Los sentimientos de Lapis

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Instantes después de ver a Peridot partir, Lapis opta por un desayuno ligero, sirviéndose un poco de cereal. Al terminar, se dirige a su habitación y toma su vestido, revisándolo cuidadosamente.

—Me sorprende que hayas aguantado... —murmura sonriente.

El vestido se encuentra bastante sucio; pero, no tiene ningún agujero o rasgadura, el sastre realmente sabía lo que hacía. Aliviada, baja las escaleras y lleva su vestido hasta la lavadora, y aunque no parece particularmente moderna, al menos es de lavado y secado automático. Tras dejar su vestido con un poco de jabón y poner la máquina a trabajar, consigue escuchar a alguien tocando la puerta, por lo que decide ir a ver de quién se trata.

—¡Hola, chica!

—¿Amatista? —pregunta Lapis, algo confundida por su visita repentina.

—La única e inigualable —responde la morena con entusiasmo, dándole una palmadita en el hombro y entrando a la sala. Afuera se encuentra la aeronave en la que viajaron la noche anterior.

Amatista parece complacida al ver el relativo desorden frente al televisor, pues le da una idea sobre qué tal se están acoplando a su nuevo estilo de vida. De forma despreocupada, se deja caer sobre el sofá y dirige su mirada hacia Lapis.

—Veo que se han acomodado bastante bien, sabía que les gustaría —menciona con orgullo —. Fue mi idea, ¿sabes? El antiguo dueño del lugar se volvió bastante rico recientemente, así que no tuvo ningún problema con obsequiarles el granero.

—Eso fue muy generoso de su parte, sobre todo después de lo que hemos hecho —reconoce Lapis, bajando la mirada con el sentimiento de culpa todavía pesando sobre sus hombros.

—Oye, Lázuli, escucha... La muerte de nuestros aliados ha sido muy dolorosa, no te lo voy a negar; pero, en la cena de anoche no sentí que ninguna de las dos tuviera malas intenciones, así que quiero pensar que han sido víctimas de las circunstancias, y prefiero enfocar mi enojo hacia el verdadero problema, el Imperio Diamante.

—Si te soy honesta, la idea de encontrarme en medio de esta guerra me aterra —admite, con un ligero escalofrío recorriendo su espalda —. Aun así, haré todo lo posible por defender mi nuevo hogar, y responder por mis pecados del pasado.

Amatista sonríe, convenciéndose por fin de que Rose tomó la decisión correcta.

—En fin, no vine hasta aquí para hablar sobre eso —responde, encogiéndose de hombros —. Esta mañana Garnet me preguntó si podría darte un pequeño tour por la ciudad, y pensé, ¿por qué no? Los pilotos de la rebelión no tenemos mucho que hacer cuando estamos fuera de servicio, así que puede ser una oportunidad para que ambas nos divirtamos un poco, ¿qué dices?

Lapis se siente feliz de no tener que explorar la ciudad por su cuenta, por lo que acepta su propuesta de inmediato.

—Me gusta la idea, deja que me aliste, no tardaré mucho. Con algo de suerte mi vestido estará seco para cuando salga de la ducha.

Asintiendo, Amatista hace una pequeña excursión a la cocina, asaltando el refrigerador y regresando con algunos entremeses al sofá, en donde decide mirar el primer capítulo de Campamento, Amor y Pinos. Casi veinte minutos después, Lapis aparece con el cabello húmedo, portando su bello vestido azul y colocándose su collar familiar.

—Amiga... Esta serie apesta —comenta Amatista, apagando el televisor con una risa burlesca.

—Le tomé algo de cariño después del tercer capítulo —responde, sin mucho interés.

—Bueno, ¡la aventura nos espera! —exclama, saltando del sofá y dirigiéndose inmediatamente hacia la puerta.

Lapis frunce el ceño al ver los platos sucios que ha dejado su visitante sobre la mesa de noche; sin embargo, después del cálido recibimiento que recibieron, decide dejar el asunto pasar, suspirando y siguiéndole fuera del granero.

Tan pronto Amatista toma asiento frente al volante, y Lapis uno de los asientos traseros, la piloto enciende el motor y reproduce algo de música rock, bajando un poco el volumen para poder conversar.

—¿Ya tienes alguna idea de lo que quieres hacer en la ciudad? —pregunta, mientras mueve la cabeza al ritmo de la música.

—Me quedo contenta con conocerla, aunque me gustaría encontrar un nuevo conjunto para Peridot, después de todo lo que hemos pasado su uniforme se ve desastroso.

—Oh... Se ve que piensas bastante en ella —bromea, guiñándole el ojo por el espejo retrovisor.

—No me molestes —responde Lapis, desviando la mirada con un poco de vergüenza —. ¿No es normal pensar en una amiga?

—Lo es, tan normal como sentirte atraída por una.

Al notar que Lapis no le contradice, siente que ha dado justo en el blanco.

—Sinceramente me parecería extraño, ella experimentó contigo, después de todo; pero, el amor funciona de formas misteriosas.

—Sería algo descabellado, ¿no es así? —responde Lapis, con bastante seriedad —. Hace años me enamoré de una mujer cruel e insensible, su gran determinación parecía desvanecer todas mis inseguridades, pero al final solo me hizo sentir miserable... Y cuando ya había decidido que el amor solo me provocaría dolor, aparece Peridot, quien pese a haber experimentado con mi cuerpo solo para obtener un arma, también traicionó al imperio y dejó todo atrás con tal de mantenerme a salvo —terminando esas palabras, su voz se vuelve temblorosa, y algunas lágrimas invaden sus ojos azules, deslizándose por sus mejillas sonrojadas —. Sería una locura amar a alguien así, ¿no lo crees? Porque si me permito amarla, volveré a ser vulnerable, seré lastimada tal y como sucedió en el pasado.

Dicho lo cual, Lapis esconde el rostro con sus manos, incapaz de contener su llanto. Amatista detiene la aeronave de inmediato, dejándola flotar tranquilamente sobre la ciudad. Entonces, suelta el volante, apaga la música y se dirige a la parte trasera, tomando asiento al lado de Lapis, abrazándola gentilmente.

—Lo siento... No debí molestarte con eso, no tenía idea —se excusa, con un tono de voz suave.

Y aunque no recibe respuesta, puede sentir que la respiración de Lapis se calma paulatinamente. Tras unos instantes de un necesario silencio, la noble levanta su rostro húmedo y mira a su compañera a los ojos.

—Lamento haber soltado esto contigo... —dice, afligida.

—No te preocupes, nada sienta mejor las bases de una amistad duradera, que una pequeña charla de corazón a corazón —responde, intentando animarle con una palmadita en la espalda —. Además, en caso de que quieras que responda a tu pregunta, no me parece ninguna locura, si amas a alguien que te ha lastimado, solo hay una pregunta que hacerse, ¿estará esa persona realmente dispuesta a cambiar?

Lapis considera esa interrogante por algunos segundos; entonces, se limpia el rostro con las manos y esboza una pequeña sonrisa. Finalmente, siente que ha encontrado la respuesta que estaba buscando: está perdidamente enamorada de Peridot, y ese hecho ya no le produce temor alguno.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now