La melancolía es azul

442 64 30
                                    

—¡Obsidiana en camino! —exclama Amatista, por medio del comunicador.

Volteando los ojos y por el bienestar de la operación, Perla decide bajar el volumen del aparato.

—Entendido —responde finalmente —. Estamos por ingresar, así que mantente alerta.

—Relájate, cualquier nave que aparezca con refuerzos será derribada en un santiamén, déjamelo a mí.

Perla suspira antes de cortar la transmisión. Sorprendentemente, la niebla es tan densa que no consigue ver absolutamente nada, sin importar en qué dirección gire la mirada.

Al abrir los ojos nuevamente, Lapis sonríe presenciando su obra. Hasta donde sabe, jamás ha ocurrido un fenómeno semejante en la Zona Azul, por lo que todos deben estar fascinados... O asustados.

Utilizando dos luces intermitentes en sus guantes, Garnet guía a su equipo hacia la entrada principal del cuartel general, y habiéndose acercado lo suficiente, consiguen escuchar la conversación de dos guardias verdaderamente confundidos.

—Esperen aquí —ordena la capitana, apagando las luces.

Perla y Lapis permanecen a la expectativa, preparadas para actuar en caso de que sea necesario; sin embargo, la charla de los guardias se convierte abruptamente en un silencio sepulcral, cosa que sorprende a ambas, pues ninguna logró escuchar ninguna señal de batalla.

—Adelante.

Y encendiendo las luces de vuelta, Garnet es la primera en cruzar la puerta, seguida de sus compañeras, quienes intentan no tropezar con los cuerpos inconscientes de los guardias.

Una vez dentro, las tres se maravillan por la estética refinada del lugar, más que una fortificación militar, el centro de operaciones se muestra como una enorme y elegante mansión. Frente a ellas, yace un largo pasillo alfombrado, y de las paredes cuelgan cuadros que muestran distintos momentos cruciales en la historia del imperio: La Guerra Expansionista, el alzamiento al poder de Miss White, la primera celebración del Deleite Lunar en la Zona Azul, la ceremonia de ascenso al poder de Rosa, entre otros...

—Sabíamos que la resistencia sería mínima, pero debo decir que esperaba algo más de seguridad —comenta Garnet, avanzando con cautela, en caso de que haya trampas ocultas.

—La comandante Azul no es partidaria de la militarización —responde Lapis, apreciando las talentosas obras de arte —. Es por eso que, a diferencia de la Zona Blanca, aquí no tenemos guardias en cada esquina.

—De todas formas, sus guardaespaldas deben de estar con ella en el penthouse —añade Perla —. Debemos permanecer alerta.

Acercándose al final del pasillo, se encuentran con un elevador, cuyas puertas se ven decoradas con un mosaico que muestra a las cuatro comandantes imperiales, cada una sentada sobre su trono. Perla se dirige inmediatamente a los controles, lista para utilizar un decodificador para desbloquear la puerta; sin embargo, y para su sorpresa, la puerta no se encuentra cerrada.

—¿Es posible que no nos hayan detectado aún? —pregunta en voz alta, entrecerrando los ojos con incredulidad.

—No lo creo, sus sensores de calor deben habernos detectado al momento de entrar —responde Garnet, compartiendo su suspicacia —. Quieren que subamos, deben haber preparado una emboscada.

Aunque no esperaban derrotar a Azul sin algún tipo de enfrentamiento, el hecho de que les extiendan una invitación para subir les hace recelar. No obstante, saben que el único camino es hacia arriba, por lo que el equipo se arma de valor y entra al elevador, seleccionando el penthouse como destino.

Habiendo comenzado el ascenso, Perla toma un pequeño bastón metálico de su cinturón, que se estira rápidamente hasta formar una lanza puntiaguda, con dos esferas luminosas parpadeando en su moharra. Lapis, por su parte, utiliza la humedad que ha generado en el aire para crear una barrera de hielo, preparándose para un eventual ataque enemigo.

Cuando los controles marcan la llegada al último piso, un aura de tensión se apodera del ambiente, y el equipo espera con ansiedad el impacto de cualquier arma avanzada de la que pueda disponer la comandante; sin embargo... Las puertas se abren y nada sucede.

—¿Capitana? —pregunta Lapis, sin saber qué hacer o pensar de la situación.

Analizando detenidamente el giro de eventos, Garnet supone que habrán evacuado a la comandante desde el momento en que les descubrieron; pero, la mera idea carece de sentido, pues Amatista se encuentra sobrevolando la capital, con órdenes de disparar a cualquier dron o nave que aparezca en su radar.

—Avancemos —ordena finalmente, acomodando sus gafas.

Obedeciendo su instrucción, Lapis convierte su barrera en una nube de vapor que se disipa rápidamente en el aire, dando paso a Garnet, quien es la primera en entrar.

El penthouse del cuartel general consta de una habitación amplia, con azulejos en el suelo de tal pulcritud, que dan la impresión de caminar sobre espejos; además, cuenta con extensos ventanales que normalmente dan una buena vista de la capital, aunque actualmente solo muestren la densa niebla que invade el exterior. Y finalmente, la joya de la fortaleza, el imponente trono de la comandante, dispuesto de espalda frente a las intrusas.

—Comandante Azul, cualquier truco que tenga preparado será fútil —advierte la capitana, preparando sus guantes para saltar al ataque en cualquier momento —. Rendirse es su única opción, le sugiero que la tome.

—Lo sé... —responde la mujer, con un tono de voz pesaroso y apagado.

Y dichas esas palabras, el trono gira lentamente hasta dar media vuelta, poniéndoles cara a cara con Azul. Se trata de una mujer alta y morena, con una larga cabellera de color celeste, y portando un elegante vestido azul de corte imperial, con mangas largas que dejan sus hombros al descubierto, y una cinta amarrada a la altura de su cintura. La mirada de la comandante es profunda y lúgubre, con penetrantes ojos azules que se ven ensombrecidos por sus marcadas ojeras; sin embargo, su expresión parece cambiar al reconocer a una de las intrusas.

—¿Lapis Lázuli? —pregunta, frunciendo el ceño de repente.  

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now