Los sentimientos de Peridot

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A la mañana siguiente, una de las aeronaves del Templo de Cristal aterriza frente al granero, siendo Perla quien baja de esta, portando una bata de laboratorio rosada con botones negros. «¿Qué sentido tiene instalar un comunicador holográfico en el granero si no responderán mis llamadas?», piensa, mientras se dirige hacia la entrada con algo de mal humor. Una vez allí, toca el timbre una vez, luego otra; pero, nadie aparece para abrir la puerta.

—Por las estrellas, ¿quién sigue durmiendo a las seis de la mañana? —se pregunta, agachándose y tomando la llave de emergencia, escondida debajo del tapete.

Al abrir la puerta corrediza y entrar al granero, su rostro de indignación se suaviza ante la adorable escena de ambas durmiendo en el sofá. Con un suspiro, la mujer avanza por la sala y apaga el televisor.

—Despierta de una vez, tenemos mucho trabajo —dice Perla, agachándose y agitando el hombro de la rubia.

—Percy... Solo dile lo que sientes... —murmura Peridot, con un pequeño gruñido.

Con un gesto de molestia, Peridot abre lentamente sus ojos. «¿Qué hace la narizona aquí?», piensa; pero, entonces se da cuenta de la situación en la que se encuentra, con el brazo de su musa reposando sobre su cuerpo, lo cual significa que...

—¡Dormimos juntas! —exclama, sobresaltándose con el rostro enrojecido y cayendo del sofá.

—No necesitas contarme lo que hicieron —responde Perla, con una mueca incómoda.

—¿Qué? ¡No, no dormimos juntas en ese sentido! —aclara, poniéndose de pie.

—¿Por qué hay tanto ruido? —pregunta Lapis, todavía somnolienta y con el rostro hundido en uno de los cojines del sofá.

Resignada, Perla decide esperar a que ambas espabilen, preparando café y compartiéndolo con ellas en el comedor.

—Disculpa, no sabíamos que vendrías tan temprano... —se excusa Lapis, con un pequeño bostezo.

—Desgraciadamente no contamos con demasiado tiempo, Rose ha postergado sus planes para que podamos concentrarnos en esto, así pongámonos en marcha —responde Perla, con una mirada estricta.

—Está bien, entre antes podamos resolverlo, mejor. Solo deja que me dé una ducha —añade Peridot, poniéndose de pie y bebiendo lo que queda de su café.

—No hay tiempo para duchas, nos vamos en este momento. Hay un uniforme para ti en la aeronave, y podrás bañarte en las instalaciones mientras enciendo el equipo.

Peridot le mira con fastidio; sin embargo, no se opone a apurar la recuperación de su musa, por lo que asiente de mala gana. De ese modo, ambas se levantan de la mesa y se dirigen a la puerta.

—Nos vemos, Lapis —se despide Peridot, determinada a salvar la vida de esa mujer —. ¡Y no mires el resto de capítulos sin mí!

—No lo haré, lo prometo —responde, con una sonrisa jovial —. No olvides desayunar en algún momento, conociéndote, pasarás todo el día trabajando sin descanso.

—Puede que tengas razón... —reconoce, con una risa nerviosa.

—¿Nos vamos? —insiste Perla, cruzada de brazos en el marco de la puerta.

Y así, las científicas salen del granero y suben a la aeronave, elevándose rápidamente por los aires. Peridot da un último vistazo al granero, antes de abrocharse el cinturón y reclinar la cabeza en el asiento. Por algún motivo, le intranquiliza haber dejado a Lapis completamente sola.

—No te preocupes, tu novia estará bien —comenta Perla mientras conduce, notando su preocupación.

—No es mi novia... —responde, más decaída que avergonzada.

—Oh, por la forma en que las encontré esta mañana... Bueno, supongo que me apresuré en sacar conclusiones.

—Tú sabes lo que le hice, ¿crees que podría fijarse en mi después de algo así?

—Pues...

—Además —interrumpe la rubia —. Estuvo casada con una mujer grande, fuerte y segura de sí misma, yo soy como... ¡Lo opuesto a eso!

—Pero tú sí te has fijado en ella, ¿no es así? Por eso pusiste la condición del laboratorio.

—¿Soy así de obvia? —responde, mirando su reflejo deprimente en la ventana.

—Un poco —reconoce Perla, con un tono de voz bastante más amistoso —. Sé que no es fácil querer a alguien y no saber si esa persona siente lo mismo por ti, pero la señorita Lázuli parece preocuparse por tu bienestar, eso debe significar algo.

Peridot sonríe tímidamente, preguntándose si Lapis podría interesarse algún día en su persona, la idea misma parece un sueño, uno digno de perseguir, incluso si se trata de una causa perdida. Por ahora, su prioridad es terminar con los preparativos del laboratorio, ya sea que corresponda sus sentimientos o los rechace, salvará a Lapis cueste lo que cueste.

Amantes en Guerra [Lapidot]Kde žijí příběhy. Začni objevovat