Peridot, levantándose de su silla con ansiedad. El brillo en los ojos de Rose le recuerda al de su musa, cuando esta moviliza grandes cantidades de agua.

—El dolor... Se ha ido... —murmura Lapis, sintiéndose abrumada por una repentina e inexplicable aura de tranquilidad.

Habiendo logrado su objetivo, Rose se lleva las manos a la cintura, y sus ojos regresan a la normalidad.

—No puedo arreglar lo que han hecho contigo; pero, al menos por esta noche puedo librarte del dolor.

Tanto Lapis como Peridot le observan con enorme confusión, la figura de Rose Cuarzo acaba de volverse aún más misteriosa.


Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now